Vivimos uno de los peores momentos de la selección peruana de fútbol en mucho tiempo. A tal punto que la época de ‘Chemo’ Del Solar al mando de la ‘blanquirroja’ queda en una anécdota divertida en comparación a estos últimos dos años, los cuales han sido una combinación de atraso, malas decisiones y partidos para el olvido. ¿La vara y expectativas eran muy altas (...) o realmente se encargaron de destruir un proceso exitoso que iba en curva ascendente? Y si fue así, ¿a quiénes hay que señalar?
Desde el lado institucional, es imposible no pensar en Agustín Lozano, quien recientemente fue detenido preliminarmente por la justicia peruana por acusaciones como las de corrupción, lavado de activos y liderazgo de una banda de criminales. Pero desde el lado deportivo y futbolístico, hay una sola persona que refleja nuestra actualidad y ese es Juan Carlos Oblitas.
Para el año 2018, cuando el país entero vivía en un ‘oasis’ por los logros de la selección de Ricardo Gareca, el consenso del ‘futbolero’ común era que el ‘Ciego’ no solo era el pilar del exitoso proceso clasificatorio, sino también que era la persona que más sabía de fútbol en el Perú. Asimismo, históricamente se le conocía como alguien con el carácter suficiente para afrontar la adversidad, incluso cuando esta aparezca en su propio lugar de trabajo (la Federación). Sin embargo, a pesar de todo, en el último tiempo nunca se le escuchó una autocrítica hacia lo mal que trabajan la mayoría de clubes de la Liga 1 o hacia los polémicos manejos de su presidente. De hecho, pasa todo lo contrario. A los ojos de la prensa y opinión pública, pareciese que la comodidad del sillón de su oficina pesa más que el bienestar del deporte que tanta relevancia le dio en este país.
Hablar de Juan Carlos Oblitas era hablar de alguien que ponía el pecho ante las balas y cuidaba al plantel en los momentos donde las críticas afloraban. Ahora, exactamente desde el repechaje ante Australia en Qatar, hablar de Juan Carlos Oblitas es hablar de alguien escondido, con poco que decir y de salidas fáciles. El ‘Ciego’ dejó el personaje tajante y disruptivo para convertirse en un peón más dentro del sistema establecido. ¿Se cansó? ¿Qué cambió en él? Yendo estrictamente hacia lo que pasa con la ‘blanquirroja’, me gustaría analizar las dos decisiones que lo ponen actualmente en el ‘ojo de la tormenta’: contratar a Juan Máximo Reynoso Guzmán y a Jorge Daniel Fossati Lurachi.
De Gareca a Reynoso: cambio total y empezar de cero
Durante los ocho años que estuvo al mando de la selección peruana, lo mejor de Ricardo Gareca nunca fue el estilo de juego (porque nunca impuso uno como tal), sino su versatilidad para acoplarse a los partidos que venían y al rendimiento momentáneo de cada uno de sus futbolistas. Si bien hubo un rango de tiempo en el que sí volvió a las ‘raíces’ del jugador peruano (2015-2018), el Perú que se metió al repechaje del Mundial de Qatar 2022 era un equipo defensivo y que se preocupaba primero por su arco, pero que tenía como arma de fuego sus transiciones rápidas y los contragolpes letales.
El ‘Tigre’ no era un hacedor de milagros, sino alguien que reconocía los defectos de los jugadores que tenía al mando y fortalecía sus pocas virtudes. No era un entusiasta, era un realista. Y, a veces, ser realista no es desprenderte de tus responsabilidades, es ir al frente con una forma de ver la vida por sobre todas las cosas: creer en los tuyos.
A sabiendas del perfil Ricardo Gareca, ¿por qué cambiar? Y no hablo de mantener al argentino. De hecho, su salida nunca me pareció una locura, sino una consecuencia de un proceso gastado. Hablo de romper un proyecto futbolístico por completo. ¿Fue un fracaso quedar quintos en una Eliminatoria a tal punto de decidir empezar de cero? Porque, independientemente de que a uno le guste o no, darle la selección peruana a Juan Reynoso era un cambio total.
