Desde el año 2020, la Amazonía peruana ha presentado un total de 817.634 incendios forestales, según el Sistema de Información sobre Incendios para la Gestión de Recursos (FIRMS) de la NASA. Estas cifras, obtenidas mediante imágenes satelitales, reflejan un patrón creciente de incendios en regiones como Loreto, Madre de Dios, Ucayali, Huánuco y San Martín, áreas de gran biodiversidad y sabiduría ancestral.
El sistema FIRMS utiliza datos satelitales para identificar incendios activos y anomalías térmicas en tiempo real. Además, proporciona esta información de manera inmediata a los responsables de la toma de decisiones mediante alertas por correo electrónico, mapas en línea y visualizaciones de datos.
Incremento preocupante en 2024
El presente año destaca como uno de los más críticos para estos siniestros. Hasta septiembre, FIRMS reportó 215.592 incendios forestales, lo que representa un aumento del 81% en comparación con el promedio de los mismos meses entre 2020 y 2023. La mayor incidencia de incendios ocurrió durante agosto y septiembre, meses en los que se registraron picos de 44.157 y 49.160 eventos, respectivamente.
El patrón anual muestra una baja incidencia de incendios entre enero y mayo, con un promedio de menos de 5 mil eventos mensuales. Sin embargo, a partir de junio, los incendios aumentan considerablemente, alcanzando su punto más alto en la temporada seca. Este comportamiento está vinculado a prácticas agrícolas como la quema de pastizales y al impacto del cambio climático, que prolonga la temporada seca y facilita la propagación del fuego.
Consecuencias graves en los territorios afectados
El impacto de los incendios forestales en Perú se refleja en pérdidas ambientales significativas. En 2020, la Amazonía peruana perdió 203.272 hectáreas de bosque, y se estima que 2024 podría superar este récord. Las zonas más afectadas son áreas no categorizadas y bosques de producción permanente no adjudicados, que representan el 41% de los incendios registrados entre 2020 y 2024. También se reportaron incendios en predios agrícolas, comunidades nativas y concesiones maderables.
Los incendios no solo destruyen la vegetación visible, sino que también alteran profundamente los ecosistemas. Especialistas señalan que la recuperación de los suelos afectados podría tardar hasta 500 años, especialmente en áreas donde el fuego ha dañado la estructura del suelo y la fertilidad. Además, las emisiones de gases de efecto invernadero incrementan el cambio climático, creando un ciclo negativo que intensifica la vulnerabilidad de los ecosistemas.
Estos incidentes también tienen repercusiones significativas en la salud pública. La inhalación de humo y partículas finas liberadas durante los incendios puede provocar problemas respiratorios, especialmente en poblaciones vulnerables como niños y ancianos. Además, la contaminación del aire puede exacerbar condiciones preexistentes, aumentando la demanda de servicios de salud y afectando la calidad de vida de las comunidades cercanas a las áreas afectadas.
Prevención y remediación: estrategias clave
Ante la magnitud del problema, entidades como Paskay subrayan la importancia de trabajar en dos frentes: la prevención y la remediación. La prevención incluye:
- Capacitación comunitaria y el establecimiento de sistemas de alerta temprana para incendios.
- Limpiar terrenos agrícolas y residenciales, eliminando material inflamable como hojas secas y ramas.
- Evitar fogatas en zonas boscosas durante la temporada seca.
- Monitorear las condiciones climáticas para anticipar riesgos.
En cuanto a la remediación, la reforestación con especies nativas es fundamental para recuperar las áreas devastadas. Los proyectos de carbono forestal también representan una oportunidad para generar ingresos que promuevan la conservación de los bosques y beneficien económicamente a las comunidades locales.
Para minimizar los riesgos de incendios forestales, las autoridades recomiendan a los ciudadanos evitar prácticas que puedan provocar fuego, como arrojar colillas de cigarrillos o vidrios en zonas forestales. Además, se enfatiza la importancia de contar con planes de evacuación en comunidades vulnerables y estar atentos a las condiciones climáticas.