No todos tienen la suerte de tener a su mamá a lado. Hay quienes tienen que aprender a caminar solas por la vida. Esmeralda Sánchez es una de ellas. Cambió las lágrimas y el dolor por fortaleza y resiliencia. La capitana de Alianza Lima no abraza a su progenitora en el Día de la madre, pero busca a su abuelita para celebrarla, agradecerle y mimarla.
La mamá de su papá fue quien la agarró de la mano en cada etapa de su vida cuando sufrió abandono a los tres meses de nacida. A pesar de esa ausencia, nunca se sintió sola, ni cuando dejó su natal Iquitos para buscar un futuro soñado en Lima.
Esa fue la decisión más dura que le tocó sobrellevar ya que estaba acostumbrada a dormir con su abuelita, su verdadera mamá. Durante su niñez y adolescencia, no tuvo un hogar fijo, se la pasó de casa en casa abrazándose a una familia que no era suya, pero que la acogió como una integrante más. Sánchez tuvo que madurar de golpe, y hacer lo posible para tener un futuro que no sea incierto.
“Mi mamá me dejó a los tres meses de nacida, me encargó a mi papá, pero no era un persona madura y entonces mi abuela y mi tía se hicieron cargo de mí. Pasan cosas en mi casa y mi mamá me quita de mi papá y voy a vivir con ella hasta los 8 o 9 años. Pasó algo fuerte entre mi mamá, su pareja y yo, y me escapo de la casa de ella. Me voy a la casa de mi abuela y mi papá me dijo que quede. Pidió la patria potestad y mi mamá se la dio porque sabía que lo que había pasado estaba mal. Viví con mi papá y con mi abuela. Por eso, a mi abuela le digo mamá y a mi tía también, son las personas que me criaron, me educaron, se sacrificaron por mí porque no es que mi papá se hacía cargo de mí. A mí no me faltaba nada gracias a ellas”, reveló la voleibolista en entrevista con ‘Cojo y Manco’.
Nunca tuvo una buena relación con la familia de su mamá, incluso vivió rodeada de la envidia de su prima, quien también jugaba vóley y era la favorita de su otra abuelita, la materna. A pesar que los equipos de su barrio de la selva la elegían, para ellos no tenía talento y le pusieron la cruz cuando integró la selección de Iquitos. Esmeralda tiene un recuerdo muy marcado con los familiares de su madre, lo vivió en una de las Navidades que decidió darles otra oportunidad amor.
“Una Navidad fui a Iquitos a pasarla con mi mamá, yo estaba sentada y nadie me hablaba. Cené y le dije a mi tío que me recoja, me la pasé todo el camino llorando. Me dio mucha pena que no me valoren y más mi propia mamá. Desde ahí, no tuve contacto con ellos. Hace poco mi mamá me quiso pedir perdón, pero yo no quería verla. Nunca me llamaba por mi cumpleaños. Una vez me llamó y me dijo que estaba en Lima, le dije que no porque no me nacía hablar con ella. Mi papá ha cometido muchísimos errores y sea lo que sea, estaba ahí conmigo. Mi papá toma y las únicas veces que él tiene el valor de decirme ‘te quiero’ o que está orgulloso de mí, es cuando está tomando un trago”. añadió.
Esmeralda, la campeona nacional
Los años pasaron y como el tiempo todo lo cura pudo sanar su corazón con la ayuda de un psicólogo. El vóley se volvió una forma de vida y Alianza Lima fue su nueva familia. Esmeralda Sánchez no se cansa de agradecer a Dios porque siempre le puso a las personas correctas en su camino. Considera a muchos, pero en especial a Carlos Aparicio, alguien importante dentro su carrera deportiva. Le inculcó disciplina, técnica, y ese amor a la ‘blanquiazul’ que solo sienten los verdaderos hinchas.
“Gracias a Dios las personas que me han tocado, me han ayudado. Viví en la casa de un dirigente de Alianza y su esposa me trataba como su hija. Luego me fui a casa de Carlos Aparicio por cuatro años, nunca me sentí aislada de la familia Aparicio. Me llevaban a todos lados, yo no tenía ese calor de hermanos, de familia. La persona que soy ahora es gracias a ellos. Carlos no me dejaba salir. Desayunaba, almorzaba y cenaba vóley. Yo salía del colegio y Carlos me hacía ver videos de vóley. Íbamos a la playa y yo entrenaba. Recién a mis 25 años recién puedo vivir en un sitio donde puedo estar sola, ya no a cargo de alguien. Yo puedo escribir un libro de mi vida, con todas las cosas que he vivido”, comentó.
Se convirtió en una de las figuras de las ‘blanquiazules’ en la temporada y pieza clave para que puedan levantar ese trofeo después de más de 30 años. Todo era felicidad para Esmeralda Sánchez, era más conocida y los elogios le demostraron que todo valió la pena. Y así como apareció la fama, también su mamá, quien la llamó para conversar, aunque ese encuentro todavía no se da, pues aún quedará pendiente.
“Hace poco, cuando campeonamos, me llamó que me quería ver. Ahora con 25 años que creo que he madurado un poco más. Dije le daré la oportunidad de conversar y que me dé un a explicación del porqué me dejó tan chiquita. Obviamente, sigo teniendo rencor y eso que he llevado psicóloga, la tuve durante todo este tiempo. Yo he madurado muy chiquita, a los 14 años tuve que madurar, mi niñez fue muy dura. Soy una persona muy resiliente, mi abuela y mi tía hicieron muy bien su chamba porque me criaron muy bien”, añadió.