El 14 de noviembre, cada rincón de Perú celebra la labor de aquellos profesionales que garantizan el acceso al conocimiento y la preservación de la historia a través de libros y documentos. Se trata de los entrañables bibliotecarios.
Esta fecha, instituida en 1968 por el primer gobierno del presidente Fernando Belaúnde Terry mediante la Ley N.º 16801, honra el trabajo inquebrantable de los bibliotecarios, figuras que representan la administración y promoción del legado cultural de la nación.
Una labor vital
El origen de esta celebración remonta a una propuesta de la Asamblea General de la Asociación Peruana de Bibliotecarios, en la que su presidenta, Graciela Sánchez Cerro, impulsó la idea de rendir homenaje a estos guardianes de la información.
La fecha elegida busca visibilizar una profesión que, aunque en ocasiones pasa desapercibida, es vital para la formación de una sociedad informada y consciente de su pasado y presente.
El rol del bibliotecario trasciende la mera organización de libros. En el Perú contemporáneo, estos profesionales cumplen un papel esencial en la administración de bibliotecas tanto físicas como digitales.
Su labor incluye desde la clasificación y conservación de colecciones hasta el asesoramiento en la búsqueda de información relevante para estudiantes, docentes e investigadores. Además, los bibliotecarios están inmersos en la constante actualización y adaptación a las nuevas tecnologías de la información (TICs), esenciales en la época digital.
Los más famosos
Jorge Basadre Grohmann es uno de los personajes más prominentes en la historia de la bibliotecología en Perú, reconocido como el “Padre de la Bibliotecología Peruana”. Historiador y reformista, Basadre asumió la dirección de la Biblioteca Nacional en 1943, después de que un incendio devastara gran parte del edificio y su acervo el 10 de mayo de ese mismo año.
Gracias a su liderazgo, se reconstruyó la institución, y bajo su dirección se impulsaron cambios que profesionalizaron la especialidad, dándole un carácter científico y moderno.
Fundador de la Escuela Nacional de Bibliotecarios, Basadre dejó un legado imborrable que marcó un antes y un después en la gestión de la información en el país.
Antes de Basadre, otro nombre resonaba con fuerza en el contexto bibliotecario: Ricardo Palma. En 1883, durante la reconstrucción de la Biblioteca Nacional tras la guerra con Chile, Palma, conocido como el “bibliotecario mendigo”, se dedicó a solicitar donaciones de libros a nivel internacional.
Gracias a su prestigio y tenacidad, logró recuperar más de 14.000 textos, rescatando parte del acervo que había sido perdido o tomado durante el conflicto. Su figura es un recordatorio de la pasión y sacrificio que caracteriza a los bibliotecarios peruanos.
Ellas también
El impacto de estos profesionales no se limita al pasado. Ejemplo de ello es Carmen Checa de Silva, precursora de un sistema nacional de bibliotecas. En su afán por promover la lectura y la cultura en todo el territorio, ideó los “bibliobuses”, vehículos que llevaban libros a las zonas más remotas de Lima.
Su contribución permitió que más personas tuvieran acceso al conocimiento, fortaleciendo el papel de las bibliotecas públicas como centros de inclusión y aprendizaje.
Actualmente, el trabajo del bibliotecario sigue transformándose. Estos expertos no solo gestionan información, también impulsan la educación y la investigación, fomentando el pensamiento crítico y el acceso equitativo al conocimiento.
La Biblioteca Nacional del Perú, que celebró su bicentenario el pasado 28 de agosto, es un testimonio vivo de la importancia de esta profesión y de la dedicación de quienes la integran.
En este 14 de noviembre, el homenaje no es solo para quienes ordenan estanterías, sino para los gestores de un legado que garantiza la memoria colectiva y fortalece los pilares del saber.