Un hombre ha dado un toque especial a los zapatos de quienes pasan por la Plaza San Martín, sitio emblemático del centro de Lima. Américo Huarco Flores, un lustrabotas de 84 años, ha pasado más de seis décadas revitalizando calzados y, de alguna manera, a quienes se detuvieron en su puesto. Nacido en 1940 en Paucartambo, Cusco, dejó su hogar a los 18 años para explorar las oportunidades de la ciudad capital. Durante una conversación con Infobae Perú, Américo compartió reflexiones de su extensa trayectoria: “Lima me dio un propósito que jamás imaginé”.
Llegó a Lima en 1958, ansioso por encontrar un nuevo camino. Sin embargo, los primeros años en la capital no fueron fáciles para Américo. Desde el principio, tuvo que hacer frente a la prohibición del comercio ambulante en la Plaza San Martín, impuesta por la administración municipal del alcalde Luis Bedoya Reyes: “Nos veíamos obligados a esquivar a las autoridades y aún así, seguir adelante”, recuerda. Las constantes amenazas, sin embargo, no doblegaron su espíritu, y junto a sus compañeros, lograron un acuerdo que les permitió establecerse en el corazón de la capital.
Desde ese momento, su carretilla se convirtió en un símbolo de resistencia y perseverancia. El lugar donde tantos llegaron para recibir un servicio, dejaron mucho más que sus zapatos; también compartieron sus vidas, convirtiendo a Américo en un narrador de su tiempo, alguien que ha visto la historia desplegarse desde una silla de madera junto al Gran Hotel Bolívar.
Encuentros con la historia
Su destreza y disposición para escuchar lo llevó a conocer a personajes destacados de la cultura y la política. Uno de sus momentos más inolvidables fue su encuentro con Morgana Vargas Llosa, quien se acercó para incluirlo en una exposición fotográfica. “Me hizo sentir especial y visible”, comenta Américo sobre el día en que ella apreciara más su humanidad que el entorno. Esto solidificó su conexión con figuras literarias y artísticas, ofreciendo una ventana hacia el mundo de aquellos que moldean la cultura.
En su larga lista de clientes reconocidos, Américo destaca especialmente a Pablo Neruda, a quien describe como alguien humilde, a pesar de su grandeza literaria. “Cada encuentro era un poema en sí”, señala con humildad al recordar cómo tales experiencias enriquecieron su legado.
El tiempo también permitió que tuviera amistades duraderas, como fue el caso de Alejandro Toledo, expresidente y amigo de la infancia de Américo. “Solía lustrarle los zapatos mucho antes de que fuera conocido”, comenta con una sonrisa que destaca la camaradería que perduró a lo largo de los años.
Esta disposición para conectar no solo se limita a figuras públicas. En una oportunidad, un joven periodista encontró en Américo la inspiración que necesitaba. “Con mi historia, te vas a sacar un 20″, le aseguró, ofreciéndole no solo relatos, sino también lecciones sobre la autenticidad y la pasión por contar historias.
Cruzando fronteras
Américo nunca imaginó que su sincero arte de ilustrar pudiera captar la atención internacional, pero así fue. Cobos Films, una productora con sede en Ámsterdam, se interesó en su vida para un documental, reconociendo en él un espíritu que trasciende fronteras. “Nunca esperé recibir agradecimientos desde tan lejos”, admite Américo sobre la sorpresa de ser reconocido en dólares, un gesto que simbolizó la universalidad de su historia.
El interés desde el extranjero no solo subraya la trascendencia de su trabajo, sino también la resonancia de su historia en audiencias más allá de Perú. Esto lo convirtió, según él mismo, en un embajador del espíritu y la calidez de los limeños, reflejado en cada par de zapatos que embelleció.
A pesar de sus desafíos de salud recientes que le impiden que siga su trabajo, su legado continúa siendo la inspiración a todos los que pasan por la Plaza San Martín. Américo Huarco Flores, con cada lustre, ha tejido su historia en el tejido de Lima, una ciudad que a través de sus ojos adquiere un fulgor especial.