Un niño nacido hoy en Perú tiene más posibilidades de sobrevivir, estudiar y acceder a servicios básicos que hace 35 años. Pero detrás de estas cifras alentadoras persisten retos como la anemia, la violencia y la desigualdad rural. Este 20 de noviembre, Día Mundial de la Infancia, el balance de tres décadas de avances y desafíos tras la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño, invita a reflexionar: ¿cuánto se ha logrado y qué queda por hacer? Según cifras de Unicef, los progresos son significativos, pero la agenda pendiente sigue siendo extensa.
En 1990, cuando Perú ratificó la Convención, la situación de la infancia era crítica: apenas el 18% de los hogares rurales tenía acceso a agua potable, la mortalidad infantil superaba los 78 fallecimientos por cada mil nacidos vivos y la desnutrición crónica afectaba al 37,3% de los niños menores de 5 años. Según Javier Álvarez González, representante de Unicef en Perú, el panorama ha cambiado significativamente, pero no de manera uniforme.
“Desde la ratificación de la Convención, el compromiso jurídico y político de Perú ha permitido avances notables en políticas públicas para la infancia y adolescencia. Hemos reducido la mortalidad infantil de 78 por cada mil nacidos vivos en 1991 a 20 por cada mil en 2023, un logro que coloca al país como referente en la región”, destacó Álvarez en una entrevista concedida para Infobae Perú. Además, subrayó que la desnutrición crónica infantil pasó del 37% en 1991 al 11.5% en 2023, considerándose un ejemplo de éxito global.
Otros logros incluyen la cobertura educativa: “La matrícula en educación inicial, que en 2005 era del 58,6%, ha crecido al 90,5% en 2023. Hoy, casi todos los niños tienen acceso a la escuela, algo impensable hace tres décadas”, añadió el representante. También mencionó el aumento en la inversión pública en infancia, que entre 2013 y 2023 se duplicó, alcanzando los S/ 47 mil millones destinados a educación, salud y protección infantil.
Sin embargo, Álvarez enfatizó que estos avances no son homogéneos: “Un niño en las zonas rurales sigue enfrentando desafíos más severos que sus pares urbanos, lo que refleja desigualdades estructurales persistentes. A pesar de los logros, la brecha entre lo rural y lo urbano sigue siendo una asignatura pendiente”.
Retos persistentes: violencia y calidad educativa
A pesar de los progresos, Unicef identifica áreas críticas que requieren atención urgente. La anemia infantil, que afecta al 43,1% de los niños menores de 3 años, sigue siendo un problema grave, especialmente en zonas rurales, donde la cifra asciende al 50,3%. Según Álvarez, abordar este problema requiere enfoques más específicos: “No basta con distribuir suplementos de hierro. Necesitamos estrategias interculturales que promuevan el consumo adecuado y acciones concretas que se adapten a los contextos locales”.
La violencia también representa un reto mayúsculo. Los reportes de violencia sexual contra menores aumentaron de 6.593 casos en 2017 a 21.929 en 2023, siendo el 92% de las víctimas niñas y adolescentes. Álvarez explicó que este incremento refleja tanto un mejor sistema de registro como un problema estructural de fondo.
“El hecho de que haya más denuncias es positivo en términos de visibilización, pero también nos dice que las estrategias de prevención no están funcionando como deberían. Cambiar normas culturales profundamente arraigadas es vital”.
En el ámbito educativo, la calidad sigue siendo una preocupación central. Aunque el acceso a la educación mejoró considerablemente, los niveles de aprendizaje en comprensión lectora y matemáticas siguen siendo bajos.
En 2023, apenas el 36,6% de los estudiantes de segundo grado de primaria alcanzó un nivel satisfactorio en comprensión lectora, con marcadas desigualdades: en zonas rurales fue solo el 22,9%, frente al 39,1% en las urbanas. Los resultados en matemáticas fueron aún más preocupantes: el promedio nacional se situó en un bajo 11,2%, con 7,2% en áreas rurales y 11,9% en urbanas, evidenciando brechas persistentes y retos críticos en el aprendizaje básico.
“La gran pregunta no es si los niños están matriculados, sino si realmente están aprendiendo. El impacto de la pandemia agudizó las brechas de aprendizaje, y eso exige acciones inmediatas”, advirtió Javier Álvarez de Unicef Perú.
Entre las propuestas de Unicef para afrontar este problema destacan el refuerzo de competencias básicas, la capacitación docente y la adaptación de los contenidos educativos a la diversidad cultural del país. “No podemos ofrecer una solución única para un país tan diverso como Perú. La educación debe ser pertinente, respetar los contextos locales y estar disponible en lenguas indígenas”, explicó.
Proteger a la infancia y fortalecer la justicia juvenil
En cuanto a la seguridad y la justicia juvenil, Javier Álvarez se mostró enfático al rechazar la propuesta de reducir la edad de imputabilidad penal. “Los datos son claros: solo el 1% de los delitos es cometido por adolescentes. Criminalizarlos no es la solución; debemos garantizar un sistema especializado que priorice la rehabilitación y la reintegración social. En lugar de cárceles, necesitan acceso a educación, apoyo psicológico y programas de reinserción”, afirmó.
Asimismo, el representante de Unicef en Perú señaló que fortalecer un sistema integral de protección de derechos de los niños y adolescentes es esencial: “No podemos hablar de avances en derechos de la infancia si no garantizamos que cada niño esté protegido de la violencia. Necesitamos articular los servicios de prevención y respuesta, capacitar a los funcionarios y cambiar la percepción de que ciertos actos de violencia son aceptables”, insistió.
El 20 de noviembre no es solo una fecha para celebrar, sino una oportunidad para renovar compromisos. Como lo expresó Álvarez: “Las cifras de Unicef no son solo estadísticas. Cada porcentaje, cada número, representa la vida de un niño. Y cada niño merece crecer sin violencia, sin pobreza y con oportunidades reales para construir su futuro”.
Los avances logrados en estas tres décadas muestran que el progreso es posible. Sin embargo, el mensaje de Unicef es claro: queda mucho por hacer, y el trabajo debe ser continuo y sostenido.