La Costa Verde se despliega ante la mirada como una promesa de escape. El océano Pacífico ruge contra los acantilados, tallando a través de los siglos la fisonomía rocosa del litoral. Su presencia no pasa desapercibida para los peruanos y turistas extranjeros, que encuentran en sus malecones, playas y parques un respiro a la vorágine urbana.
Desde La Punta hasta Chorrillos, la Costa Verde se extiende como un hilo conductor, un mirador privilegiado donde el cielo y el océano se encuentran en un abrazo interminable. Sin embargo, este paisaje idílico que hoy acompaña a los viajeros al transitar por la vereda no siempre pudo apreciarse de cerca. Antaño, las áreas destinadas a los transeúntes y a la autopista estaban dominadas por el vaivén del mar y extensas capas de tierra.
Este panorama se mantuvo hasta 1970, cuando se inauguró el ‘circuito de playas’, una vía que permitió a los peruanos desplazarse en vehículo desde el Callao hasta Chorrillos y disfrutar de caminatas junto a la orilla del mar.
Esto fue posible gracias a la gestión del arquitecto Ernesto Aramburú Menchaca, quien en ese entonces era alcalde de Miraflores. Durante su primer año, impulsó la instalación de espigones que penetraban en el océano. Estas estructuras no solo ayudaron a calmar las olas, sino que también fomentaron el proceso de acumulación de tierra a lo largo del litoral.
La extracción diaria de toneladas de desmonte de tierra en la excavación de la Vía Expresa fue determinante para que se pudieran construir tanto las playas como la autopista que hoy conocemos. Esto fue el origen de la Costa Verde, mas no de la franja costera limeña o subsuelo. En vista que se desconoce ello, es pertinente dar a conocer los hallazgos de una investigación científica realizada por el Grupo de investigación en geología sedimentaria (Geosed PUCP).
Infobae Perú conversó con el Dr. Willem Viveen, quien lideró este grupo de investigadores por más de ocho años, con el fin de comprobar una serie de hipótesis relacionadas a la génesis del entorno geológico de Lima. “Hasta hace poco se desconocía la edad de los sedimentos de la Costa Verde, y eso es un poco extraño, considerando que el ‘circuito de playas’ es una vía importante de la capital”, sostuvo.
La falta de datos sobre la antigüedad de las partículas sólidas depositadas en la superficie terrestre de Lima impulsó a Viveen y su equipo a llevar a cabo una exhaustiva investigación. También lo motivó el hecho de que en varios países europeos se conozca a fondo la historia geológica del sustrato rocoso de sus ciudades.
“En los Países Bajos, de donde provengo, se sabe desde hace aproximadamente 200 años cómo se ha formado el subsuelo de Ámsterdam. Hace más de 100 años, se conoce el origen del entorno geológico de Madrid. En el caso de Perú, no se contaba con datos concluyentes sobre el tema en cuestión”, indicó.
Al no existir una conclusión respaldada por ciencia y evidencia, el grupo de científicos iniciaron un estudio para determinar la edad de la Costa Verde y comprender su proceso de formación. Durante su investigación, se encontraron con estudios que, si bien ofrecían respuestas, carecían de argumentos sólidos que las respaldaran.
Proceso de formación de la Costa Verde y su edad
Años antes de que se publicara el estudio del Dr. Willem Viveen y su equipo en la revista científica internacional Earth Surface Processes and Landforms, de la editorial Wiley, se dieron a conocer artículos científicos que carecían de conclusiones concluyentes. Por ejemplo, el primer intento de determinar científicamente la formación de la Costa Verde, según relata el profesor Viveen, se realizó en 1907 a cargo de investigadores peruanos. Si bien dijeron que parecían ser sedimentos —léase tierra—, no pudieron determinar su antigüedad.
En el 2000, se conoció que el tamaño de la piedra variaba sistemáticamente según el caudal del río y estimaron que la Costa Verde tenía 500 mil años. Esta información fue dada a conocer por un equipo de Sudáfrica y de la PUCP.
En el 2019, se publicó el artículo científico del INGEMMET, en colaboración con universidades españolas y australianas. “Los resultados son extraños porque el río debería haber depositado todo simultáneamente y ellos encontraron que, por ejemplo, Magdalena tenía 45.000 años de antigüedad y Miraflores, 100 mil. Además, había mucha variedad de edades en un mismo lugar”, explicó el catedrático.
