La carta inédita de José María Arguedas a Mario Vargas Llosa y el comienzo de su relación amistosa y ‘familiar’

Mario Vargas Llosa y José María Arguedas son dos referentes de la literatura peruana, cuyas obras son antagónicas entre sí en forma como en fondo. Mientras que el escritor arequipeño adoptó una narrativa de alcance universal, influenciada por las corrientes modernas y literarias internacionales, el literato andahuaylino se mantuvo fiel a una literatura enraizada en la tradición andina, con el propósito de dar voz a los sectores marginados del país.

Las diferencias en el estilo, la estructura y los recursos narrativos, así como en los temas y la visión del mundo que presentan, no se deben únicamente a que pertenecieran a generaciones distintas. En sus primeras obras, como Agua (1935) y Yawar fiesta (1941), Arguedas no muestra influencia del vanguardismo, a pesar de que este movimiento ya tenía presencia en el Perú. En cambio, Vargas Llosa sí fue claramente influenciado por él.

Por lo tanto, la manera de escribir de cada uno responde más a sus preferencias y al contexto en que desarrollaron su obra que a una cuestión generacional. En varias de sus novelas, el escritor arequipeño rompe con la estructura tradicional, emplea el monólogo interior e integra recursos del vanguardismo. Su compatriota, en cambio, incorpora el quechua, la memoria y la música andina, rasgos distintivos del indigenismo.

A pesar de sus diferencias en el ámbito literario, Mario Vargas Llosa y José María Arguedas fueron amigos. El arequipeño tuvo la oportunidad de entrevistarlo cuando apenas tenía 19 años. A esa corta edad, se dedicaba al periodismo, un oficio que le permitió conversar con grandes escritores, y uno de ellos fue precisamente Arguedas.

En 1955, como parte de una comisión de un periódico de Lima, Vargas Llosa tuvo la oportunidad de conversar con Arguedas, quien ya era un escritor conocido en el Perú. Durante un conversatorio en la Feria del Libro Zona Huancayo (FELIZH), el autor de La ciudad y los perros compartió detalles de la entrevista que le realizó en aquel entonces.

En esa ocasión, la atormentada personalidad y la integridad moral de Arguedas cautivaron al joven periodista. Tras la conversación con el literato, el hombre de prensa comenzó a leer sus obras con una curiosidad y un afecto que han permanecido intactos hasta el día de hoy. No solo leyó sus libros, sino también las cartas que el andahuaylino le escribió.

Mario Vargas Llosa tuvo el honor de recibir cartas de José María Arguedas pocos años antes de su trágico suicidio en 1969. Estas misivas, resguardadas en la Biblioteca Firestone de la Universidad de Princeton, fueron consultadas por el escritor y político Pedro Cateriano durante su proceso de investigación para el libro Vargas Llosa, su otra gran pasión, que fue publicado bajo el sello editorial de Planeta.

En una de sus cartas, Arguedas expresa sentirse especialmente vulnerable tras su fallido intento de suicidio en 1966. Además, le confiesa a su compatriota que se identifica con los personajes de Cien años de soledad, quienes atraviesan intensos momentos de melancolía.

En otra carta, Arguedas se refiere a los artículos escritos por el también literato, quien, al recibir la misiva, ya contaba en su biblioteca con los libros Los jefes (1959) y La ciudad y los perros (1963), ambos de su autoría.

En la década de 1960, el autor de Los jefes escribió artículos y ensayos sobre la obra de Arguedas. A pesar de las críticas que dedicó al representante del indigenismo, estos no afectaron su relación amistosa. La prueba de ello es la carta mencionada anteriormente.

Es menester señalar que las críticas se centraban en el cambio de enfoque de sus novelas. Como es sabido, Arguedas dio a conocer la cultura andina y resaltó el estrecho vínculo entre el hombre y la naturaleza en sus primeras obras literarias. Asimismo, presentó una visión animista del mundo. Sin embargo, en sus últimos libros, se apartó de este paradigma.

“Él cometió un error en sus últimas novelas debido a la influencia que pesaba sobre él. Intentó escribir obras revolucionarias, algo con lo que Arguedas no estaba íntimamente vinculado”, aseveró el premio nobel de literatura en la Feria del Libro Zona Huancayo.

A propósito de ello, es pertinente dar a conocer otro fragmento de la carta del autor andahuaylino: “Después de todo lo que me ha ocurrido ya no podré escribir como indio y como adolorido y rebelde mestizo o medio señor. Tengo que hacerlo como hombre medio viejo de nuestro tiempo, con mi cuerpo aún metido en los torrentes de la sierra, pero con los ojos llenos de la formidable experiencia de la ciudad”.

A pesar de las críticas que le dirigió a Arguedas, Vargas Llosa reconoce que el autor de Los ríos profundos es su escritor favorito en el Perú. En el prólogo del libro La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, el literato arequipeño lo confiesa abiertamente.

“Entre los escritores nacidos en el Perú, es el único con quien he llegado a tener una relación entrañable, similar a la que tengo con Flaubert o Faulkner, o la que tuve de joven con Sartre. No creo que Arguedas fuera tan importante como ellos, sino un buen escritor que, al menos, escribió una hermosa novela: Los ríos profundos (...)“, añadió.

Arguedas desarrolló una visión del Perú más amplia que la de Vargas Llosa y otros escritores peruanos. Nació en una familia criolla y aristocrática por parte materna, pero a los dos años y medio quedó huérfano de madre. La escasa presencia de su padre, un abogado y viajero, y la difícil relación con su madrastra, quien lo maltrataba junto a su hermanastro, dejaron una huella en su infancia.

En medio de estas dificultades, encontró consuelo en el afecto de los sirvientes andinos, lo que le permitió forjar una conexión con la realidad y la cultura de las comunidades indígenas. Esta experiencia le proporcionó una perspectiva sobre la diversidad cultural del Perú, que reflejó de manera clara en su obra literaria.

Tras la muerte del literato andahuaylino, el escritor arequipeño se encargó de difundir la obra de su amigo en diversas universidades. En la Universidad de Cambridge, donde pasó el año lectivo 1977-1978, impartió seminarios sobre la obra de Arguedas. Más tarde, en la Universidad Internacional de la Florida, en Miami, abordó también su legado durante el primer trimestre de 1991, ante un grupo reducido, entusiasta y casi exclusivamente femenino de estudiantes graduados.

Respecto a esta última experiencia académica, el literato escribió en su libro La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo lo siguiente: “Me obligó a releer toda su obra de ficción y a tomar contacto con gran parte de la bibliografía crítica sobre él, que había crecido de manera desmesurada en los años 80, a medida que sus cuentos y novelas encontraban un público receptivo en centros académicos de todo el mundo”.