Un reciente estudio publicado en la revista Nature Neuroscience ofrece una visión detallada de cómo el embarazo transforma el cerebro humano, arrojando luz sobre cambios significativos en regiones cerebrales críticas. A través de imágenes de resonancia magnética (TRM) de mujeres antes, durante y después del embarazo, los investigadores identifican modificaciones profundas, desde la reducción en el volumen de ciertas áreas hasta alteraciones en la conectividad neuronal. Este análisis, que refuerza hallazgos anteriores y aporta nuevos datos, plantea nuevas preguntas sobre cómo estas transformaciones impactan la relación materno-infantil y el bienestar físico y emocional.
Según The New York Times, el estudio resalta que durante el embarazo se producen encogimientos en áreas cerebrales relacionadas con el procesamiento emocional y social, cambios que coinciden con un aumento hormonal fundamental, particularmente del estrógeno. A este respecto, Emily Jacobs, autora principal del estudio y neurocientífica de la Universidad de California en Santa Bárbara, comentó al medio: “El encogimiento del cerebro durante el embarazo no es algo malo y quizás refleje un proceso de poda que le permite al cerebro lograr un mayor grado de especialización”. En una descripción ilustrativa, Jacobs compara este proceso con la creación de una estatua: la eliminación del mármol sobrante para revelar “una obra cuidadosamente afinada”.
Cambios en la materia blanca y gris
Uno de los aspectos destacados del estudio es la transformación en la materia blanca, un conjunto de fibras que facilitan la conexión entre neuronas. Durante el embarazo, estas fibras se volvieron más eficientes en la transmisión de señales, un efecto equiparado a “calles mejores pavimentadas”, en palabras de Elizabeth Chrastil, neurocientífica que participó en el estudio. El medio subraya, sin embargo, que este cambio es temporal, pues desapareció antes del nacimiento. Por otro lado, se detectan reducciones persistentes de aproximadamente un 4 % del volumen de materia gris en el 80 % de las áreas cerebrales analizadas, particularmente en aquellas vinculadas con la red de modo predeterminado. Esta red influye en el reconocimiento de emociones y perspectivas, lo que según Jacobs “puede tener relación con los ajustes del cerebro para satisfacer las necesidades de un bebé”.
Chrastil, quien también fue parte del objeto de estudio durante su embarazo, declaró a The New York Times que pese a estas profundas modificaciones, no percibió síntomas evidentes: “Durante el embarazo, no me percaté de ningún tipo de efecto relacionado con estos cambios cerebrales“. No obstante, para la novena semana de gestación, los escaneos ya mostraron transformaciones significativas.
Hormonas y la sensibilidad del cerebro
En palabras de Ronald Dahl, director del Instituto de Desarrollo Humano en la Universidad de California, entrevistado por el medio antes citado, este estudio subraya el papel clave que juegan las hormonas durante períodos de transición como el embarazo y la pubertad: “Parece que afecta muchos de estos sistemas, ajustando las prioridades y motivaciones del cerebro”. Estas “ventanas de aprendizaje” sensibilizan el cerebro para la formación de vínculos, habilidades de adaptación y desarrollo de comportamientos maternos.
Elseline Hoekzema, neurocientífica del Centro Médico de la Universidad de Ámsterdam y experta en el impacto del embarazo en el cerebro, destacó al medio que este estudio aporta una dimensión adicional a investigaciones previas. Mientras estudios anteriores documentaron cambios estructurales duraderos, Hoekzema subraya que el trabajo actual revela también “cambios más sutiles y pasajeros”, que amplían la comprensión de las adaptaciones cerebrales.
Un mapeo predictivo del embarazo
El equipo liderado por Hoekzema desarrolló un algoritmo capaz de identificar si una mujer está embarazada basándose únicamente en las modificaciones cerebrales. Según detalló al medio, este hallazgo sugiere que las transformaciones cerebrales están vinculadas con comportamientos característicos de las madres, como el vínculo materno-fetal y el instinto de anidación. Con esto, se resalta cómo estas investigaciones podrían abrir nuevas líneas de estudio sobre afecciones como la depresión posparto y trastornos asociados a la preeclampsia.
Implicaciones emocionales y sociales
Dahl demostró, además, que las transformaciones cerebrales durante el embarazo hacen aún más relevante el apoyo social y emocional durante esta etapa, proponiendo que el entorno puede potenciar los cambios positivos en la adaptación neurobiológica a la maternidad. Al respecto, Jacobs agregó que si bien los cambios estudiados son combinados observados en mujeres gestantes, la crianza no necesariamente depende de haber experimentado estos procesos. “Los padres adoptivos, otras figuras de apoyo o cualquier persona encargada de cuidar a niños también pueden exhibir los comportamientos necesarios para la crianza”, puntualizó en declaraciones al medio.
Una mirada al futuro
Como parte del análisis a largo plazo, los investigadores observaron que varios de los cambios estructurales en el cerebro —particularmente los relacionados con la materia gris— persisten hasta dos años posparto. Según Jacobs, esto sugiere que el impacto de las hormonas del embarazo no es meramente temporal, sino que “crea impresiones permanentes en el cerebro”. En contraste, los cambios en la materia blanca se desvanecieron rápidamente, algo que, de acuerdo con Chrastil, requiere un análisis más profundo para entender por qué sucede de esta manera.
Chrastil finalizó señalando que aún queda mucho por descubrir en este campo: “Apenas tocamos la superficie en la comprensión de este tema”. Este estudio no solo aporta un vistazo detallado a las transformaciones cerebrales en la maternidad, sino que también plantea preguntas sobre cómo estas modificaciones pueden influir en la interacción social, el aprendizaje y los trastornos neurológicos en mujeres gestantes.