Ahora bien, según el científico que conversó con Infobae Perú, la base de la Costa Verde tiene 121 mil años de antigüedad, mientras que su tope —donde está el malecón— alcanza los 6.000 años.
“La base de la Costa Verde está a la altura de la autopista, porque es el punto más bajo del acantilado donde todavía se ubican sedimentos naturales. (...) La parte más profunda del acantilado está tapado por los sedimentos de la Vía Expresa”, explicó mi interlocutor.
Para determinar la antigüedad de la Costa Verde, el equipo utilizó diversas técnicas, entre ellas la datación por luminiscencia. Cabe destacar que la luminiscencia se produce cuando minerales, como el cuarzo o el feldespato, han estado expuestos a radiación en su entorno sin haber sido alterados desde su última exposición a la luz o al calor. Al medir la cantidad de luz emitida, los investigadores pueden calcular el tiempo transcurrido desde que el mineral fue expuesto por última vez a estas condiciones, lo que permite estimar la edad del sedimento o la capa en la que se encuentra.
“Considero que esta técnica ha funcionado muy bien porque las edades que hemos conseguido son muy consistentes entre ellas y con lo que dice la literatura de formaciones geológicas de los ríos peruanos”, mencionó el docente de la PUCP.
Respecto a cómo se formó la Costa Verde, es pertinente señalar que el equipo de esta casa de estudios recopiló muestras de 5.000 piedras, desde la base hasta la cima, y midió su diámetro, lo que permitió confirmar lo observado por los investigadores en el año 2000: el tamaño del grano variaba cíclicamente, de mayor a menor y viceversa, dependiendo de los cambios en el caudal del antiguo río Rímac. En esta ocasión, Viveen y su equipo identificaron 13 ciclos de variación en el tamaño de los granos, un hallazgo mucho más extenso que los registros previos.
Es menester señalar que la formación de la franja costera limeña no fue influenciada por el mar. El académico europeo explicó que durante la última Edad de Hielo, el nivel del mar descendió hasta 130 metros por debajo del nivel actual, lo que permitió al río Rímac avanzar y transportar la tierra que formó la Costa Verde. Además, observaron que a medida que aumentaba la lluvia, también lo hacía el tamaño de los granos de la grava —material compuesto por fragmentos de roca de tamaño intermedio—, y cuando la lluvia disminuía, el tamaño de los granos también se reducía.
Lo sorprendente, según Viveen, es que las fases de lluvia no se deben a cambios en el océano Pacífico, sino en el océano Atlántico. Agregó que cuando las capas de hielo del Polo Norte se rompían, la temperatura en el norte de ese océano descendía, pero no tanto en el sur, lo que provocaba que la franja de lluvia tropical migrara hacia el sur del Perú, generando un aumento en las precipitaciones y, por ende, en el caudal del río Rímac.
Hace 20 mil años, el nivel del mar se encontraba en su punto más bajo, 130 metros por debajo del nivel actual. Esto provocaba que la playa de la Costa Verde se extendiera unos 30 kilómetros, territorio que fue ocupado por el río Rímac. “El río Rímac depositó sus sedimentos en esa área, y cuando el nivel del mar alcanzó su punto máximo, cubrió los sedimentos fluviales. Posteriormente, estos depósitos comenzaron a erosionarse, dando lugar a la formación del acantilado de la Costa Verde, ese talud vertical que observamos hoy en día”, detalló el científico.
Finalmente, indicó que saturar el malecón con agua podría generar riesgos de desprendimientos, y recomendó evitar la construcción de edificios de gran altura cerca del borde del acantilado.
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Playas importantes de la Costa Verde
La Herradura, con su imponente extensión y oleaje hipnótico, se posiciona como una de las playas más conocidas de la Costa Verde. Sus aguas, siempre vivas, son un imán tanto para quienes buscan domar las olas como para quienes ansían el simple placer de un baño en la orilla del mar.
En Miraflores, las playas Delfines, Punta Roquitas y Pampilla alternan entre piedras y arena, mientras que Makaha y Waikiki ofrecen espacios perfectos para deportes acuáticos. Por otro lado, en Barranco, Sombrillas y Los Yuyos están rodeadas de arena.