Tras la conferencia de prensa que dio Dina Boluarte después de más de 100 días de silencio, comenzaron a criticarla por la actitud que tomó frente a las interrogantes de los periodistas. De inmediato, el jefe del Gabinete, Gustavo Adrianzén, salió a respaldarla y aseguró que fue ella la víctima de los ataques.
Después, el Ministerio de la Mujer, emitió un comunicado en referencia a las declaraciones hechas por el periodista de Willax, Beto Ortiz, quien reprobó el comportamiento de la mandataria, le recordó su poca capacidad para gestionar y la calificó como un ‘cáncer que carcome al Estado’.
La titular del MIMP, Teresa Hernández, calificó las palabras de Ortiz Pajuelo como un agravio personal que excede el límite de la libertad de expresión. “(...) atentaron contra la dignidad de la presidenta Dina Boluarte. La violencia verbal y los insultos denigran la imagen de una mujer, la máxima autoridad de nuestro país”, señaló la ministra.
En esa misma línea, el comunicado de la entidad ratificó lo dicho por Hernández y señaló que esto corresponde a un acto de acoso político que obstaculiza el trabajo de la mandataria. Con esto, el Ejecutivo cierra filas ante Dina Boluarte y mantiene el discurso que la presidenta es víctima de persecución y violencia política.
¿Acoso político?
Pero, ¿realmente Dina Boluarte es una víctima de acoso político y los ataques hacia ella son generados a raíz de la intolerancia a que una mujer sea presidenta de la República?
Primero hay que definir el acoso político. Según la politóloga Paula Távara se habla de violencia política hacia las mujeres cuando la crítica está referida a prejuicios vinculados con estereotipos de género.
“Hablamos de ello cuando la acción de violencia o la crítica digamos está marcada por su condición de mujer y está referida precisamente a prejuicios vinculados a su ser mujer, a la idea de roles que debería estar cumpliendo, a odios o situaciones de desagrado de que sea una mujer quien ocupe un cargo público”, declaró a Infobae Perú.
Un caso para ejemplificar este tipo de violencia es lo ocurrido con la exgobernadora regional de Arequipa, Yamila Osorio, quien constantemente era atacada por su físico. En el 2016, su homólogo moqueguano, Jaime Rodríguez, tuvo una desafortunada frase para referirse a ella. En medio de una disputa por una represa, Rodríguez dijo que Osorio no debería solo trabajar con “la belleza, sino con inteligencia y sabiduría”.
O el lamentable incidente protagonizado por el exfujimorista, Juan Carlos Lizarzaburu contra su colega de bancada, Patricia Juárez.
Entonces, teniendo en cuenta el verdadero significado de esta problemática, hay que recordar que las críticas hacia Dina Boluarte no son por su aspecto físico o por su género, sino que están relacionadas con un incumplimiento de su rol adecuado frente al Ejecutivo.
“Las críticas que hemos visto hacia la presidente Boluarte no están vinculadas a que ella sea mujer. Si uno escucha las críticas, les presta atención, lo que que se critica de ella es su capacidad para la gestión. No hay, voy a usar un ejemplo muy muy básico, un ‘qué hace en el gobierno, vaya a su casa a cocinar’. Claro que ese sería un estereotipo típico de género. No tienes que ocupar un lugar en lo público, sino en lo privado. En ningún momento hemos escuchado estas críticas vinculándolas a ‘una mujer no es capaz de gobernar’. Son las mismas críticas que se podrían hacer a cualquier gobernante que no estuviese cumpliendo con lo que se espera de la gestión de gobierno, que es lo que está ocurriendo con la señora”, explicó
Daño a las víctimas
Entonces, lo alarmante de esta situación, desde la perspectiva de Paula Távara, es que Dina Boluarte y la ministra de la mujer están usando un problema válido, como la lucha contra la violencia hacia las mujeres, para deslegitimar todas las críticas en su contra, lo que a la larga va a generar que cuando una mujer, quien realmente es víctima de violencia política denuncie, su reclamo no sea tomado en cuenta.
“No puedes decir que toda crítica hacia la señora Boluarte es violencia de género. No es correcto. Pero, además es utilizar, tergiversar y dañar el propio concepto. ¿Qué pasa? Si siguen utilizando ese concepto, el día que realmente haya mujeres víctimas de violencia política, y las hay, no las vamos a tomar en cuenta. Deslegitima las luchas de las mujeres, deslegitima los reclamos de mujeres que hacen política y que realmente se enfrentan a casos de violencia”, lamentó.
Asimismo, aprovechó en hacer un llamado al Ministerio de la Mujer, ya que se mostró tan interesado en terminar con la violencia política a reglamentar la ley que previene y sanciona el acoso contra las mujeres en la vida política.