Un futuro posible para la educación virtual en el Perú

Una aclaración: no es lo mismo la educación remota de emergencia que decretó el Minedu para las escuelas durante la semana de la APEC, y la educación virtual o a distancia con condiciones de calidad

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El Ejecutivo dispuso que las
El Ejecutivo dispuso que las clases serán virtuales obligatoriamente el 11, 12 y 13 de noviembre. - Crédito: Andina

Para hablar de la educación virtual en nuestro país, primero se debe reconocer el crecimiento exponencial que ha tenido esta modalidad en el sistema universitario en los últimos años: hoy, 1 de cada 3 estudiantes elige estudiar su carrera a distancia o en modalidad semipresencial.

Este avance se debe, en gran medida, a los cambios normativos introducidos durante la pandemia del COVID-19, que impulsaron la virtualidad, como parte de la transformación digital del sistema educativo a nivel mundial. Y aquí una aclaración: no es lo mismo la educación remota de emergencia que decretó el Minedu para las escuelas durante la semana de la APEC, y la educación virtual o a distancia con condiciones de calidad. La primera consiste en enviar la educación presencial a un Zoom, sin planificación, y que requiere luego una recuperación de aprendizajes. Lo segundo se refiere a la educación virtual o a distancia que cumple estándares y tiene su propio modelo educativo, diferente a lo presencial.

Entonces, ¿a quiénes beneficia la virtualización de la educación superior, con condiciones de calidad? Las estadísticas evidencian que esta modalidad responde a las necesidades de acceso de los estudiantes que se conocen como no tradicionales. Se les llama así porque estudian y trabajan al mismo tiempo, y muchas veces tienen responsabilidades familiares. Mientras que la edad promedio de un joven que estudia de manera presencial es de 21 años, quienes optan por la modalidad a distancia tienen, en promedio, 27 años (ENAHO 2023).

Esta modalidad ha sido clave para ampliar el acceso a personas que trabajan, padres o madres solteras, y adultos que desean retomar sus estudios para mejorar su empleabilidad. Sin embargo, persisten retos importantes que deben ser atendidos para garantizar un acceso igualitario y de calidad en todo el país.

Uno de los principales desafíos es el acceso a la conectividad. Según el INEI (2023), solo el 55.3 % de los hogares peruanos cuenta con acceso a internet. Esta brecha limita la expansión de la educación virtual, especialmente en regiones con baja conectividad. Por ejemplo, mientras Áncash registra una tasa de matrícula en educación no presencial del 48 %, Puno apenas alcanza el 5.8 %. La diferencia evidencia cómo la falta de conectividad e infraestructura tecnológica excluye a miles de jóvenes de la educación superior.

Otro reto clave es la necesidad de un marco regulatorio sólido para garantizar la calidad para esta modalidad. Le corresponde a la Sunedu liderar este esfuerzo, implementando esquemas de supervisión que aseguren estándares adecuados y le den predictibilidad al sistema. Las experiencias de países como Brasil y Colombia, que han desarrollado marcos regulatorios que promueven la conectividad y la innovación en la educación a distancia, pueden servir como referentes.

Desde las universidades, se requiere garantizar las competencias digitales de los docentes, la convocatoria de tutores que acompañen el aprendizaje de los estudiantes, desarrollar modelos educativos específicos para la virtualidad, y diseñar una oferta académica flexible, que responda a las necesidades de los jóvenes. Además, las universidades peruanas necesitan participar en redes nacionales e internacionales para intercambiar experiencias y buenas prácticas en procesos de trasformación digital de la educación superior.

En conclusión, los retos de la educación virtual en el Perú demandan una acción coordinada entre las universidades y el Estado. Es necesario que trabajen juntos para que esta modalidad sea una alternativa viable y de calidad para todos los estudiantes, sin importar su ubicación geográfica o su condición social.

La educación virtual no solo amplía horizontes, sino que también puede ser una herramienta clave para reducir brechas sociales y potenciar el capital humano en el país.

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