José Carlos Mariátegui y la danza de una bailarina en el cementerio Presbítero Maestro que escandalizó a los limeños

En un contexto conservador, este suceso fue cubierto por diversos periódicos de la época, que lo trataron con un tono despectivo. Pocos se abstuvieron de utilizar adjetivos que menoscabaran a los involucrados

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Mariátegui, acompañado de la bailarina y periodistas, solicitó a la Sociedad de la Beneficencia Pública permiso para ingresar al cementerio.  
(Infobae: Archivo José Carlos Mariátegui / Andina)
Mariátegui, acompañado de la bailarina y periodistas, solicitó a la Sociedad de la Beneficencia Pública permiso para ingresar al cementerio. (Infobae: Archivo José Carlos Mariátegui / Andina)

En los libros de literatura, las biografías de los escritores nos relatan sus triunfos, sus obras más célebres y el impacto que tuvieron en su época. Sin embargo, muchas veces dejan de lado esos episodios que despertaron rumores y comentarios acalorados en su momento. Se enfocan en la evolución de su arte, en la forma en que transformaron el lenguaje, pero pasan de largo los eventos más controversiales, aquellos que llenaron páginas de periódicos y alimentaron las conversaciones en bares y cafés.

Al abrir un libro, se pueden descubrir aspectos como el lugar de nacimiento de los literatos, la familia que los rodeó, la educación que recibieron y las experiencias que los llevaron a convertirse en escritores. Sin embargo, estas narraciones frecuentemente omiten las controversias que encontraron en su trayectoria.

Por ejemplo, en la biografía de José Carlos Mariátegui presente en un libro preuniversitario, no se menciona lo sucedido la madrugada del 5 de noviembre de 1917 en el Cementerio General de Lima, hoy conocido como el Cementerio Museo Presbítero Matías Maestro. A este lugar llegó el escritor, acompañado de un grupo de jóvenes entusiastas, para presenciar la danza de Norka Rouskaya.

Cerca al mausoleo de Ramón Castilla se llevó a cabo la danza de la bailarina suizo-italiana Norka Rouskaya. 
(munlima.gob.pe)
Cerca al mausoleo de Ramón Castilla se llevó a cabo la danza de la bailarina suizo-italiana Norka Rouskaya. (munlima.gob.pe)
Este acontecimiento generó un gran revuelo en la sociedad limeña, que en ese entonces era conservadora. El hecho de que se realizara en un lugar sagrado fue visto por algunos como un acto audaz y artístico, mientras que para otros resultó una ofensa a las tradiciones y al respeto por los difuntos.

Mariátegui y el baile que escandalizó a los limeños

Antes de relatar lo sucedido en el Cementerio General de Lima la madrugada del 5 de noviembre de 1917, es importante mencionar los acontecimientos que tuvieron lugar incluso antes de la llegada de la bailarina suizo-italiana Delia Franciscus, cuyo seudónimo era Norka Rouskaya.

En 1916, la reconocida bailarina española Tórtola Valencia arribó a Lima para actuar en el Teatro Municipal. Durante su estancia, un grupo de periodistas, junto a dos de sus admiradores, José Carlos Mariátegui y César Falcón, le propusieron realizar una danza en el Cementerio General. Aunque esa idea no prosperó, el deseo de este grupo de personas de llevar a cabo este evento permaneció vivo.

Al año siguiente, la artista Norka llegó al Perú. Sus presentaciones en el Teatro Municipal incluían obras de célebres compositores como Chopin y Beethoven. Muy pronto, le hicieron la propuesta de danzar la Marcha Fúnebre de Chopin en el cementerio.

La bailarina suizo-italiana Delia Franciscus, cuyo seudónimo era Norka Rouskaya, se presentó en el Teatro Municipal.    
(Gustavhistory)
La bailarina suizo-italiana Delia Franciscus, cuyo seudónimo era Norka Rouskaya, se presentó en el Teatro Municipal. (Gustavhistory)

Norka, emocionada ante la idea, aceptó sin vacilar. Mariátegui, entusiasmado, se unió a Falcón para organizar todos los detalles necesarios para que la esperada presentación nocturna se hiciera realidad. Esto implicaba pedir permiso a la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima.

