El 7 de octubre de 2021, el escritor Abdulrazak Gurnah estaba a punto de preparar una taza de té cuando recibió la llamada que lo pondría en las portadas de todos los periódicos y medios digitales del planeta. Haber recibido el Premio Nobel de Literatura en medio de la pandemia del covid-19 no lo libró de la interminable ronda de viajes, presentaciones y entrevistas que vienen con la medalla y los 11 millones de coronas suecas.
A pesar de sus nuevas obligaciones y compromisos, Gurnah asegura que sí “hay tiempo para escribir. Solo tengo que buscarlo”. Nada supera la distancia y privacidad que ofrece un escritorio, pero un avión o tren también sirven como espacio de trabajo cuando se trata de tomar apuntes para discursos y conferencias o avanzar los primeros borradores de algunos capítulos.
Constantemente, el escritor tanzano es cuestionado por escribir en inglés y no en suajili, su lengua materna, y la respuesta sigue siendo la misma: “No sé por qué lo hago”. “La relación de un escritor con el lenguaje no es solo a través de las palabras, es más que eso. No somos una sola cosa y eso se confirma en quienes hablan tres o cuatro idiomas porque nunca escriben de igual manera en cada una de ellas, pero sí será una con la que construya una conexión irremplazable. Aún así, la lengua en la que escribes no es tu identidad”, recalcó.
Gurnah insiste en que los seres humanos no podemos ser catalogados como una sola cosa, sobre todo aquellos que, al igual que él, fueron removidos de su lugar de nacimiento hacia una cultura totalmente diferente. “No dejamos de ser uno y nos convertimos en otro, somos todas las cosas al mismo tiempo”.
¿Cómo lidia esa idea con la llamada apropiación cultural teniendo en cuenta que lo mismo podrían decir quienes desplazaron a tantos de su lugar de nacimiento?
Es distinto. La apropiación cultural es una expresión de la inequidad de poder entre una cultura y otra. Ocurre cuando una cultura poderosa intenta hablar en nombre de otra o reclamar un entendimiento profundo que por sí sola no puede expresarse con tanta intensidad. Es como un adulto hablando por un niño. No digo que seamos niños, sino me refiero a la importancia que se le da a cada voz.
¿Alguna vez lo vivió de cerca?
No en el sentido de cómo escribo, sino desde la historia de la que provengo. Surge la necesidad de decir que lo que están contando no es la historia completa y muchos peruanos sabrán entender esa sensación.
¿La llamada literatura postcolonial nos está llevando a algún lado?
A ninguno, tan solo nos permite un mejor entendimiento de temas históricos y contemporáneos.
¿La reelección de Donald Trump podría ser uno de los efectos del debate sobre el postcolonialismo?
Sin duda alguna, el discurso ha irritado y asustado. Lo que parecía ser una narrativa estable sobre logros históricos y de superioridad ha sido sacudida. Género, raza e historia parecían discusiones cerradas y lo que hemos visto ha sido una respuesta defensiva incluso también desde los colonizados, lamentablemente. Hay un intento de prevenir el pensamiento al censurar libros y detener debates. No hay una nueva historia que contar, solo que las antiguas no están completas.