La disposición del gobierno de Dina Boluarte de suspender las clases presenciales entre el 11 y el 15 de noviembre debido a la realización del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC Perú 2024) no solo generó críticas relacionadas con problemas logísticos, sino también un profundo debate sobre sus implicancias para el sistema educativo y la salud mental de estudiantes y familias.
En diálogo con Infobae Perú, la presidenta del colectivo Volvamos a Clases Perú, Milagros Sáenz, calificó esta medida como una contradicción que evidencia el desprecio de las autoridades por la educación.
“Es una falta de respeto hacia los estudiantes y la educación en general. Nos dicen que ‘El Perú no para’, pero, en realidad, sí lo hacemos. Se manda a los alumnos a la virtualidad como si eso solucionara todo, cuando sabemos que más del 54% de la población no tiene acceso a internet y miles ni siquiera cuentan con electricidad”, señaló.
Sáenz también subrayó la falta de datos oficiales que permitan evaluar la efectividad de esta medida: no existen cifras claras sobre cuántos alumnos lograron conectarse durante esos días ni cuántos colegios implementaron las clases virtuales de manera efectiva.
“Desde septiembre ya habíamos tenido cuatro cierres de clases solo en Lima debido a paros. A esto se sumaron los cinco días de interrupción por el APEC, agravando aún más la pérdida de horas lectivas. Es alarmante que la suspensión de clases se esté normalizando ante cualquier dificultad, en lugar de ser una excepción absoluta”, cuestionó.
En ese sentido, la presidenta del colectivo destacó que las clases virtuales deberían ser vistas únicamente como un recurso extremo. “Esto ya se está convirtiendo en una salida fácil para las autoridades. Hemos visto casos recientes en regiones como Piura, donde por problemas en el sistema hídrico mandaron a los alumnos a virtualidad por dos semanas, o en Huánuco, donde ocurrió algo similar durante los días del paro. Esto no hace más que perpetuar la precariedad educativa en el país”, afirmó.
Impacto en la salud mental de niños y adolescentes
La reiteración de clases virtuales tiene efectos profundos en la salud mental de los estudiantes. Según la psicóloga Antonella Galli, la falta de un ambiente adecuado y de recursos tecnológicos genera estrés y dificulta el aprendizaje.
“La ausencia de una conexión estable o de un espacio tranquilo afecta la concentración y crea frustración en los estudiantes, especialmente en aquellos que no cuentan con los dispositivos necesarios”, explicó.
La virtualidad también limita el contacto físico con compañeros, un aspecto crucial para el bienestar emocional. “El colegio no es solo un espacio de aprendizaje, sino también un lugar para socializar, distraerse y disfrutar. La falta de interacción presencial puede hacer que los estudiantes se sientan más decaídos y aumente su nivel de estrés”, añadió Galli.
Por su parte, la psicoterapeuta Liliana Tuñoque coincidió en que la falta de socialización y la sensación de aislamiento pueden dañar la autoestima de los alumnos. “La virtualidad prolongada puede llevar a problemas de concentración, ansiedad y, en casos más graves, depresión. Los niños y adolescentes necesitan entornos estructurados y presenciales para desarrollarse emocional y socialmente”, afirmó.
Además, ambas especialistas señalaron que ciertos grupos son particularmente vulnerables a los efectos negativos de esta modalidad. Galli indicó que los estudiantes en zonas rurales o con acceso limitado a tecnología enfrentan una pérdida de hasta 40 horas de clases cuando no logran conectarse. Esto, a su vez, afecta su desarrollo académico anual y los coloca en una situación de desventaja respecto a sus pares urbanos.
Tuñoque agregó que los niños con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) o problemas de conducta sufren más en entornos virtuales debido a la falta de interacción directa con sus docentes. “Este tipo de estudiantes necesita un ambiente estructurado y presencial que les permita mantener el enfoque y desarrollar sus habilidades”, comentó.
El desafío de los padres ante las clases virtuales
La transición constante entre clases presenciales y virtuales no solo afecta a los estudiantes, sino que también genera tensiones significativas en los hogares. Según Tuñoque, muchas familias enfrentan desafíos para adaptarse a esta dinámica.
“El estrés es uno de los principales problemas que surgen en estas situaciones, ya que descompone toda la organización interna del hogar. Muchas familias no cuentan con apoyo adicional, lo que genera ansiedad y preocupación”, explicó.
Esta carga emocional también se traslada a los niños. “Cuando los padres están estresados, los niños perciben esa falta de paciencia y las reacciones impulsivas, lo que afecta directamente su bienestar. Esto se agrava cuando los padres deben equilibrar las responsabilidades laborales con el monitoreo de las clases virtuales”, añadió.
Por su parte, Galli destacó que para los padres de niños pequeños, el desafío es aún mayor. “Estos niños no están habituados a la virtualidad ni han desarrollado habilidades como la lectoescritura, lo que dificulta su adaptación. Es fundamental que los padres desarrollen tolerancia a la frustración y comprendan que el proceso requiere paciencia”, comentó.
En tanto, Sáenz enfatizó sobre el impacto de estas medidas en la dinámica familiar. “Las familias peruanas tienen que elegir entre cuidar a sus hijos y ayudarlos con las clases virtuales o salir a trabajar para ganarse el sustento diario. Esto no solo refleja una desconexión de las autoridades con la realidad del país, sino que también pone en riesgo el derecho fundamental a la educación”, expresó.
El futuro de la educación en el Perú
La actual crisis educativa, agravada por la pandemia y las interrupciones constantes, requiere un enfoque urgente y comprometido por parte del gobierno. Según el Banco Mundial, en algunas regiones del Perú los estudiantes presentan hasta diez años de atraso escolar, un panorama que Sáenz describió como “una de las peores crisis educativas de los últimos 100 años”.
“La educación es un servicio esencial que no puede detenerse bajo ninguna circunstancia. Es lo único que permitirá al país salir adelante y garantizar un futuro viable. Cada día perdido en las aulas representa un obstáculo adicional para superar esta crisis”, concluyó Sáenz.
Con estas perspectivas, el mensaje es claro: la educación presencial no solo debe ser una prioridad, sino un compromiso irrenunciable para garantizar el bienestar de las futuras generaciones.