“No quiero ser venezolano”, el peso que enfrentan muchos niños, niñas y adolescentes migrantes en el sistema educativo peruano

Esta población vulnerable muchas veces atraviesa un complejo proceso que suele pasar desapercibido. En el Día Internacional del Migrante, consultamos con diversos especialistas que explican cómo se adaptan, qué se viene haciendo para facilitar este camino y cómo se identifican con un país que, en varios casos, sigue siendo hostil

Niños, niñas y adolescentes migrantes en Perú enfrentan un complejo proceso de adaptación. Foto: Grok

“Mamá, yo no quiero ser venezolano, lo odio, quiero ser peruano”. Así es como recuerda Yenifer Gil que su pequeño Alirio Sebastián reaccionaba ante el rechazo de algunos compañeros de su colegio en Piura. Desde su llegada a Perú en 2018, con solo año y medio de edad, este niño ha crecido en un país que es su casa, pero que a la vez puede ser un territorio hostil.

En sus primeros años, fue inscrito en una guardería donde recibía estimulación temprana. Una maestra lo golpeaba y le recomendaron sacarlo de allí. “Llegaba llorando a casa, con sus cachetitos morados, diciendo que no quería ir más a la escuela”, relata su madre.

A los tres años, Alirio Sebastián pasó al colegio público ‘IE 225 Los Titanes’ para cursar inicial. “Le gustaba, se levantaba solito para ir a clases. Mas bien, lloraba los fines de semana porque no iba”, cuenta.

Alirio Velásquez cuenta los difíciles momentos que vivió su hijo en un colegio de primaria como niño migrante. Infobae

Fue cuando ingresó a primaria en otro colegio que empezó a cambiar, se puso tímido y no quería ir al colegio. Alirio Velásquez, padre del niño, explica cómo vivieron el momento más duro de este proceso, cuando Alirio Sebastián trajo su uniforme de Educación Física completamente embarrado: “Nos comentó que en el baño tres niños lo habían golpeado, y lo arrastraron por el piso. Tuvimos que botar su franelita, quedó inservible, porque lo arrastraron en el agua sucia. Tomamos fotos y se las mostramos después a los profesores”.

Otro es el caso de Lesdy Pargas y su hijo Salvador Arteaga, que salieron en 2021 de Venezuela bajo amenazas, porque no aceptaron que renuncie a su trabajo como médica en el Estado. El pequeño entonces tenía cuatro años y ya había cursado inicial en su país.

Actualmente, asiste a un colegio público cerca a Brisas de Oquendo, en el Callao. En su caso, no ha tenido problemas de acoso escolar, pero por una catarata congénita bilateral, tiene visión limitada, lo que, en ocasiones, le impide seguir el ritmo de las clases.

Lesdy Pargas, mamá de Salvador Arteaga, cuenta las dificultades que atraviesa su niño en la escuela por el hecho de tener visión limitada. Infobae Perú
“Algunos compañeros más bien colaboran con él sabiendo la dificultad que tiene. Lo que sí me refiere es que le preguntan cuándo se va a operar, y con 30 niños que hay en el aula a veces, las profesoras no lo ayudan mucho”, indica Lesdy.

Para entender la magnitud de esta situación, al 2022 había 450 mil niños, niñas y adolescentes venezolanos en Perú, tal como estimó la ‘Encuesta a la Población Venezolana Residente en el Perú (ENPOVE)’, publicada por el INEI. “Fue probablemente el pico más alto. Pero después esta cifra empieza a caer, porque se relajaron las restricciones por el Covid. Hoy, probablemente esa cantidad esté bordeando la mitad. Pero son aproximaciones, por el importante número de personas en situación irregular que hay todavía”, apunta Michel Hoffmann, coordinador de la unidad de movilidad laboral e inclusión social de la OIM a Infobae Perú.

Michel Hoffmann, funcionario de la OIM, detalla las etapas que viven actualmente los migrantes en Perú y cómo se mueven las cifras. Infobae Perú

Este contexto de hostilidad y falta de sensibilización narrado por Yenifer y Lesdy persiste como obstáculo para muchos migrantes. “Las infancias y adolescentes son la población a quien hay que proteger, pues en el futuro serán adultos integrados. Algunos crecerán aquí, accederán a educación superior, y serán parte de la población que va a construir el Perú”, sostiene la psicóloga especialista en migrantes y refugiados, María Nouel.

Estereotipos negativos y discriminación

“Cuando mi hijo ingresó a primer grado, era el único extranjero. Allí le hacían comentarios sobre su nacionalidad y lo golpeaban. Llegó a sentirse diferente y me decía ‘mamá, yo no quiero ser venezolano, lo odio, quiero ser peruano’. Luego, con el tratamiento psicológico, le enseñamos que hay otras culturas y que no se debe avergonzar”, detalla Yenifer sobre Alirio Sebastián.

