La presidenta Dina Boluarte y sus ministros se han empeñado en mostrar una imagen de Perú que dista muy lejos de ser rea. En medio de una ostentosa parafernalia, con alfombra roja y medallas de honor en Palacio de Gobierno, reciben a los líderes mundiales que llegan para participar en el Foro de Cooperación Asia Pacífico APEC 2024.
Ante las cámaras y medios de comunicación internacionales que llegaron a cubrir el evento, pareciera que el 4% de aprobación de Boluarte Zegarra no es importante y que solo existe ante la prensa local, que le reclama permanentemente su poca apertura y transparencia por los casos y acusaciones que la señalan como autora de diversos delitos.
De hecho, desde que estalló el escándalo de los relojes Rolex que recibió de parte del gobernador regional de Ayacucho, su ‘Wayki’, Wlfredo Oscorima, sus declaraciones ante los medios se realizan cada tres meses y en medio de extremas medidas de seguridad y respuestas desafiantes.
Atrás quedaron los días en los que, amablemente, Dina Boluarte contestaba las preguntas de la prensa, cuando finalizaba sus actividades oficiales. La nueva realidad para los periodistas en el Perú, que para la mandataria solo “crean historias como Chucky y su novia”, es estar resguardados dentro de una reja y rodeados de francotiradores.
Aunque la investigación por el caso Rolex no es la única que enfrenta Dina Boluarte, podría ser la más polémica, ya que provocó un allanamiento a su vivienda y al Palacio de Gobierno en plena madrugada. Esta diligencia también generó una respuesta firme de su parte, pues ahora el policía que lideró el operativo, Harvey Colchado, enfrenta un posible pase al retiro. Su última aparición pública fue en una movilización ciudadana, donde se le vio resguardando un puente.
Marchas
Las movilizaciones son otro dolor de cabeza para la presidenta, es más, mientras ella participa en diálogos con presidentes y embajadores, los ciudadanos intentan llegar hasta la sede de APEC, en San Borja, con carteles donde expresan su descontento por el abandono ante la crisis de inseguridad que afronta el país.
Ni el estado de emergencia, ni los 33 mil policías que resguardan Lima, han impedido que los periodistas y las comitivas internacionales se crucen con grupos de manifestantes que demuestran la poca legitimidad con la que cuenta el gobierno peruano. Y es que para una gran mayoría, Boluarte Zegarra llegó por accidente al sillón presidencial.
El rechazo hacia Dina Boluarte estuvo desde que asumió la presidencia, en diciembre de 2022, tras el fallido golpe de Estado de Pedro Castillo, de quien además fue ministra. En ese entonces, las protestas fueron duramente reprimidas y terminaron con el asesinato de 50 peruanos.
Claro que con el tiempo creció, en medio de Rolex, viajes al extranjero, ausencias por intervenciones quirúrgicas y una complacencia ante leyes que vulneran los derechos humanos y la independencia de poderes.
Pese al mensaje que quedó, y que sale en algunos carteles de los manifestantes, que “en Perú te matan por defender tus derechos”, gremios de transportistas, universitarios y ciudadanos afectados por la criminalidad continúan convocándose para hacer sentir su descontento.
Lima no es el único escenario, al interior del país, regiones como Cusco, Arequipa, Junín y Puno, donde la represión fue más violenta, salieron a marchar y bloquearon las vías de acceso. Es más, en Arequipa se reportó seis heridos por balas de goma durante un enfrentamiento con la PNP cuando trataban de bloquear una carretera.
Pese a esa escandalosa cifra de fallecidos y varias denuncias por violaciones a los derechos humanos, corrupción y abuso de autoridad, Boluarte Zegarra continua al mando, avalada por un Congreso, que en más de una oportunidad ha demostrado quién es el poder que gobierna.
Esta realidad también es percibida por los peruanos, ya que según una encuesta de Ipsos, hecha en agosto de este año, el 64 % considera que el Parlamento tiene más poder que la presidenta. Sin embargo, dentro de la burbuja que armó la jefa de Estado, no hay crimen organizado, manifestantes y ella es la líder encarga de encabezar una de las reuniones más importantes de la economía mundial.