La festividad que honra a los Niños Callaocarpino y Jacobo Illanes se ha convertido en uno de los eventos más representativos de la región de Huancavelica. Esta celebración, que tiene lugar entre el 30 de diciembre y el 2 de enero, es mucho más que una manifestación religiosa. Es una prueba palpable de la interacción histórica entre las poblaciones indígenas y africanas que habitaron la zona.
Reconocida como Patrimonio Cultural de la Nación en el año 2015 por su profundo simbolismo y valor histórico, la festividad encierra en su celebración un testimonio único de la memoria colectiva del pueblo huancavelicano.
A lo largo de los años, la festividad ha logrado consolidarse como un referente cultural no solo de la región, sino del Perú entero. Devotos y habitantes de la ciudad de Huancavelica, junto a los residentes de la comunidad campesina de Santa Bárbara, se trasladan cada año hasta el antiguo pueblo de Chaccllatacana, en las cercanías de la antigua mina de mercurio de Santa Bárbara, para rendir homenaje a las dos imágenes veneradas.
Un relato lleno de misterio y devoción
Los orígenes de esta fiesta se enmarcan en relatos orales que narran la aparición de dos niños, uno de piel morena, Jacobo Illanes, y otro rubio y de ojos azules, conocido como Callaocarpino.
Según los relatos más antiguos, los niños se encontraron jugando en la pampa de Chaccllatacana, cerca de la mina de Santa Bárbara, donde al ser interrogados sobre su procedencia, simplemente se alejaron, dejando atrás un enigma que desató la curiosidad de los habitantes. Con el paso del tiempo, ambos niños desaparecieron misteriosamente.
La falta de respuestas sobre su origen y el hecho de que nunca más se les volviera a ver provocaron que la comunidad decidiera construir estatuas en su honor. La imagen de Callaocarpino fue representada como un Niño Jesús, mientras que la figura de Jacobo Illanes simboliza al esclavo africano que desempeñaba labores de pastoreo en la época colonial.
Las estatuas, realizadas en maguey y decoradas con finos detalles, se colocaron en la capilla de la zona, donde comenzaron a realizarse misas en su honor.
La fiesta como vehículo de identidad
La Festividad en honor a los Niños Callaocarpino y Jacobo Illanes se celebra con gran fervor, pero también con una gran dosis de simbolismo. Cada año, los huancavelicanos se agrupan para rendir homenaje a las imágenes sagradas, en un acto que renueva la identidad de la comunidad y reafirma su fe.
Durante estos días, la localidad cobra vida, con celebraciones que incluyen procesiones, danzas y la famosa corrida de toros. La presencia de la cuadrilla de los negritos, tradicionalmente integrada por personas que representan a personajes como el Caporal y la Marica, es uno de los momentos más esperados de la festividad.
El baile de los negritos, caracterizado por coloridos disfraces y campanillas, llena el aire de sonidos festivos mientras las danzas recorren las calles del pueblo. Este evento se complementa con una procesión por la plaza principal, seguida de una misa que fortalece la conexión espiritual entre los devotos y las imágenes de los Niños Callaocarpino y Jacobo Illanes.
Un reconocimiento que honra a las tradiciones
El reconocimiento de esta festividad como Patrimonio Cultural de la Nación no solo representa un homenaje a la fe y la religiosidad de la comunidad huancavelicana, sino que también subraya la importancia de mantener vivas las tradiciones que nos conectan con el pasado.
La resolución emitida por el Ministerio de Cultura destaca cómo esta celebración refleja los complejos procesos históricos ocurridos en la región, incluyendo la interacción entre las poblaciones indígenas y africanas durante la época colonial.
Además, la festividad ha experimentado transformaciones a lo largo del tiempo, adaptándose a las nuevas realidades sin perder su esencia. La participación de los negritos, la representación de la danza de los negritos y la celebración del toro puqllay son algunos de los elementos que han logrado mantenerse vivos, mientras que otras expresiones locales como la Danza de Tijeras han quedado en el olvido.
En su conjunto, la fiesta es un símbolo de resistencia y de reafirmación cultural, un recordatorio de que las tradiciones pueden perdurar y renovarse a lo largo del tiempo. La veneración de los Niños Callaocarpino y Jacobo Illanes, con su carga simbólica de fe y misterio, sigue uniendo a las generaciones pasadas, presentes y futuras en una celebración que honra tanto la historia como la espiritualidad de Huancavelica.