El Jirón Huancavelica, una de las arterias históricas de la ciudad de Lima, atesora relatos que atraviesan siglos. En sus cuadras, se encuentran referencias a personajes ilustres, edificaciones emblemáticas y una conexión inquebrantable con las tradiciones peruanas.
Este jirón, que hoy extiende su presencia desde el Jirón de la Unión hasta la Avenida Tacna, debe su nombre al departamento de Huancavelica, famoso por sus yacimientos de mercurio y su fervorosa Semana Santa, donde se celebra el Vía Crucis más alto del mundo.
Orígenes y transformaciones
Desde la fundación de Lima en 1535, este jirón no era más que un conjunto de calles dispersas. En el siglo XIX, recibió el nombre de Huancavelica, consolidándose como una vía principal.
La cuadra uno, conocida antiguamente como la Calle del Escato, albergó la residencia de Pedro Centeno Valdés, alcalde de Lima en 1643. En la misma cuadra se encuentra la plazuela de La Merced, junto a la iglesia homónima, un testigo silente de la evolución histórica de la ciudad.
En esta misma zona vivió el Gran Almirante Miguel Grau Seminario, el héroe del Combate de Angamos. Su casa, ubicada en esta cuadra hasta 1867, es hoy el Museo Naval, donde se conserva su legado para las nuevas generaciones.
Cultura y arte en cada esquina
La segunda cuadra del Jirón Huancavelica fue conocida como la Calle del Teatro debido al Teatro Segura, uno de los espacios culturales más significativos de Lima.
Este recinto, que comenzó como un corral de comedias, vio brillar a figuras icónicas como Micaela Villegas, conocida como la Perricholi. Frente al teatro se encuentra una estatua del poeta César Vallejo, un homenaje al genio literario peruano.
También en esta cuadra se encuentra la plazuela donde operaba el Hotel Universo. Durante la guerra civil entre Cáceres y Piérola, este lugar fue utilizado como cuartel militar. Hoy, un código QR colocado por la Municipalidad permite a los visitantes conocer más sobre este espacio lleno de historia.
La cuadra tres, en tanto, guarda los secretos de la tradicional Bodega Carbone. Fundada en 1923 por el inmigrante italiano Antonio Carbone, este restaurante ha sido punto de encuentro de intelectuales, artistas y escritores de varias generaciones.
Sus sándwiches y ensaladas, especialmente la patita de chancho, son legendarios. El periodista Eloy Jáuregui describió este lugar como un espacio donde el prestigio y el sabor se combinan para crear una experiencia inolvidable.
Fe y tradición
Al llegar a la cuarta cuadra, conocida en el pasado como la Calle de Nazarenas, se entra a un territorio marcado por la religiosidad.
Aquí se encuentra el Monasterio de las Nazarenas, hogar de la venerada imagen del Señor de los Milagros, uno de los símbolos más importantes de la fe católica en Perú. A su alrededor, los negocios de artículos religiosos florecen, atrayendo a miles de devotos cada año.
La quinta cuadra, también conocida como la Calle de Caballos, albergaba un lugar de alquiler de equinos. Más tarde, fue rebautizada como la Plazuela de Las Nazarenas, reforzando la importancia del monasterio en la zona.
Además, aquí se ubica el Museo del Señor de los Milagros, una parada obligatoria para quienes desean profundizar en la historia de esta devoción.
Vestigios de la Lima colonial
Avanzando hacia la séptima cuadra, conocida como la Calle de Torrecilla, encontramos el solar de San Carlos. Esta construcción, que data de 1869, fue obra del arquitecto Alberto Cuello. Aunque hoy luce precaria, mantiene una conexión palpable con el pasado colonial de la ciudad.
El Jirón Huancavelica no es solo un reflejo del pasado, sino también una vía llena de posibilidades para el futuro. Con cada restauración y cada investigación histórica, se abren nuevas oportunidades para que limeños y visitantes redescubran sus encantos.
Este lugar, testigo de tantas transformaciones, sigue siendo un recordatorio vivo de la riqueza cultural e histórica de Lima, una ciudad que nunca deja de sorprender a quienes se atreven a explorarla.