Ubicado en el tradicional barrio de Monserrate, uno de los más antiguos de Lima, el jirón Cañete es en sí mismo un testimonio de la historia viva de la ciudad. Desde sus primeros trazos en el siglo XIX hasta su transformación en el escenario de eventos y anécdotas peculiares, cada rincón de esta vía refleja la evolución de la capital peruana.
Sus calles, antes bautizadas con nombres pintorescos y a veces curiosos, han sido testigos de transformaciones sociales, personajes entrañables y sucesos que definieron una época.
Un rincón con historia
La cuadra dos del jirón Cañete, antaño conocida como calle Castilla, resguarda recuerdos de un tiempo lleno de actividad y movimiento. En esta zona, en una esquina con el jirón Ica, aún se puede ver el vestigio de un antiguo hotel que en su época fue un importante punto de encuentro para turistas que llegaban a la capital.
Además, no faltaban pequeños comercios que atendían las necesidades cotidianas de la población, como una renovadora de calzados, cuyo teléfono público era una rareza en su época.
En ese entonces, las monedas (rin) que se utilizaban para las llamadas telefónicas no eran comunes. Eran vendidas a precios accesibles, alrededor de mil intis, una suma que hoy equivaldría a unos pocos céntimos.
La zona, en su tiempo, era un centro neurálgico de la vida urbana, donde los limeños y los visitantes compartían el espacio y se cruzaban con el ajetreo característico de una ciudad en constante transformación.
La “calle Yaparió”: una anécdota popular
Si bien la cuadra dos guarda una historia vibrante de comercio y turismo, la cuadra tres del jirón Cañete tiene una de las anécdotas más curiosas y pintorescas de la ciudad. Originalmente conocida como “calle Yaparió”, el nombre de esta vía se originó por una historia muy particular.
En tiempos pasados, una vecina del barrio, que estaba esperando el nacimiento de su hijo, hizo que los vecinos se inquietaran cuando, tras varios días de embarazo, no parecía que el parto fuera a ocurrir. El vecindario entero se llenó de expectación, hasta que, finalmente, el esperado grito “¡Ya parió!”, resonó por toda la calle, anunciando la llegada del bebé.
Este evento aparentemente trivial, pero profundamente humano, quedó marcado en la memoria colectiva del barrio, dejando una huella que perduraría en el tiempo. Así, la cuadra pasó a ser conocida por ese nombre peculiar, que sobrevive en la historia de la ciudad.
Además de esta historia, esta zona albergó una bodega japonesa muy conocida, regentada por la señora María, conocida por los habitantes del barrio como “la China”. Esta bodega ha perdurado con sus vitrinas y anaqueles originales, manteniéndose como un emblema del comercio tradicional en la zona.
Presencias memorables y oscuras
Pero no solo figuras entrañables marcaron la vida de la cuadra tres. También se hallan en sus paredes las huellas de personajes más sombríos. Entre los vecinos de esta zona vivió, en su juventud, el ahora encarcelado ex asesor presidencial Vladimiro Montesinos. Su historia en la cuadra tres del jirón Cañete se remonta a sus años de juventud, cuando vivió junto a su familia en un conjunto de departamentos modestos.
Según el libro Vladimiro, vida y obra de un corruptor, de Luis Jochamowitz, Montesinos y su familia residían en un segundo piso de una vieja casa en esta misma cuadra. Durante su tiempo en este barrio, se sabía que Montesinos utilizaba a soldados rasos en su casa para que se encargaran de tareas personales, como cuidar su automóvil.
En el relato, se describe cómo los soldados sufrían tratos crueles por parte de Montesinos, quien se habría valido de su poder para intimidar y controlar. Esta faceta de su vida, mucho antes de convertirse en uno de los personajes más oscuros de la política peruana, contrasta con la figura del joven que vivió en una de las zonas más tradicionales de la ciudad.
Tertulias y tradición en la calle Chicherías
La cuadra cuatro del jirón Cañete, por otro lado, tiene su propia historia singular. Conocida en el pasado como “calle Chicherías”, esta zona fue famosa por ser el punto de reunión de los habitantes de la ciudad que buscaban un espacio para compartir y disfrutar de bebidas tradicionales.
En estos locales de tertulia, la chicha de jora y otras bebidas fermentadas de maíz eran servidas entre los vecinos, convirtiendo esta cuadra en un centro social clave. Sin embargo, mucho antes de ser conocida por las chicherías, esta área llevaba el nombre de “Ollerías”, debido a la presencia de talleres dedicados a la fabricación y venta de ollas y utensilios de cocina.
Con el tiempo, la zona de “calle Chicherías” pasó a albergar otro tipo de espacios, y uno de los más representativos fue la Huerta La Aurora, un parque que servía de esparcimiento para las familias limeñas.
Esta huerta, propiedad del monasterio de las Nazarenas, fue una parada obligatoria para los limeños durante los días de descanso. Con la llegada del siglo XX, el lugar fue transformado en el mercado La Aurora, uno de los más antiguos de la ciudad, que sigue en pie como un testigo de la evolución urbana de Lima.
Presente académico
A pesar de su vínculo con la historia antigua de Lima, el jirón Cañete no ha dejado de ser un espacio de relevancia contemporánea. En la cuadra 4, se ubica la sede central de la Universidad Nacional Federico Villarreal, una institución educativa creada en 1963 durante el gobierno de Fernando Belaúnde Terry.
Esta universidad, una de las más importantes de Lima, marca la continuidad de la vida en el jirón, en un contexto donde el pasado se fusiona con el presente.
El jirón Cañete, con su tradición, curiosidades y relatos, sigue siendo uno de los lugares más emblemáticos de Lima. Cada paso por sus cuadras es un recorrido por la memoria de una ciudad que ha cambiado, pero que siempre ha mantenido viva la esencia de su historia.