La historia de los incas está llena de elementos sorprendentes que revelan una comprensión particular de la vida, la naturaleza y las relaciones sociales. Uno de los aspectos menos conocidos, pero fascinantes, es el papel que desempeñaba la chicha en la sociedad incaica. Para los incas, el agua pura no era una bebida cotidiana ni un elemento de consumo habitual. La investigadora de la gastronomía peruana, Rosario Olivas Weston, explica en una entrevista con el canal de YouTube ‘El Buen Librero’ que los antiguos peruanos tenían una percepción distinta respecto al consumo de líquidos. Además, señala que beber agua pura se asociaba con un castigo, mientras que la chicha ocupaba el lugar central como la bebida por excelencia.
La chicha, una preparación fermentada a base de maíz, era parte integral de su vida diaria, no solo como un alimento, sino también como un símbolo cultural. La experta detalla que los incas no ingerían líquidos mientras comían; preferían hacerlo antes o después de los alimentos. Esta práctica llamó la atención de los conquistadores españoles, quienes observaban la costumbre como algo extraño.
Cuando habla de la chicha, no se trataba de una destinada a causar embriaguez, como la chicha de jora, sino de una versión más suave y nutritiva que todavía se consume en algunas comunidades rurales durante reuniones sociales. Este hábito resiste en festividades y tradiciones, donde primero se come y luego se bebe, como parte de un protocolo que responde a antiguas costumbres que buscaban mantener el equilibrio en la dieta y en la vida social.
“Ellos tenían una concepción diferente a la actual. Mientras comían, no bebían chicha, sino que lo hacían antes o después de la comida, y no consumían agua. De hecho, obligarlos a tomar agua pura era considerado un castigo. A los españoles les llamaba mucho la atención esta costumbre, ya que ellos observaban que la bebida principal era la chicha. Algunas personas han justificado el consumo de chicha por sus propiedades nutritivas, aunque no era una chicha destinada a emborracharse, sino una versión más suave”, señala la especialista.
La comida de los nobles y viajeros
La dieta de los incas también se ajustaba a las jerarquías sociales. Según las observaciones de Felipe Guamán Poma de Ayala, la nobleza accedía a alimentos específicos que reflejaban su estatus, como el pescado combinado con quinua y carne de pato. Este grupo privilegiado disfrutaba de una alimentación más rica en nutrientes en comparación con las clases populares, cuya dieta básica incluía papa y chicha.
Para poder cuidar la comida, los antiguos peruanos tenían sistemas de almacenamiento perfeccionados que permitían conservar una amplia variedad de alimentos. Los almacenes, distribuidos en niveles personales, regionales y estatales, servían para abastecer a la población en tiempos de crisis. Entre los métodos de preservación, destaca el chuño, un producto deshidratado que se revaloriza en la gastronomía contemporánea por su capacidad para concentrar sabores y nutrientes.
“Existía un sistema de almacenaje muy avanzado, en el que cada persona tenía su propio almacén particular. Además, había almacenes regionales, estatales y también destinados a fines religiosos. En el caso de los almacenes del Estado o del Inca, durante catástrofes se distribuían alimentos a otras zonas, y estos incluían una gran variedad de productos. Todo se deshidrataba, y uno de los logros más destacados era el chuño,” señaló la experta.
El agua como eje de la cosmovisión inca
El agua, más allá de su función práctica, era un elemento central en la ideología y cosmología incaica. Jeanette E. Sherbondy, en su obra Agua, Riego y Árboles: Ancestros y Poder en el Cuzco de los Incas, detalla cómo este recurso influía en la organización social, económica y política del imperio.
La circulación del agua se conceptualizaba como un principio dinámico que explicaba los movimientos y transformaciones en el universo. Según esta visión, todas las aguas estaban conectadas, desde los manantiales y ríos hasta el océano y el subsuelo, bajo el concepto unificador de Mama Qocha.
“La parte inferior del universo se concibe como un mar cósmico cuya superficie es visible en los bordes que rodean la tierra. Estas aguas se profundizan hacia el centro y ascienden con un movimiento vertical hacia la superficie. Emergen en la tierra en forma de manantiales, lagos, ríos y riachuelos”, según Sherbondy.
El lago Titicaca, considerado el punto de origen de la vida, se vinculaba al pachacuti, la unión de todas las aguas, desde donde se generaba el ciclo hidráulico. Este lago no solo era una fuente de agua, sino un eje simbólico y espiritual que representaba el equilibrio entre las fuerzas naturales y la sociedad.
“El universo se originó en el mar cósmico, la unión de todas las aguas (pachacuti). Los Incas creían que todo surgió en el lago Titicaca, la manifestación más grande de este mar en la sierra andina, donde se crearon el sol, la luna y las estrellas, separando tierra y mar. Las aguas seguían un ciclo: fluían desde el centro de la tierra hacia manantiales, ríos y océanos (Mama Qocha) y regresaban al mar interior por ríos subterráneos. Esta cosmovisión, centrada en el lago Titicaca, concebía un sistema cerrado con el lago como punto de referencia primordial”, precisa.
La influencia del agua en la astronomía
La Vía Láctea, conocida como Mayu o río celestial, desempeñaba un papel fundamental en la interpretación del ciclo del agua. Según los incas, este fenómeno cósmico representaba el movimiento de las aguas desde la tierra hacia el cielo, para luego retornar en forma de lluvia. Este ciclo era observado y celebrado mediante rituales que buscaban mantener el equilibrio del universo.
El arco iris y la constelación de la llama también formaban parte de esta narrativa. La llama, representada en las estrellas, absorbía el agua de los manantiales y contribuía a evitar el desbordamiento simbólico de las aguas, preservando el orden cósmico.
“La constelación de la Llama, dentro del Mayu o Río (una constelación negra con Alpha y Beta Centauri como ojos), toma el agua de los manantiales para mantener el equilibrio cósmico y prevenir otro pachacuti. La Llama desaparece en el horizonte durante la estación seca y reaparece en la estación lluviosa.”
El agua como símbolo de poder
La concepción del agua como un recurso esencial para la vida y como símbolo de poder explica en gran parte la estructura del estado inca. La distribución y el acceso al agua eran controlados por las autoridades, quienes aseguraban su uso equitativo en las diferentes regiones. Este manejo centralizado no solo garantizaba la subsistencia de la población, sino que reforzaba la legitimidad del poder político.
El legado de esta cosmovisión sigue presente en las comunidades andinas, donde el agua conserva un significado espiritual y cultural profundo. Sin embargo, las amenazas contemporáneas, como el cambio climático y la explotación desmedida de los recursos naturales, plantean desafíos a la preservación de estos valores.