En 2022, el 35,6% de los venezolanos en Perú encuestados se sintió discriminado, según el ENPOVE. De este total, la discriminación en instituciones educativas se reporta en un 8,3%, en referencia a situaciones de acoso o exclusión escolar.

Yenifer prosigue: “Recibí apoyo de un proyecto de protección a migrantes en Piura y me informaron que tanto el niño que recibe el bullying como el que lo hace deben pasar por un proceso de terapia, ellos y sus padres, porque los comentarios que hacían, no son de niños. Entre niños no hay maldad, lo han tenido que escuchar de adultos”.

Alirio Sebastián, el pequeño de ocho años, ha encontrado estabilidad en el colegio, luego de una crisis de acoso.

Ese proyecto es ‘Alma Llanera’ a cargo de CARE Perú. La Coordinadora Regional del proyecto en la región Piura, Dina Rentería, sostiene que los niños, niñas y adolescentes muchas veces se ven afectados por las propias noticias que relacionan a la migración con la criminalidad. “Esos mensajes muchas veces se traslucen en discriminación y estereotipos negativos”, afirma.

La psicóloga María Nouel coincide y remarca lo dura que ha sido mucha de la prensa peruana, asociando a los venezolanos con bandas criminales o con la prostitución. Muchas veces, se hipersexualiza a las mujeres venezolanas o se relaciona a todos los venezolanos con la delincuencia, lo que genera un concepto equivocado. Explica que esto complica la integración de las infancias y adolescencias a ese segundo hogar que es la escuela.

Por su parte, Lucy Harman, Gerente de Gestión de Riesgos de Desastres y Respuesta Humanitaria de CARE Perú, recuerda que “Perú es un país de migrantes, de mucha migración interna, entonces también hay que tener mayor tolerancia hacia las diferencias”. Estas desigualdades, más que ser un evento en contra, remarcan lo positivo de tener visiones, alternativas, mundos y realidades distintas.

Lucy Harman de CARE Perú refiere que Perú sigue siendo un país de acogida para los migrantes. Infobae Perú

Si bien a nivel Estado ha habido avances en la respuesta que se le da a la población migrante en diferentes aspectos, hay un contraste con el discurso estigmatizante desde los más altos cargos del gobierno central, que se traduce en políticas más restrictivas.

Sobre el particular, Daniel Rejas, excoordinador regional de programas en la Federación Internacional de la Cruz Roja, califica como “lamentable” que las principales autoridades tengan expresiones xenófobas. “No hacen bien a personas que siguen estando en situación de vulnerabilidad. La sociedad civil debe manifestar su preocupación ante este tipo de discursos”, manifiesta.

Educación a migrantes, una puerta entreabierta

Lesdy Pargas comenta que conseguir cupo en un colegio del Estado para Salvador fue un desafío. Tuvo la oportunidad de hablar con un profesor quien les recomendó que su hijo haga un curso de verano de nivelación pagado, y luego de eso recién pudo incorporarse a la escuela.

Al 2022, se calculaba que había más de 135 mil estudiantes venezolanos formando parte de la Educación Básica Regular, según el reporte ‘Situación de los estudiantes venezolanos en Perú’, publicado por el Ministerio de Educación.

Aunque cada vez menos, niños, niñas y adolescentes migrantes sigue enfrentando dificultades para acceder a la educación básica regular. Foto: Gobierno del Perú

Dina Rentería, del proyecto ‘Alma Llanera’ de CARE, menciona que el sistema educativo nacional está desbordado, no solamente para niños venezolanos. Hay un sobrecopamiento, y encontrar lugar en buenas escuelas públicas es muy difícil. Sin contar que algunos colegios están muy lejos de donde viven estas familias.

Por su parte, Michel Hoffmann de la OIM opina que en general el sistema educativo “sí ha mejorado” en cuanto a la calidad educativa, pero quedan desafíos pendientes, tanto en infraestructura, como en capacitación a docentes.

Enseguida, el funcionario pone énfasis en un aspecto preocupante: “La deserción escolar en población refugiada y migrante venezolana está 17 puntos porcentuales por encima de la media peruana. Lamentablemente, esto se repite muchas veces también con la población migrante peruana que llega desde el campo a la ciudad”.

Recordemos que el trabajo infantil es una de las principales razones por las que muchos niños no se inscriben en el sistema educativo, con un 20% de los encuestados mencionando esta causa en el informe Análisis Conjunto de Necesidades 2023 a cargo de GTRM (Grupo de Trabajo para la Respuesta de Refugiados y Migrantes Venezolanos en el Perú) y R4V.

