El vóley peruano está en proceso de resurgimiento. No hay mejor frase para resumir el presente. Y es que en medio de las tinieblas (crisis dirigencial y económica), se siguen encendiendo luces de esperanza. La alegría no terminó con los recientes logros de la sub 17 y sub 19. Hoy, pues, se celebra una gesta de la sub 23 masculina. Una hazaña histórica en todo sentido de la palabra.
Ya hace un año, el equipo nacional había dado señales importantes de lo que aspiraba. Contra todo pronóstico, se subió al podio de la Copa Panamericana Sub 23 masculina que se celebró en Cuba, tras haber logrado el tercer lugar entre cinco países participantes. El reto no parecía muy difícil en aquella ocasión, ya que solo superó a Chile y Nicaragua. Pero ahora ese bronce tiene mucho más valor.
No es para menos, esa medalla fue el precedente del éxito actual. El desafío se tornó mucho más complicado en esta edición con más competidores (8) y con una fuerte selección como México integrándose a la lucha por la gloria. Pero, en medio de eso, Perú supo salir airoso.
El inicio de su trayecto en Paramaribo (Surinam) dejó varias dudas. El debut peruano se consumó en derrota en cinco sets ante Guatemala. Después, el elenco dirigido por Francisco Recavarren obedeció a la lógica, superando sin problemas al anfitrión y a San Vicente y las Granadinas para clasificar a cuartos de final. El resto es historia pura.
La selección peruana se tumbó al subcampeón y al campeón de la edición pasada. Primero se impuso contra República Dominicana en un partidazo de cinco sets (3-2). Luego, repitió el plato contra el vigente monarca, Cuba, para acceder a la gran final. Lo más meritorio de estos dos resultados positivos es que la ‘bicolor’ había comenzado perdiendo ambos encuentros y, lejos de desanimarse, jugó con corazón para lograr remontadas espectaculares.
La mentalidad mejoró sin lugar a dudas. Y con la motivación a tope, Perú disputó su primera y única final de la historia en la rama masculina (cualquier categoría, exceptuando Juegos Bolivarianos). Su rival fue precisamente México y poco pudo hacer ante el gran nivel de su oponente. Tras caer 1-3, se quedó a solo un pasito de la medalla de oro.
Sin embargo, esta derrota no quita lo luchado y alcanzado. El equipo llegó más lejos de lo que se imaginaba y la gloria estuvo más cerca que nunca. Aunque no se logró la consagración, esto marcó un punto de quiebre significativo para el voleibol masculino en el país, que poca atención recibe.
Opacado por la rama femenina -en todas sus categorías-, con una Liga Nacional paupérrima a causa de la misma organización y el escaso respaldo de la FPV, este equipo sub 23 demostró ser más grande que sus infinitos problemas. Por eso, esta medalla de plata debe ser la partida y el augurio de años mejores en el futuro.
Los peruanos entre los mejores
Además de la actuación grupal, en la selección peruana también destacaron individualidades que no deben pasar desapercibidas. En cada línea del campo, la ‘bicolor’ estuvo bien fortificada. Los jugadores respondieron excelente en cada una de sus funciones, más allá de los errores que siempre van a haber.
Con el subcampeonato y la superlativa actuación de cada miembro del equipo, la Norceca -organizador de la Copa Panamericana Sub 23 masculina- debió haber premiado a más de un peruano. Pero no fue justo. Solo Alonso Porras recibió una distinción como segundo mejor atacante y merecidamente, claro.
Extraña e inexplicablemente, un único representante de la ‘bicolor’ figuró en la premiación. El campeón México recibió cinco galardones, República Dominicana (5° del torneo) recibió la misma cantidad, mientras que Cuba (3°) recibió uno al igual que Perú.
La organización parece haber olvidado a Leonel Despaigne, segundo máximo anotador del certamen (137 puntos) y mejor puntuador en la final (24 puntos). También de Jorge Luis Cano, que a lo largo de todo el torneo lideró en las estadísticas de líbero y tras el desarrollo de la última fecha, solo el dominicano Eliander Jiménez lo pudo superar. Pero más allá de los números, fue el peruano el que llegó a la final. Una distinción especial también merecían el armador Adrian Gushiken y Gerardo Chicoma, ambos de notable campaña.
No podemos olvidar tampoco a nuestro DT, Francisco Recavarren, que en su primer reto como entrenador principal en una categoría de la ‘bicolor’ logró guiar positivamente a sus pupilos, en su mayoría de sub 21, en un campeonato sub 23. Junto a Juan Carlos Gala -seleccionador absoluto- pueden lograr grandes cosas en el futuro. Ya ha quedado demostrado en Paramaribo.
Pero no solo depende de ellos. La Federación Peruana de Vóley (FPV) ya debe tomar cartas en el asunto. La selección masculina está bastante relegada -a comparación de la femenina- cuando está teniendo logros interesantes a nivel internacional pese a las situaciones adversas. Sin duda alguna, la próximas elecciones del ente rector (el 5 de octubre) serán claves.
Lamentablemente, la ruina dirigencial ha causado muchísimo daño y estrago en el vóley peruano. Crisis económica, corrupción, facciones separadas y desunión afectan significativamente en lo deportivo. Los jugadores pueden darlo todo en la cancha y dejar el nombre del país en lo alto, pero no se puede tapar el sol con un dedo.
Por ejemplo, recientemente, la sub 23 masculina alcanzó un segundo lugar panamericano en medio de las graves acusaciones de Cecilia Tait contra Gino Vegas. Pero ya es momento de un cambio. Que lo administrativo vaya de la mano de lo deportivo. Que el Proyecto Nacional 2032 siga su curso de la manera correcta. Que las aspiraciones crezcan no solo en lo femenino. Que, por fin, las cosas comiencen a ir bien.