El ‘Cabezón’ no es un mal entrenador y sus logros lo avalan. Campeón con Bolognesi, Universitario de Deportes, FBC Melgar y Cruz Azul. Es el mejor director técnico peruano sin discusión, no solo por las formas, sino por sus éxitos. Tiene más buenas que malas. Para nada es un mal historial para entrenar a la selección de un país, pero el problema nunca fue el nombre. El problema de la decisión de Juan Carlos Oblitas de ir por Reynoso era el cambio de perfil.
Juan es un entrenador que, tenga a quienes tenga a su mando, ‘morirá con la suya’. No se adapta, quiere que se adapten a él. No escucha, impone. Y no, hablar en público de las bajas cualidades físicas de Joao Grimaldo y Bryan Reyna no te hace realista u honesto, te hace alguien que expone y no cuida a los suyos. Que el futbolista peruano necesite ser ‘mimado’ no es algo bueno, pero es una verdad y si eso no lo logras entender, es muy probable que no te salga bien. El modelo Reynoso no es compatible con el jugador peruano de calle y talentoso; y eso es algo que pareciera que lo sabían todos, menos Juan Carlos Oblitas. Y, reconociendo que es muy fácil hablar con el ‘diario del Lunes’, a las pruebas a la vista me remito.
De Reynoso a Fossati: distintas formas, mismo perfil
A veces el populismo no es malo. Soy de los que piensa que el éxito de una selección de fútbol debe ir acompañado del respaldo de la opinión pública porque seguramente ese sea un síntoma de tranquilidad. La decisión de Juan Carlos Oblitas de darle la selección peruana a Jorge Fossati fue un acto populista y fácil; y no creo que eso sea algo malo. Ser campeón en el fútbol peruano con un equipo grande que, además de ello, tuvo tu sello desde las ideas tácticas y de manejo de plantel, es suficiente como para ser un serio candidato. Pero para elegir a quien deba encargarse de dirigir al combinado nacional de un país, no debería bastar con eso. No en una Federación seria. No con un director deportivo serio.
¿Hubo análisis táctico y de perfil a la hora de escoger al uruguayo? Se habla de la bendita línea de tres y seguramente sea un buen punto argumentarla para estar en desacuerdo con que Fossati dirija a Perú porque históricamente nunca nos fue bien con ese sistema, pero el problema mayor no es ese, es la terquedad de nunca querer cambiar ante las constantes muestras de que algo está fallando. Pero si durante toda su carrera el entrenador siempre tuvo claras sus formas y convicciones, a tal punto de nunca renunciar a ellas, ¿por qué tendría que ser distinto ahora? Ahí ya no es problema suyo, es de quien lo elige. Es de Juan Carlos Oblitas. Aunque duela e incomode decirlo, el ‘Ciego’ le fue fiel a su apodo en estos últimos dos años.
Distintos caminos, pero mismo perfil y mismo problema
Si en algo coincide la opinión pública, es que lo mejor que hizo Perú hasta el momento fue defender. El problema es que un buen sistema defensivo debe ser tu principal arma ante selecciones superiores, pero, ¿qué pasa con las inferiores? Ante Venezuela en Lima y ante Chile en Lima se repitió el mismo patrón: no arriesgar. En consecuencia de ello, solo pudimos hacer dos puntos de seis.
Seguramente Bryan Reyna, Piero Quispe y Joao Grimaldo rompan el sistema que buscas implantar y fallen más de lo que acierten, pero muchas veces esos aciertos son los pequeños chispazos que te llevan al éxito. Y para arriesgar, hay algo que nunca se debió dejar de hacer: creer en el jugador peruano.
Juan Carlos Oblitas le dio más cosas buenas que malas al fútbol de este país, pero no está mal criticarlo y no está mal señalar que si bien no es el principal responsable de la debacle, sus decisiones repercutieron en este mal momento. Esperemos, por supuesto y para el bien de todos, que al ‘Ciego’ todavía le quede una bala que nos haga volver a creer. Porque en dos años pasamos de normalizar que peleemos clasificaciones al Mundial, a normalizar que estemos fuera de todo a falta de un montón. Y eso le duele a todos y seguramente también a él.