En un boletín de la Casa Museo José Carlos Mariátegui, se puede leer lo que hicieron los jóvenes para conseguir el permiso. “Cuenta la historia que José Carlos Mariátegui, acompañado de sus amigos César Falcón, J. Varas Gamarra, Sebastián Lorente, Guillermo Angulo y Puente Arnao solicitaron el permiso de visitar el cementerio Presbítero Maestro junto con la bailarina Norka Rouskaya a Pedro García Irigoyen, miembro de la Sociedad de la Beneficencia Pública, aduciendo oportuna la visita ya que la artista se iba de viaje al día siguiente”, se lee en el documento.

Después de obtener el permiso, el grupo de jóvenes entró a la necrópolis junto a Norka Rouskaya. Comenzaron a explorar los diversos compartimentos del antiguo panteón y se detuvieron en la gradería del pasadizo central. En ese momento, el violinista Cáceres inició la interpretación de la Marcha Fúnebre de Chopin en su violín.

La bailarina apareció en lo alto de la gradería, vestida de blanco y con el cabello suelto, proyectando una actitud evocadora. Las velas encendidas iluminaban su rostro mientras Cáceres continuaba tocando la melancólica pieza. En medio de la sombría armonía, Norka ejecutó una danza cargada de dolor. El silencio envolvió el ambiente, y los asistentes fijaron sus miradas en la bailarina.

En medio de la sombría armonía, Norka ejecutó una danza cargada de dolor.    
(Captura video Plaza Tomada)
En medio de la sombría armonía, Norka ejecutó una danza cargada de dolor. (Captura video Plaza Tomada)

En un contexto conservador, este suceso fue cubierto por diversos periódicos de la época, que lo trataron con un tono despectivo. Pocos se abstuvieron de utilizar adjetivos que menoscabaran a los involucrados; tal es el caso de El Tiempo.

“Norka descendió la gradería y se hinojó en una actitud de profundo abatimiento. Su cuerpo se dobló sobre sus rodillas y su cabellera le cubrió totalmente el rostro. Norka simulaba una de las estatuas doloridas de los mausoleos. Después, advertido esto por el señor Valega, se puso término a este acto esencialmente artístico, en virtud de la conveniencia de evitar tergiversaciones. (...) Pasado un instante, la danzarina se levantó del suelo y lloró profundamente impresionada. Los concurrentes se acercaron a ella y la rodearon en silencio”, informó El Tiempo.

La reacción de la prensa y lo que pasó con los protagonistas del hecho

Este suceso indignó a más de una persona, así como a la prensa, que criticó las acciones de José Carlos Mariátegui y su grupo de jóvenes. Cabe señalar que Lima aún estaba sumida en el conservadurismo de la época.

La investigadora Sara Beatriz Guardia escribió un artículo en el que da cuenta de los acontecimientos que ocurrieron luego de la danza de Norka en el camposanto. Bajo el título de “El affaire Norka Rouskaya: palabras de justificación y de defensa de José Carlos Mariátegui”, escribió lo siguiente:

“El hecho motivó una excesiva reacción pública, y la prensa maltrató a los ‘escandalosos’ durante varios días. Norka Rouskaya y sus acompañantes fueron detenidos por la policía y conducidos a la cárcel de Santo Tomás. Mientras que a Mariátegui lo llevaron a la cárcel de Guadalupe. Al día siguiente del ‘escándalo’ el diario La Unión, se rasga las vestiduras en un editorial titulado ‘La degeneración actual’”.

Así informó La Prensa sobre el hecho ocurrido el 5 de noviembre de 1917.  
(publicaciones.mariategui.org)
Así informó La Prensa sobre el hecho ocurrido el 5 de noviembre de 1917. (publicaciones.mariategui.org)

En otro apartado de su texto, se puede conocer cómo La Unión relató lo sucedido en la necrópolis. “La sociedad limeña se ha conmovido profundamente ante el hecho macabro que ayer, de madrugada, se verificó en nuestro Cementerio General. ¡Una bailarina danzando sobre las tumbas de nuestros mayores, seducida o contratada por una docena de amorales, de pobre intelecto y bajos instintos!”, se lee en el artículo.

Poco después de que los involucrados en el incidente fueron liberados, se contó con más información que permitió analizar lo sucedido desde una nueva perspectiva. Es sabido que el administrador del cementerio, Juan Valega, afirmó que no hubo escándalo alguno en el camposanto. Sin embargo, un sector de la población limeña miraba con desconfianza a los periodistas.

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