La Amazonía, que abarca principalmente los territorios de Brasil, Perú y Colombia, sigue siendo una de las áreas más remotas del planeta debido a su inaccesibilidad. Es por ello que muchos de sus secretos aún continúan escondidos entre la vegetación y las comunidades más antiguas.
Por mucho tiempo, uno de esos misterios fueron las pinturas rupestres de la región colombiana Serranía de La Lindosa. Estas obras, cuya antigüedad se remonta a más de 11.000 años, han sido finalmente documentadas por investigadores colombianos y del Reino Unido, quienes junto con ancianos indígenas y especialistas en rituales, descubrieron decenas de miles de imágenes en seis de los sitios.
“He trabajado con arte rupestre y grupos indígenas en todos los continentes, y nunca hemos tenido la fortuna de tener una correspondencia tan directa entre el testimonio indígena y los motivos específicos del arte rupestre”, señala Jamie Hampson, arqueólogo de la Universidad de Exeter y autor principal del estudio, publicado en la revista Advances in Rock Art Studies.
Los personajes en ocre, incluyen figuras humanas junto con un ecosistema diverso de animales, plantas y formas geométricas. Según los hallazgos del equipo, las pinturas no son solo un registro de observaciones de la época, sino que reflejan negociaciones ritualizadas con reinos espirituales. Entre las imágenes, se observan escenas de transformación en animales y seres híbridos de plantas y humanos.
Narrativas espirituales y significados ocultos
Ismael Sierra, hablante de tukano, explica que “estos son hombres con dos brazos, son gigantes que existen en esa maloca espiritual”. Además, describe una representación de “un león pantera que tiene dos cabezas, una aquí y otra aquí; en lugar de una cola tiene una cabeza”. Estas criaturas pertenecen al mundo espiritual, lo que refuerza la idea de que muchas culturas amazónicas recurren a espíritus del bosque para proteger a la fauna y garantizar cacerías exitosas.
Para cerrar la brecha entre el mundo humano y el espiritual, las personas pintaban los animales necesarios en las paredes con pigmento rojo, acompañados de símbolos que representan otras peticiones como la fertilidad.
“Algunos animales representan a humanos”, explica el equipo. Asimismo, añaden que “los jaguares son vistos como avatares para los chamanes, sirviendo como mediadores entre la vida y la muerte, el mundo humano y el espiritual”. En al menos una lengua local, el desana, la palabra “yee” simboliza tanto a un jaguar como a un chamán.
Hampson destaca la importancia de la colaboración con los ancianos indígenas: “La colaboración nos permite entender que se trata de un arte sagrado, ritualista, creado dentro de una cosmología animista en lugares sagrados del paisaje”. La desconexión del arte indígena de sus pueblos representa un riesgo para el patrimonio cultural y su preservación. Documentar y conectar estas historias con las culturas actuales no solo cumple un propósito antropológico, sino que ayuda a los descendientes indígenas a conservar su herencia.
El anciano Tukano, Ismael, expresa su preocupación por el futuro de estas pinturas, tras haber sido obligado a abandonar el área por conflictos humanos. “¿Quién va a mantener las pinturas?”, pregunta. “Quienes te cuidan son espíritus. Nadie lo cree, pero aquí están los espíritus. Creemos porque mi padre fue uno de esos especialistas en rituales que interactuó con estos personajes aquí”.