Hay dos aspectos que preocupan alrededor de la selección peruana: la situación crítica reflejada en la zona de clasificación rumbo a la Copa del Mundo 2026 -además de contrastada en la prematura eliminación en la Copa América 2024- y el sentido de la realidad del entrenador Jorge Fossati. Desde luego que el primer tema debería ser el más agobiante, pero el que le sucede es igual o peor.
Perú firmó una CA2024 lastimera con un empate, dos derrotas, cero goles a favor y tres goles en contra. El mensaje es claro: la Blanquirroja ha retrocedido en toda la extensión de la palabra. Hemos dejado de ser un equipo vigoroso de buen toque para convertirnos en uno débil y predecible. Eso lo sabemos todos: periodistas, personas de a pie y especialistas extranjeros. Sin embargo, desde la mirada de Fossati lo que para nosotros es una desgracia, para él es una suerte de crecimiento.
El ‘Flaco’ ha caído en el vicio de las alocuciones vacías que sólo pueden ser descifradas por él mismo. Su excesivo optimismo comienza a transformarse en una especie de obstinación de la que debemos estar alerta en futuras comparecencias. Suya es la obra bochornosa del campeonato CONMEBOL. Y en lugar de reconocer que hubo más flaquezas que aprobaciones, o emitir una crítica constructiva que sirva como un bálsamo entre todos aquellos que se muestran contrariados por el devenir de la selección, se va por las ramas con eufemismos e insiste en que se puede apreciar un “Perú cada vez más firme, más fuerte, muy competitivo”.
Otro tópico que no puede pasarse por alto -que está comenzando a aflorarse cuando el clima es adverso, o sea está enrarecido por resultados desfavorables- es la incomodidad de Jorge Fossati con los periodistas cuando estos no reflejan íntegramente sus palabras en una intervención. No deja al espacio a la libre interpretación y al más mínimo ruido se transforma: su rostro se vuelve mucho más adusto de lo que ya es, se sulfura y se niega a proseguir el diálogo argumentando que “no me aguanto si ponen en mi boca palabras que yo no dije”. Realmente preocupa sobre manera cómo nuestro entrenador está más al pendiente de las formas en que se dicen las cosas que de la realidad futbolística de la Bicolor.
Por cierto, hubo un pasaje que genera alarma: la poca o nula implicancia que tiene Fossati con la promoción de los jóvenes. Textualmente dijo: “Mi compromiso con la Federación no es para el 2030, por eso asumo la responsabilidad para ahora y a los que hablan de renovación les recuerdo eso”. De manera que no nos ilusionemos con que se incorporen valores prometedores. Me cuestiono, ¿cómo se sentirá aquel joven que crece en su rendimiento y se sacrifica soñando con integrar la selección tras escuchar esa declaración de Fossati? De seguro sólo sentirá desaliento y desazón.
La decisión de postergar el recambio generacional, la elección de los futbolistas, el criterio dentro de un clima anómalo, la adaptación de su idea de juego, la dirección de los partidos y su reacción furibunda ante lo que considera inexactitudes, son las aristas que nos generan profunda intranquilidad al igual que su sentido de la realidad. Así llegamos a la reanudación del proceso mundialista. Sin más que decir: Que Dios nos ayude.