El Día Mundial del Urbanismo, celebrado cada 8 de noviembre, busca generar conciencia sobre el papel de la planificación urbana en la creación de comunidades sostenibles. Esta fecha, propuesta por el ingeniero argentino Carlos María della Paolera en 1949, invita a reflexionar sobre las necesidades y desafíos que enfrentan las ciudades en su desarrollo. En América Latina, Lima se posiciona como un caso representativo de los desafíos del urbanismo, en donde el rápido crecimiento urbano, la escasez de áreas verdes y la segregación social dio lugar a una ciudad compleja y fragmentada.
Con más de 11 millones de habitantes distribuidos en 43 distritos, Lima se ha consolidado como la quinta capital más poblada de América Latina, según Statista, un proceso que la llevó a convertirse en una megalópolis. Este crecimiento ha ocurrido de forma desigual, con extensas zonas periféricas, conocidas como “pueblos jóvenes,” donde se concentran altos niveles de autoconstrucción y carencias en infraestructura. “Lima, digamos, tiene una modernidad que se ha desarrollado tardíamente, se considera que la modernidad arranca con un ciclo de capitalismo e industrialización en el Oncenio de Leguía,” explica Jorge Balerdi, arquitecto y autor del libro Arquitectura Urbana, en entrevista con Infobae Perú.
La histórica falta de planificación y sus consecuencias
El desarrollo urbano de Lima tiene sus raíces en un proceso desigual de planificación que data de mediados del siglo XX. La ciudad experimentó múltiples transformaciones desde la demolición de sus murallas coloniales, un proyecto que, según Balerdi, intentó modernizar las estructuras urbanas heredadas de la época virreinal. “Entonces se trazan avenidas diagonales, haciendo referencia a dos casos europeos: París y Barcelona y se toma en cuenta la idea de urbanidad,” comenta el arquitecto, refiriéndose a las reformas europeas que influyeron en la expansión de Lima.
A diferencia de ciudades europeas, donde el diseño urbano y los espacios públicos se desarrollaron con un enfoque de integración social y ambiental, en Lima las áreas verdes y los espacios públicos fueron limitados desde sus primeras etapas de expansión. Según datos del Ministerio del Ambiente, solo ocho de los 43 distritos de Lima Metropolitana alcanzan los 9 m² de áreas verdes por habitante, el mínimo recomendado por la Organización Mundial de la Salud. Los distritos de San Bartolo, Chorrillos, La Molina, Ancón, Miraflores, San Borja, San Isidro y Santa María del Mar encabezan esta lista, pero en otros distritos la media se reduce a apenas 3 m² por habitante.
El impacto del rápido crecimiento urbano y la autoconstrucción
El crecimiento urbano en Lima, principalmente en la última década del siglo XX, generó un desarrollo irregular en la periferia, donde se concentra una gran cantidad de viviendas autoconstruidas. La falta de acceso a servicios básicos y la localización en zonas de riesgo sísmico convierten a estas áreas en un desafío constante para la planificación urbana y la seguridad de sus habitantes. El arquitecto destacó que “la mayoría de estas zonas están ubicados en la periferia de la ciudad, justo en la barrera andina, lo que provoca en primer lugar un crecimiento desordenado de la mancha urbana que actualmente se estima en poco más de 2 mil 800 kilómetros cuadrados”.
La autoconstrucción, un fenómeno común en muchas ciudades latinoamericanas, implica riesgos adicionales en una ciudad como Lima, expuesta a actividad sísmica. La falta de regulaciones y una infraestructura adecuada ponen en evidencia las diferencias entre el centro de la ciudad, con mayor acceso a servicios y zonas verdes, y las áreas periféricas, donde las condiciones de vida son notoriamente distintas.
La brecha entre lo urbano y lo natural
En comparación con otras ciudades de la región, Lima presenta una baja disponibilidad de espacios verdes y una falta de integración de áreas naturales en el diseño urbano. En ciudades como Buenos Aires y Bogotá, las iniciativas de planificación urbana han priorizado la creación de espacios inclusivos y accesibles para todos los ciudadanos. “En 2022, la municipalidad de Buenos Aires publicó un manual de diseño incluyendo aspectos de perspectiva de género y accesibilidad, a diferencia de Lima, que solo aborda el problema de la pandemia”, señala Balerdi, destacando la diferencia en los enfoques de desarrollo urbano.
El arquitecto también menciona el caso de Barcelona, donde se han implementado “supermanzanas” que agrupan cuatro manzanas del Ensanche catalán, creando áreas peatonales y reduciendo la circulación vehicular. Esta iniciativa, que se desarrolló en varias zonas, busca mejorar la calidad de vida y fomentar una ciudad más caminable, un modelo que Balerdi considera beneficioso y que podría adaptarse en Lima en la búsqueda de una “ciudad de los 15 minutos”, una iniciativa urbana impulsada por el franco-colombiano Carlos Moreno.
El contexto urbano de Lima requiere no solo una reestructuración física, sino también un cambio en la forma de concebir el espacio público y el transporte. En ciudades como Medellín y Bogotá, el uso de teleféricos y otras formas de transporte urbano demostraron ser soluciones efectivas para conectar áreas periféricas con el centro de la ciudad. En el caso de Lima, iniciativas como el teleférico propuesto en el Parque de la Muralla y el cerro San Cristóbal, según Balerdi, pueden ayudar a descongestionar las vías y brindar opciones de transporte seguras y accesibles para todos los ciudadanos.
“La persona que tiene que movilizarse en una silla de ruedas encuentra muchos obstáculos en la ciudad no, no es una ciudad pensada para todos esa no es la única discapacidad,” señala el arquitecto, haciendo referencia a las múltiples barreras de accesibilidad que enfrentan las personas con discapacidades en Lima. La falta de infraestructura adecuada limita el derecho al espacio público y dificulta el desplazamiento de quienes enfrentan problemas de movilidad, visión, audición o alguna condición cognitiva, destacando la necesidad de una ciudad inclusiva y accesible.
La necesidad de continuidad en las políticas urbanas
Uno de los principales obstáculos para el desarrollo urbano sostenible en Lima es la falta de continuidad en las políticas y proyectos urbanos. Según el arquitecto, “los gobernantes que cambian de turno desestiman lo hecho por sus predecesores.” Esta discontinuidad limita la posibilidad de implementar cambios a largo plazo y resolver problemas urbanos de fondo, como la falta de espacios públicos y la congestión vehicular.
Además, indica que en ciudades como París, existen oficinas descentralizadas que permiten la continuidad de proyectos públicos, independientemente del cambio de administración. Esta estructura permite a la capital francesa llevar a cabo iniciativas de largo plazo en el espacio público. “Es difícil realizar cambios a gran escala sin esa persistencia en el tiempo,” añade el arquitecto, subrayando la necesidad de un modelo de gobernanza que permita una planificación urbana sostenible en el tiempo.
En su obra ‘Arquitectura Urbana’, Balerdi reflexiona sobre los desafíos del espacio público en Lima, destacando la importancia de generar conciencia en la ciudadanía sobre el uso y acceso a estos espacios. Para el arquitecto, “los espacios públicos deben tener un diseño dirigido a la ciudadanía, considerando los principios democráticos de igualdad, tolerancia, visibilidad e inclusividad para una coexistencia armoniosa”.