En pleno siglo XXI, cuando la globalización y la revolución tecnológica han transformado nuestras vidas en muchos aspectos, resulta alarmante que la salud emocional siga siendo un tema tan descuidado. A nivel global, apenas el 29% de las personas con trastornos emocionales recibe atención, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). En el Perú, la situación es mucho más crítica: el 80% de la población diagnosticada con algún problema de salud mental no recibe ningún tipo de ayuda, de acuerdo con cifras del Ministerio de Salud (Minsa).
Pese a los esfuerzos de la OMS por impulsar campañas informativas, la realidad evidencia carencias profundas y una falta de voluntad política para enfrentar esta crisis. La pandemia, que en Perú cobró la vida de más de 200 mil personas, dejó también secuelas emocionales devastadoras. Durante este período, 1.6 millones de peruanos fueron diagnosticados con problemas de salud mental, incluyendo depresión, ansiedad, estrés agudo y psicosis. Aun así, la respuesta del sistema de salud sigue siendo insuficiente. Perú se sitúa entre los países con mayores tasas de depresión y ansiedad en el mundo, con un 49.3% de su población afectada, según Our World in Data.
En lugar de anticipar y preparar una respuesta efectiva para el impacto post-pandemia, el país ha retrocedido en temas clave. Un estudio de la ONG Equilibrio, compartido durante el último conversatorio organizado por Kimberly-Clark y Kleenex, reveló que el 93% de las escuelas en Perú carece de consultorios psicológicos. Esto significa que los estudiantes, muchos de ellos con problemas emocionales severos, no tienen acceso al apoyo psicológico que tanto necesitan.
Este abandono no solo afecta a los estudiantes, sino también a los docentes: el 60% de los profesores en Perú sufre de estrés severo, según Equilibrio. En un contexto donde los educadores son una pieza clave para el bienestar anímico de los jóvenes, su salud emocional debería ser una prioridad.
La situación de los adolescentes también es preocupante: un 32% de los jóvenes peruanos entre 15 y 19 años experimenta problemas emocionales, según el Minsa. Ante esta realidad, es fundamental que tanto el sector público como el privado asuman la responsabilidad de prevenir, atender y hacer seguimiento a los problemas de salud mental de nuestra juventud.
Algunos países vecinos, como Chile y Argentina, han implementado programas efectivos para abordar esta problemática. Con campañas en redes sociales y capacitaciones a docentes para la identificación temprana de problemas emocionales, han demostrado un compromiso con el bienestar emocional de sus ciudadanos. Estas iniciativas son un ejemplo de cómo podemos actuar aquí en Perú.
Es hora de que el gobierno central, entidades públicas, organizaciones no gubernamentales y el sector privado se comprometan con acciones concretas, desde decretos y proyectos de ley hasta programas educativos y de apoyo emocional en las escuelas. La tarea es urgente: el bienestar emocional de nuestras futuras generaciones está en juego, y no podemos esperar a que esta crisis continúe creciendo para actuar.