El emotivo marco que se vivió en el Atanasio Girardot estuvo a la altura de una final de la Copa Libertadores. El 1 a 1 disputado en Quito fue parte de la historia, dado que en tan solo 45 segundos, Atlético Nacional logró armar la primera acción para ponerse en ventaja.
Un pelotazo frontal a la espalda de Arturo Mina le permitió a Miguel Borja quedar mano a mano frente a Librado Azcona, pero la pésima resolución del delantero atentó contra los deseos colombianos. Unos instantes después, un remate de media distancia de Daniel Bocanegra volvió a exponer las limitaciones de Independiente del Valle.
Otro de los problemas que sufrió el equipo ecuatoriano fue la prematura lesión de su mariscal. El defensor que tiene asegurado un futuro en River tuvo serios inconvenientes musculares y sus incómodos movimientos debilitaron aún más a su defensa. Tal es así que en un centro inocente de Macnelly Torres, el de Río Verde falló en el despeje, la pelota rebotó contra el palo y Borja se tomó revancha: 1 a 0 y delirio.
A pesar de la superioridad local, los de Pablo Repetto se las ingeniaron para llegar al área rival gracias a la sociedad conformada por Junior Sornoza y José Angulo. En la más clara, el de San Lorenzo desperdició su chance por encima del travesaño. El Verdolaga jugaba mejor, pero sus distracciones no le permitían confiarse.
En el complemento Independiente del Valle cambió la actitud gracias al ingreso de Jonny Uchuari. El ex Liga de Quito le dio más vértigo al ataque ecuatoriano y generó una gran preocupación en Franco Armani.
De todos modos, la individualidad de Orlando Berrío le dio argumentos al combinado de Rueda para justificar la victoria. El de Cartagena fue la herramienta más incisiva de Atlético Nacional, pero la falta de precisión de sus compañeros mantuvo en suspenso la definición del duelo.
En las instancias finales, las 40.000 personas que colmaron el estadio vivieron una carga emotiva difícil de explicar. Los nervios aumentaban porque el Verdolaga no cerraba el partido y los temores del posible empate hicieron que en las tribunas sólo se escuche un murmullo.
Recién cuando Néstor Pitana marcó el final del espectáculo, los colombianos consiguieron desahogarse con un único grito de felicidad: el de Dale Campeón. Por segunda vez en la historia Atlético Nacional consiguió conquistar el continente y esperará con ansias su incursión en el próximo Mundial de Clubes.
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