La bicicleta observa, quieta, cómo las ciclovías de Lima, creadas para ella, se ven invadidas por motociclistas que no le prestan atención. Cada vez que un motor pasa a toda velocidad, la bicicleta se siente desplazada, perdida en su propio espacio. A pesar de la luz que refleja su marco, no puede evitar ver cómo el caos la rodea.
Esta situación adversa no la experimentaba pocos años después de que la bicicleta pisó suelo peruano. En aquellos primeros tiempos del siglo XX, las calles de Lima eran tranquilas, con apenas unos pocos vehículos circulando.
Los ciclistas, entonces respetados, disfrutaban de un espacio donde el tráfico no invadía sus caminos. El ruido de los autos y motocicletas era casi inexistente, y el pedaleo en las avenidas era una experiencia pacífica.
Pero, ¿cuándo llegó la bicicleta al Perú? En principio, el origen de la bicicleta en el mundo se remonta al siglo XVII con la invención del celerífero, un rudimentario aparato de dos ruedas sin pedales. A lo largo del tiempo, este medio de transporte evolucionó considerablemente. Entre sus primeras versiones sobresalieron los biciclos, reconocibles por su enorme rueda delantera, que fueron los primeros en recorrer las calles de la capital.
Mientras unos pocos biciclos circulaban por Lima, en ciudades europeas ya se utilizaban bicicletas similares a las que conocemos hoy en día. La historiadora peruana Fanni Muñoz da más detalles sobre el particular en su libro “Diversiones públicas en Lima (1890 -1920): la experiencia de la modernidad”.
“La bicicleta, tal y como la conocemos hoy en día, se comenzó a usar a fines del siglo pasado, cuando en 1883 Dunlop crea el neumático, con lo cual adquiere rapidez. Inicialmente solo la usaban los sectores altos de la sociedad, pero hacia 1891-como señala Eugen Weber, al estudiar los cambios operados en la sociedad francesa de fin de siglo- ‘el ciclismo ensalzado y promocionado por la prensa, se convirtió en el más popular de los deportes’”, escribió la investigadora.
En el Perú, a finales del siglo XIX, las polvorientas calles de Lima y sus alrededores pronto se transformaron en escenarios de emocionantes carreras que despertaron el interés y la curiosidad de los limeños.
La llegada de la bicicleta al Perú
A finales del siglo XIX, jóvenes de familias acomodadas trajeron desde Europa las primeras bicicletas con ruedas sólidas y de igual tamaño. Su llegada causó tal asombro entre los muchachos de la época que no tardaron en llamarlas “arañas”, fascinados por su peculiar apariencia.
En el libro “Diversiones públicas en Lima (1890 -1920): la experiencia de la modernidad” de Fanni Muñoz, se puede leer que “en 1890 se vieron las primeras bicicletas -o velocípedos como también se le llamaron- en la ciudad”. Según la investigadora, estas fueron traídas de Europa por los hermanos Miró Quesada.
El entusiasmo por la bicicleta pronto se extendió entre jóvenes, estudiantes y profesionales de las clases media y alta. En 1891, Carlos Zavala marcó un hito al traer al país la primera bicicleta equipada con llantas neumáticas.
El interés por la “máquina de dos ruedas” creció rápidamente, y para 1896 ya había un número considerable de ciclistas en Lima. Fajardo Barrera, aprovechando este auge, inauguró la primera agencia en la calle de Lescano y promovió el deporte en las calles de Mercaderes y Espaderos, conocidas por su “pavimento apropiado”.
Desde las 11 de la noche, multitudes se congregaban desde el Jirón de La Unión hasta la calle Boza y luego a Juan Simón. Allí, disfrutaban de emocionantes carreras y acrobacias realizadas por intrépidos ciclistas que deslumbraban con su destreza.
En 1896, impulsado por el creciente entusiasmo y la apertura de nuevas agencias, Pedro de Osma propuso crear una entidad que representara adecuadamente a los ciclistas. La iniciativa se materializó el 22 de diciembre en el bar de la Bolsa, situado en la calle de Jesús de Nazareno.
Ante una numerosa concurrencia y en medio de aplausos y vítores, nació la Unión Ciclista Peruana, que más tarde adoptaría el nombre de Club Ciclista Lima.
Con su formalización, el ciclismo adquirió mayor relevancia en la vida urbana. Un ejemplo notable fue la puesta en escena de la obra teatral En bicicleta, presentada en honor al club durante la primera exhibición del cinematógrafo en Lima en 1897. Asimismo, el intendente emitió una orden a los comisarios para regular el tráfico en favor de los ciclistas.
El uso de la bicicleta por parte de las mujeres
Pocos años después de la llegada de la bicicleta al Perú, las mujeres también comenzaron a adoptar este medio de transporte, rompiendo con las convenciones sociales de la época. Pese a que inicialmente se las veía con recelo al verlas sobre dos ruedas, pronto demostraron que podían dominar la bicicleta con la misma destreza que los hombres.
“Con el ciclismo las mujeres comenzaron a experimentar un mundo libre, con fronteras amplias; al mismo tiempo, este deporte se convirtió en un objeto simbólico del ser moderno, del mundo de ‘elegancia’, de sobriedad, que se vinculó con lo nuevo y con una nueva estética”, escribió Fanni Muñoz en el libro “Diversiones públicas en Lima (1890 -1920): la experiencia de la modernidad”.
Pese a que las mujeres comenzaron a disfrutar de la bicicleta, su práctica desató debates tanto en la comunidad médica como en ciertos sectores de la sociedad.
Finalmente, la historiadora citó a Eugen Weber para señalar lo siguiente: “Se creía que esta actividad podía masculinizar a las mujeres y, también, se tenía temor de que las mujeres pudieran perder la virginidad y que esta práctica pudiese producir en ellas una especie de masturbación deportiva”.
Hoy en día, la bicicleta ha dejado de ser una actividad exclusiva de las clases altas y se ha convertido en una opción accesible para todos los sectores sociales. En el centro de Lima, es posible encontrar bicicletas nuevas desde 700 soles, lo que demuestra que este medio de transporte ha ganado popularidad entre personas de diversos estratos. Así, el uso de la bicicleta se ha democratizado, siendo una opción práctica y económica para quienes buscan moverse por la ciudad de manera eficiente y sostenible.