Este lunes 30 de diciembre de 2024, el luto invade al deporte y la cultura peruana con el fallecimiento de Hugo Sotil, figura icónica del fútbol nacional e internacional que dejó de existir a los 75 años. Reconocido por su talento en las canchas como el primer 10 latinoamericano del FC Barcelona, el deportista también dejó una marca indeleble en el cine con su protagonismo en la película Cholo (1972). Esta cinta, restaurada y reestrenada en el Festival del Cine de Lima (2021), representa un hito en la exploración de la identidad peruana y el mestizaje cultural.
Cholo: el retrato de un joven migrante
La película Cholo cuenta la historia de un joven inmigrante andino que llega a Lima con la esperanza de ingresar a la universidad, pero encuentra barreras raciales y sociales que lo llevan a cuestionar su futuro. En el papel protagónico, Hugo Sotil interpreta a un personaje que lucha entre continuar su vida como pintor, regresar a su tierra natal donde lo espera su enamorada o aceptar propuestas para dedicarse al fútbol.
“Eres una mezcla, y cuando lo comprendas, serás feliz”, señala el diálogo que resume el corazón del filme, el cual busca reivindicar la diversidad cultural peruana. La película combina elementos de ficción y documental, marcando un estilo pionero en el cine latinoamericano de la época.
La restauración de un clásico
Después de casi medio siglo de su estreno, Cholo resurgió en el Festival del Cine de Lima gracias a la labor de Andrea Franco, cineasta y curadora, quien lideró el proceso de restauración en Estados Unidos. Franco recuperó esta obra escrita, dirigida y producida por su abuelo, Bernardo Batievski, un empresario visionario que vio en Sotil el potencial para encabezar una película que capturara el espíritu del mestizaje peruano.
En un encuentro virtual durante el festival, Sotil recordó cómo Batievski lo invitó a protagonizar la cinta tras observar sus entrenamientos en Deportivo Municipal. “Yo solo sabía patear un balón”, relató el exfutbolista en ese entonces, quien aceptó el reto gracias al respaldo y confianza del cineasta. Para prepararse, Sotil recibió clases de pintura del reconocido artista Milner Cajahuaringa, cuyas obras aparecen en el filme.
Identidad y autenticidad en la pantalla
Sotil, oriundo de Ica y de ascendencia andina, se sintió profundamente identificado con el personaje. “Soy un cholo fuerte. A los 11 o 12 años llegué a Lima buscando un mejor convivir”, fueron sus palabras. Durante el rodaje, compartió escena con actores como Hernán Romero y Nancy Gross, quienes lo guiaron en su transición de futbolista a actor.
La película no estuvo exenta de dificultades. La directiva de su club puso trabas, y Batievski tuvo que negociar para permitirle filmar escenas en Europa. Sotil rememora su partida desde el aeropuerto Jorge Chávez, despedido como una celebridad. “Era un cholo más, pero me trataron como si fuera Alain Delon”, comentó entre risas.
Música y contexto histórico
La banda El Polen, pionera en la música fusión, contribuyó con la banda sonora de Cholo. Su mezcla de influencias modernas y géneros andinos complementó el enfoque mestizo de la película. Para el músico Juan Luis Pereyra, el filme representó una sinergia única entre el arte y la identidad peruana.
El contexto sociopolítico también jugó un papel crucial. La historiadora Violeta Núñez destaca que Cholo surgía en un momento en que las ciencias sociales y el arte en el Perú comenzaban a explorar nuevas formas de entender la realidad nacional. La película refleja esta transformación al abordar temas como el racismo, la migración y la construcción de una identidad mestiza.
Un legado vigente
Cholo se ha revalorizado con el tiempo. Para Núñez, la película es “simbólica y vigente”, precursora del nuevo cine latinoamericano, que combinaba elementos del neorrealismo y lo político.
Hoy, con la partida de Hugo Sotil, Cholo queda como una joya cultural que invita a reflexionar sobre la diversidad y el mestizaje en el Perú. Su legado trasciende la pantalla y las canchas, recordándonos la importancia de abrazar nuestras raíces y celebrar la riqueza de nuestra identidad.