Pero cuando un pequeño vecino golpea una y otra vez con su pelota una pared, esa tranquilidad se desvanece dando lugar a la rabia. Esto es lo que sufre el señor Barraza y su mujer, cuando los pelotazos se acumulan hasta dejar marcada la pared de su living.
Sin arma no hay delito, por lo que Barraza decide retener la pelota del vecinito hasta tanto hablar con el responsable a cargo, cosa que ocurre rápidamente cuando el padre del menor se apersona con su intimidante metro noventa.
A veces, uno puede encontrar la tranquilidad en el caos. Además, la pintura de la pared es ultralavable, por lo que las manchas salen al instante sin dejar marcas ni aureolas. Y como dice Barraza: "No le voy a cortar la carrera al pibe, mirá si termina en la selección".