Una de las peores tragedias aéreas ocurridas en Amazonas. Eso fue lo que ocurrió el 9 de enero de 2003, cuando el vuelo 222 de TANS Perú, un Fokker F28, se estrelló contra el cerro Golorque, en Amazonas, causando la muerte de 46 personas.
El avión, que viajaba de Chiclayo a Chachapoyas, sufrió un trágico accidente debido a fallas en la comunicación y la falta de equipo adecuado para medir la distancia al aeropuerto. La visibilidad limitada y los errores humanos contribuyeron al desastre.
La aeronave, con una larga historia de servicio, perdió contacto con la torre de control y, tras un exhaustivo rescate, sus restos fueron encontrados dos días después del siniestro.
Camino a la muerte
La mañana del 9 de enero de 2003 comenzó con normalidad. Y es que la aeronave, un Fokker F28 de 27 años de antigüedad, despegó sin problemas hacia la ciudad de Chachapoyas desde Chiclayo.
Sin embargo, en su último tramo, la tragedia aguardaba. La falta de visibilidad y la falta de un sistema de medición preciso contribuyeron a que la tripulación no pudiera determinar con exactitud la distancia al aeropuerto, lo que los llevó a un descenso prematuro y fatal.
A las 8:46 de la mañana, el avión chocó contra la cara de un cerro conocido como Golorque, en el distrito de San Jerónimo, Amazonas. El impacto fue devastador. No hubo sobrevivientes, y los restos del Fokker F28 fueron localizados dos días después de una búsqueda exhaustiva en las montañas.
Las autoridades informaron que todos los pasajeros y la tripulación perdieron la vida, una de las tragedias más grandes en la aviación civil del país.
La aeronave: un modelo con historia
El avión siniestrado era un Fokker F28 Mk-1000, fabricado en los Países Bajos en 1975. A lo largo de su carrera, había sido parte tanto de la Fuerza Aérea del Perú como de la aerolínea TANS Perú, con un recorrido de más de 3.100 horas de vuelo.
A lo largo de los años, este Fokker F28 fue utilizado en varias funciones, incluyendo el transporte de dignatarios y oficiales del gobierno.
A pesar de su edad, el avión había continuado operando hasta el día de la tragedia, un testimonio de la longevidad de ciertas aeronaves si se mantiene un adecuado nivel de mantenimiento.
Errores humanos
Las investigaciones posteriores al accidente revelaron que la tripulación del vuelo 222 no siguió los protocolos de seguridad establecidos. La comunicación entre los miembros de la cabina fue deficiente, y no se verificaron correctamente los procedimientos de aterrizaje.
El avión, que contaba con un VOR (radiofaro omnidireccional de muy alta frecuencia) para indicar la dirección del aeropuerto, carecía de un equipo crucial para medir la distancia exacta, lo que sumó a la incertidumbre del piloto y copiloto en un entorno de visibilidad casi nula. La falta de un protocolo claro y la sobreconfianza de la tripulación fueron factores decisivos en la tragedia.
Recuerdo y homenaje a las víctimas
Hoy, a más de dos décadas del accidente, los recuerdos de los 46 fallecidos siguen vivos en la memoria colectiva. En Chachapoyas, dos monumentos conmemorativos se erigen en honor a las víctimas, quienes, en su mayoría, eran profesionales de la salud y familias que regresaban a sus hogares.
Entre los muertos se encontraban médicos, niños y otros pasajeros que viajaban con el propósito de reunirse con sus seres queridos.
La tragedia del vuelo 222 no solo dejó una cicatriz profunda en los familiares de las víctimas, sino también en el país entero. La pérdida de vidas en tan poco tiempo se sintió en toda la región, especialmente entre aquellos que tenían relación con las víctimas del accidente.
Uno de ellos fue el doctor Juan Carlos Díaz Sánchez. Por ejemplo, recordó a sus colegas del hospital Virgen de Fátima, quienes perecieron en la tragedia, y cómo el recuerdo de sus contribuciones a la comunidad aún persiste.
Un vuelo marcado por la fatalidad
El vuelo 222 de TANS Perú es recordado como un claro ejemplo de cómo un cúmulo de factores desafortunados pueden culminar en un desastre.
sLa falta de comunicación efectiva, la deficiencia en los equipos de navegación y la descoordinación de la tripulación hicieron que la aeronave no pudiera evitar el impacto.
La tragedia no solo evidenció la importancia de mantener procedimientos rigurosos en la aviación civil, sino también cómo las condiciones laborales y emocionales de la tripulación pueden influir en el desempeño y, en última instancia, en la seguridad de los vuelos.