Se estima que en el Perú viven 1,6 millones de venezolanos, siendo la población migrante más importante del país.

La mochila del duelo migratorio y la salud mental

Cada niño lleva un proceso distinto. En el caso de Alirio Sebastián, el pequeño venezolano que estudia en Piura, conserva muchísimos recuerdos de Venezuela, pese a que vino de muy pequeño. Su anhelo es volver, porque “era feliz allá”. Ese sentimiento se acrecentó cuando con su familia visitó su país después de siete años, en marzo último.

Mientras que Salvador, el niño que vive en el Callao, estaba feliz de llegar a Perú. Pero el golpe más duro a su corta edad llegó en noviembre de 2022, cuando falleció su abuelo de un infarto en Venezuela. “Lloró mucho. Fueron días muy tristes. Cada vez que le hace la carta al Niño Jesús siempre le dice que por favor le dé un corazón para que su abuelo regrese”.

Ambas características responden a lo que es el duelo migratorio. En palabras de la psicóloga María Nouel, esta es una respuesta esperable ante cualquier situación de pérdida del contexto conocido”. Dentro de todo ese proceso de duelo por la migración, hay microduelos, que en el caso de las infancias y adolescencias, tienen que ver con la pérdida de la escuela, de los compañeritos, los amigos de la cuadra, los juguetes que no me pude llevar, e incluso las mascotas”, revela.

Psicóloga María Nouel explica el proceso de migración de las familias y el duelo que se genera como consecuencia de este movimiento. Infobae Perú

Agrega que es sano vivir este proceso. Se atraviesa por diversas fases, como la de shock, “cuando me avisan que me voy; puedo entrar en negación”. O emociones complejas como la ira, o una profunda tristeza que puede estar relacionada con la depresión. Para finalmente entrar a una fase de aceptación.

“Pero si el contexto al que llegamos es hostil, me discrimina, me juzga, no me arropa, entonces ese proceso de duelo va a ser mucho más complejo”, asevera.

Lucy Harman, de CARE Perú, subraya que para los chicos es muy complicado dejar a sus amigos, su colegio, su medio. El duelo migratorio es una mochila muy pesada, e indica que puede afectar a nivel de estudios, porque en el proceso mismo del viaje, pierden tiempo lectivo, llegan al país con brechas de meses y a veces años, de no ir a la escuela.

“Cuando acceden al sistema escolar, los evalúan y no llegan al año que les corresponde en términos de edad. Entonces, tienes a niños de extraedad que se sienten mal porque están estudiando con alumnos más chicos. Y ya sabemos lo agresivos que pueden ser los comentarios contra personas que ya vienen con la autoestima golpeada por la situación que viven. Es un círculo vicioso que hay que ayudar a romper”, advierte la especialista.

Redes de apoyo a migrantes y refugiados

Yenifer Gil, madre de Alirio Sebastián, rememora cómo trataron en el colegio el caso de bullying contra su hijo. Cree que la maestra no estaba preparada, porque al denunciar el hecho, le pidió manejarlo entre ellas. Luego se enteró que nunca se comunicó con las madres de los niños que maltrataron a su pequeño. “Incluso nos sugirió que mi hijo podría tener un problema psicológico. Por eso lo llevé al especialista para comprobar que no era cierto”.

La familia Velásquez Gil viajando a Venezuela solo de visita. Alirio Sebastián fue el más feliz y espera volver a su país algún día

Alirio Velásquez, padre de Alirio Sebastián, trabaja como profesor de Educación Física en el mismo colegio donde estudia su hijo. Recuerda que en otra oportunidad, cuando el pequeño fue agredido, el niño respondió con un golpe. En ese momento, las autoridades del colegio lo buscaron de inmediato para pedirle explicaciones.

Este evidente trato diferenciado responde a un tema de preparación de la comunidad educativa ante ciertos casos, explica Michel Hoffmann. Y comparte cómo buscan contrarrestar estas situaciones desde el Grupo de Trabajo para la Respuesta de Refugiados y Migrantes Venezolanos en el Perú, que tiene más de 100 miembros, liderado por OIM y ACNUR.

Dentro del sistema educativo, vienen trabajando en conjunto con el Minedu, respecto a la orientación en la matrícula escolar, traslados y cómo encontrar vacantes en los colegios públicos. En la OIM tienen un programa llamado ‘Matrícula Brillante’, donde han podido orientar el año pasado a más de 4 mil familias.

