Sobre el galpón de una vieja fábrica electrónica, hace 10 años, se construía un edificio destinado a las oficinas de la constructora de los arquitectos Rodríguez. Tiempo después, en el 2014, la familia decidió cambiar el rumbo del edificio convirtiéndolo en Tacha, creando el primer centro de arte sustentable del país.
"Todo el transcurso de la obra es un proceso en mi vida, que surge de una humilde situación que es valorar de chico las cosas que la gente tira", contó el artista plástico Edgardo Rodríguez en el taller, rodeado de tachos de pintura, aerosoles, restos de plásticos y gomas.
El primer sábado de cada mes, Tacha abre sus puertas armando el espacio de galería, que muestra su conexión con el taller de arte. Esto representa un gran desafío para sus integrantes, ya que las manchas de pinturas, aerosoles y restos de material en las paredes deben desaparecer para que la galería quede con un blanco impoluto, tarea que sería imposible si las paredes del espacio no estuviesen recubiertas por pintura ultralavable, que repele líquidos, no deja aureolas y son fáciles de limpiar.
Solange Guez, hija del artista plástico y directora de Tacha, relató: "Mi papá empezó a hacer arte sustentable sin saber que estábamos haciendo arte sustentable. Simplemente era volver a tomar un elemento y ponerlo en valor a través de una obra".
Esa es la filosofía que fomenta Tacha con su arte. Como dice Jorge Drexler en su canción: "Nada se pierde, todo se trasforma".