El terremoto que casi destruyó toda Lima y dio inicio a unas de las tradiciones religiosas más importantes del Perú

Un fuerte seísmo llevó a los limeños a buscar consuelo espiritual y transformar una imagen en un símbolo inquebrantable de resistencia y esperanza.

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El terremoto de 1655 arrasó con la ciudad, pero lo que comenzó como una catástrofe se transformó en el nacimiento de una tradición religiosa poderosa: la devoción al Señor de los Milagros. (Composición: Andina)
El terremoto de 1655 arrasó con la ciudad, pero lo que comenzó como una catástrofe se transformó en el nacimiento de una tradición religiosa poderosa: la devoción al Señor de los Milagros. (Composición: Andina)

En la historia del Perú hay más de un capítulo que marca un antes y un después. Algunas veces para bien y otras no tanto. También hay de los momentos en los que la Madre Naturaleza nos hace saber de su poder.

Uno de esos días fue el 13 de noviembre de 1655, cuando un devastador terremoto sacudió Lima y el Callao. A las 2:38 p.m., el suelo vibró con fuerza, dejando tras de sí destrucción, caos y luto en las dos principales ciudades del virreinato.

Con una magnitud estimada en 7.8 en la escala de Richter, este sismo fue uno de los más destructivos que sufrió la región en siglos.

Ciudad en ruinas

A las 2:38 p.m. del 13 de noviembre de 1655, un potente terremoto arrasó Lima y Callao, derrumbando estructuras y provocando la muerte de varios habitantes en un evento de gran magnitud. (Imagen generada por IA)
A las 2:38 p.m. del 13 de noviembre de 1655, un potente terremoto arrasó Lima y Callao, derrumbando estructuras y provocando la muerte de varios habitantes en un evento de gran magnitud. (Imagen generada por IA)

Bajo el gobierno del virrey Luis Enríquez de Guzmán, Conde de Alba de Liste, la capital del virreinato y el Callao se vieron gravemente afectados. Muchas estructuras emblemáticas se desplomaron, entre ellas la iglesia de la Compañía de Jesús en el Callao y el Seminario Conciliar de Santo Toribio en Lima.

También se formaron grietas profundas en la Plaza Mayor y en el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe. La tragedia cobró vidas, incluyendo la de un hermano donado que, en el momento del terremoto, hacía la señal de la oración.

El epicentro del sismo se localizó cerca del presidio del Callao, lo que explicaría la magnitud de los daños en la isla San Lorenzo, donde grandes peñascos se desplomaron hacia el mar, produciendo un estruendo tembloroso.

La intensidad del terremoto en Lima y Callao fue tal que la escala Mercalli modificada (MMI) alcanzó el nivel IX en el Callao y VIII en Lima, lo que refleja la extrema violencia de las sacudidas.

Lo cambió todo

El devastador terremoto de 1655 redujo a escombros muchas de las principales estructuras de Lima y Callao, dejando la ciudad sumida en el caos bajo el mandato del virrey Luis Enríquez de Guzmán. (Imagen generada por IA)
El devastador terremoto de 1655 redujo a escombros muchas de las principales estructuras de Lima y Callao, dejando la ciudad sumida en el caos bajo el mandato del virrey Luis Enríquez de Guzmán. (Imagen generada por IA)

El violento movimiento telúrico no solo removió la infraestructura, sino también lo hizo con la vida de los habitantes de Lima. Las réplicas, que se sucedieron durante varios días, mantuvieron a los habitantes en vilo.

Muchos temían nuevos sismos que pudieran derribar lo poco que quedaba en pie. En busca de refugio, los limeños se desplazaron a huertas, plazas y patios, donde improvisaron viviendas temporales.

A raíz de la catástrofe, el padre jesuita Francisco del Castillo comenzó una cruzada espiritual. Recorría las calles predicando la necesidad de penitencia para calmar lo que él consideraba la ira divina. Las procesiones y manifestaciones de fe fueron organizadas en medio del desastre, buscando consuelo en la espiritualidad ante la tragedia.

Las expresiones de religiosidad popular crecieron con fuerza, especialmente la devoción al Señor de los Milagros, que, al igual que el terremoto, se convertiría en un símbolo de resistencia y fe para los peruanos.

No se quería ir

Mientras Lima y Callao se caían a pedazos tras el terremoto, los habitantes buscaron refugio en plazas y patios, aferrándose a las procesiones y a la fe como respuesta al desastre. (Andina)
Mientras Lima y Callao se caían a pedazos tras el terremoto, los habitantes buscaron refugio en plazas y patios, aferrándose a las procesiones y a la fe como respuesta al desastre. (Andina)

El terremoto de 1655 también dejó una huella imborrable en la devoción al Señor de los Milagros, que había comenzado como una modesta imagen pintada en un balcón de Lima. Después de la tragedia, el virrey ordenó eliminar la imagen, pensando que su presencia era un mal augurio.

Sin embargo, un giro inesperado de los acontecimientos hizo que los soldados encargados de borrar la pintura huyeran aterrados, dejando intacta la imagen de Cristo crucificado. Este acto fortuito consolidó la veneración a la imagen y la devoción al Señor de los Milagros, que perdura hasta el día de hoy.

Círculo de Fuego

El terremoto de 1655 fue un recordatorio de la ubicación de Perú en el "Círculo de Fuego del Pacífico", una zona sísmica activa que ha dejado una huella profunda en la historia del país.   (Andina)
El terremoto de 1655 fue un recordatorio de la ubicación de Perú en el "Círculo de Fuego del Pacífico", una zona sísmica activa que ha dejado una huella profunda en la historia del país.   (Andina)

La magnitud de este sismo pone de manifiesto la vulnerabilidad de Perú, un país ubicado en el “Círculo de Fuego del Pacífico”, una de las zonas sísmicas más activas del mundo.

De acuerdo con los especialistas, casi el 85% de la actividad sísmica que ocurre a nivel mundial, sucede en esta parte. El terremoto de 1655 es solo uno de los muchos que han marcado la historia del país, pero sigue siendo uno de los más recordados, no solo por la devastación física que causó, sino también por el impacto emocional y espiritual que dejó en la población.

A lo largo de los años, Perú ha enfrentado varios terremotos destructivos, pero el de 1655 es un referente en la memoria colectiva, especialmente en Lima y el Callao, donde la reconstrucción comenzó rápidamente.

La tragedia también sirvió para fortalecer la fe y unidad de la población, que encontró en la devoción al Señor de los Milagros un símbolo de esperanza y resistencia. Hoy, a 369 años de ese evento, el 13 de noviembre sigue siendo un día de recuerdo y reflexión sobre la resiliencia de los peruanos ante los desastres naturales.

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