Diversas instituciones se centran en la atención a migrantes venezolanos en Perú. Los niños, niñas y adolescentes deben ser prioridad. Foto: Andina

Asimismo, han capacitado a docentes y funcionarios, y a la par hay una adecuación que se ha venido haciendo en la normativa del Minedu para facilitar la inscripción de niños, niñas y adolescentes migrantes. “Por ejemplo, si no tuviese algún documento de identidad, se hacen declaraciones juradas para la inscripción, para después regularizar. Eso ya es un gran avance”, manifiesta Hoffman.

Por otro lado, está el trabajo de la OIM en temas de lucha contra la xenofobia y discriminación. Por ejemplo, el programa ‘Una escuela para tod@s’, con actividades lúdico-pedagógicas de integración, así como ‘El balón no tiene fronteras’, donde usan el deporte como elemento integrador. “Al trabajar directamente con niños y niñas a nivel escolar, ellos terminan siendo el factor de cambio”, dice Hoffmann.

Además del Minedu, OIM mantiene un trabajo articulado y de manera conjunta, con la Superintendencia Nacional de Migraciones, Cancillería, Ministerio de Trabajo, Ministerio de la Mujer, Ministerio de Salud, entre otros. “Los esfuerzos van en el camino correcto”, apunta.

En la misma línea, ‘Alma Llanera’ es uno de los varios proyectos que tiene CARE Perú ante las necesidades de la población que migra en grandes cantidades. Actualmente, el proyecto cuenta con un centro de atención e información integral (CAI) en Piura y en cinco años se ha alcanzado la atención de 125 mil personas.

“Uno de los grandes desafíos es la regularización migratoria, La falta de documentos genera una limitación de accesos a educación, salud, inclusive a trabajos. Ese es el primer servicio que se da. A partir de allí se abren otros servicios y los niños, niñas, se ven beneficiados con acceso a salud, como también a servicios de educación”, subraya Dina Rentería.
CARE Perú es una de las instituciones que trabaja con migrantes en Perú. Desde el terremoto de 1970 estableció una oficina en el país.

En su experiencia en la Federación Internacional de la Cruz Roja, Daniel Rejas trabajó con algunos colegios en Lima. A través de las artes, juego y enfoques de innovación social, las autoridades escolares, profesores y niños, tanto locales como migrantes, descubrían las preocupaciones en torno a la migración.

“Se trata de crear espacios seguros que se convierten en una vía alternativa para hablar de temas difíciles. Son momentos donde el profesor ya no es tan profesor, el director ya no es tan director, y el alumno deja de ser alumno. Estas prácticas han tenido acogida y lograron ser replicadas en otras ciudades”, puntualiza.

¿Más peruano que venezolano?

Salvador se ha adaptado muy bien en su colegio del Callao. Las mamás lo conocen como el ‘ginguito’ y por su carácter desenvuelto siempre lo toman en cuenta para las actuaciones. Quiere quedarse en Perú. “Las comidas de Perú son buenas, y acá me siento más tranquilo, más feliz, por las playas, por la gente que también es buena. Yo me quiero quedar aquí y solo ir a Venezuela en vacaciones”. Su madre, Lesdy, coincide: “Si tenemos la oportunidad aquí de poder adquirir una casa o algún beneficio, nos quedaríamos. Mientras ese gobierno [de Nicolás Maduro] siga, no podemos regresar a Venezuela”.

Mientras que con el episodio del bullying ya superado, Alirio Sebastián comenzó a mejorar en el colegio, pero su deseo de volver persiste. “Estoy sacando buenas notas. Mi curso favorito es matemáticas. De grande sueño con ser médico deportólogo. Practico básquet y admiro a Michael Jordan. Si pudiera, regresaría a Venezuela. Me gusta más la comida venezolana”, nos dice.

Alirio Sebastián, niño migrante en el Perú, cantando canciones típicas de Venezuela. Archivo personal

¿Qué tan fácil es generar un vínculo con el país al que un niño migra? Lucy Harman recuerda su conversación con una madre de familia cuando hubo un partido Perú vs. Venezuela. La mamá le preguntaba a sus hijos a qué selección le iban a hacer barra, y le respondían que a Perú. “Ella se sintió ofendida. Pero los chicos tienen amigos, compañeros de colegio y del barrio peruanos. Ellos no se sienten puramente venezolanos, han adoptado la peruanidad en los usos, las costumbres, las comidas y las prácticas”.

Con el tiempo los niños pueden desarrollar un sentido de pertenencia por el país. Las niñas, niños y adolescentes tienen toda la oportunidad de desarrollar ese arraigo, sostiene la psicóloga María Nouel.

“Lo interesante es cómo estas dos culturas van a ser parte de ellos. Muchas veces se habla del temor de querer desarrollar arraigo con el Perú porque dejarían atrás a Venezuela. Pero realmente no tiene que ser así. Puedo tener arraigo con ambos países, con la riqueza y lo bonito de la gente de ambos países”, precisa.