No hace falta telón en la sala Quilla de Barranco. La obra que ahí se presenta es una extensión de lo que podría estar sucediendo en cualquier otro punto de Lima o el Perú y así se siente desde el momento en que uno ingresa al sótano donde Juan (Oscar Yepez) y Cristina (Kareen Spano) aguardan temerosos la aparición de la señorita Julia (Anaí Padilla).
Una vez más, la escenografía a cargo de Lorenzo Albani se convierte en pieza clave para el éxito de la puesta en escena. Un pasillo que atraviesa el espacio ocupado por el público y que cruje al ritmo de las tensiones vividas por los protagonistas se complementa a la escalera que separa al servicio de los patrones y sirve como símbolo de aspiraciones sociales soñadas y perdidas.
Cuando la señorita Julia desciende al descolorido almacén donde conviven sus criados lo hace altiva, a paso firme y luciendo un vestido blanco que resalta en el ambiente. Una charla, aparentemente sincera, dará paso a un tira y afloja de poder y sometimiento. La diferencia de clases sociales, sexo y origen capturará el centro de la conversación para transformar el escenario en una vorágine de emociones que solo tiene una manera de detener.
En conversación con Infobae Perú, Padilla aseguró que el papel de Julia la ha obligado a tener una conciencia técnica para no desbordarse. “Como actriz, mi trabajo es 50% pasión y 50% inteligencia. Técnicamente estoy cumpliendo un rol que me obliga a realizar el viaje emocional de mi personaje. Esto involucra ser consciente de mis líneas, mi desplazamiento y mi cuerpo”, comentó.
En el 2024 como en 1894
La obra de August Strindberg ocurre la noche de San Juan de 1894 y los conflictos sociales que agobian la celebración son los mismos que en la actualidad atormentan, condenan y matan a millones. La obra escrita en el siglo XIX tiene guiños a los postulados feministas, sobre todo vinculados al empoderamiento.
“No tengo ni una sola idea que no venga de mi padre, ni una pasión que no venga de mi madre. No tengo un yo propio”, recuerda Padilla las palabras de su personaje criado bajo “patrones castrantes”. Una mujer del siglo XIX no se diferencia mucho de una del XXI para la actriz, “ahora podemos trabajar y votar, pero la represión continúa”.
Julia, la hija de un conde, termina atrapada por los encantos de un hombre que sueña con vestir los galones del patrón. El qué dirán la vuelve prisionera del sótano que durante tanto tiempo trató con desdén, pero que, en secreto, resulta ser más cercano de lo que quisiera.
“La señorita Julia” también es una oportunidad para entender las transformaciones del feminismo. “Nos vamos dando cuenta de ciertas posturas que a veces pueden jugar en contra. Como todo en la vida, sigue siendo un aprendizaje. No me pongo de un lado específico ni abrazo lo radical. Para mí lo importante es que, como ser humano y mujer, pueda tener una voz y una posición”, resalta Padilla.
La versión de Jean Pierre Gamarra es cruda porque, quizás, no hay otra manera de contar lo vivido por Julia, Juan y Cristina. El espectador acostumbrado a la narrativa de héroes y villanos, buenos y malos, verá cómo ese binomio se desvanece cuando de problemas reales se trata. Padilla recuerda que “todos los personajes son un claro reflejo de nuestra humanidad”.
“La señorita Julia”
Cuándo: 23, 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre
Dónde: Sala Quilla (Francisco Bolognesi 397, Barranco)
Horario: Viernes y sábados a las 8:00 p.m. y domingos a las 7:00 p.m.
Venta de entradas en joinus.com
“La señorita Julia” es una obra bajo la dirección de Jean Pierre Gamarra, con las actuaciones de Anaí Padilla, Oscar Yepez y Kareen Spano.