En Perú, la violencia sexual continúa siendo un problema grave, afectando de manera desproporcionada a menores de edad. De acuerdo con una investigación realizada en las 24 regiones del país, el 19% de adolescentes de 12 a 17 años admitió sufrir alguna clase de abuso sexual en el último año.
Rebeca Cahui, psicóloga de la Universidad Católica Sedes Sapientiae (UCSS) y autora del estudio, señaló que los abusos afectaron de manera casi equitativa a hombres (50,16%) y mujeres (49,84%) encuestados, y que la edad promedio de las víctimas al momento de la agresión fue de 14 años.
Abusos ocurren en “lugares seguros”
Según el Ministerio Público, cerca del 50% de los responsables de estos delitos son familiares directos de las víctimas. Asimismo, el 33% de los casos de abuso sexual ocurren en hogares donde agresor y víctima conviven, mientras que el 9,4% tiene lugar en lugares públicos como carreteras o áreas aisladas.
Ante estas estadísticas, Cahui alertó: “Es necesario enfocar la atención en los adolescentes. Durante esta etapa, existe una búsqueda continua del sentido de pertenencia, por eso, observamos que de alguna forma los jóvenes suelen desarrollar un vínculo hacia algo que los represente, y en esa búsqueda pueden adoptar comportamientos de permisividad, sumado a la ignorancia sobre cómo valorar y expresar su sexualidad”.
Formas más comunes de violencia sexual
En la investigación, se identificaron los siguientes tipos de exposición a la agresión sexual, entre otros. Estos tipos de violencia, ponen en evidencia la gravedad del problema y la necesidad urgente de adoptar medidas preventivas y educativas que protejan a los y las adolescentes.
- Bromas de tipo sexual (17,16%)
- Tocamientos incómodos a alguna parte del cuerpo (9,75)
- Miradas hacia las partes íntimas (7,22%)
- Obligados a ver pornografía (4,62%)
- Alguien le mostró sus genitales (3,36%)
- Alguien trató de quitarle la ropa en contra de su voluntad (3,23%)
Cahui añadió que los padres no pueden suponer que los colegios sean los únicos en brindarle educación sexual de calidad a las y los adolescentes. “Es necesario abordar esta temática desde la confianza en la familia, son aspectos privados que los adolescentes deben compartir con los padres, que estos sirvan de modelo de aprendizaje y no sean, de cierta forma, espectadores en la vida de sus hijos”, remarcó.
Recomendaciones clave para padres y cuidadores
Alesia Lund Paz, la creadora del proyecto de Educación Sexual Integral Emma y yo, destacó cuatro pilares que los padres y cuidadores deben tener en cuenta para prevenir y abordar la violencia sexual:
- Llama las cosas por su nombre: Enseña a los niños a identificar y nombrar todas las partes de su cuerpo incluyendo las partes íntimas, sin apodos ni eufemismos, para que reconozcan y protejan su integridad. Recuérdales que nadie tiene derecho a tocar su cuerpo sin su consentimiento.
- Enséñales a reconocer situaciones de alarma: Ayúdales a identificar comportamientos de adultos que pueden ser peligrosos, como si alguien les pide que mantengan un secreto incómodo, les hace sentir miedo o intenta aislarlos de otros mayores de confianza. Dales ejemplos concretos de cómo podrían reaccionar en estas situaciones y a quién recurrir.
- Aborda la violencia como un problema social aprendido: Explícales que la violencia nunca es justificable y que quienes la ejercen eligen hacerlo. Esto los ayudará a identificar comportamientos inapropiados y entender que denunciar es un acto de valentía que puede prevenir futuros daños.
- Prepáralos para el entorno digital: Enseña los riesgos del ciberespacio. como el ciberacoso o el grooming. Explícales que nunca deben compartir información personal ni aceptar mensajes de desconocidos, y la importancia de informar sobre cualquier situación incómoda.
Este panorama exige medidas urgentes desde diversos frentes: fortalecer la educación sexual integral, garantizar el acceso a servicios de protección y promover espacios seguros tanto en el hogar como en la escuela. Las cifras no solo reflejan la magnitud del problema, sino también la necesidad de cambios estructurales que aseguren el bienestar de los menores.