En el corazón del centro histórico de Lima, se extiende una de las calles más emblemáticas y cargadas de historia: el jirón Conde de Superunda.
No solo es conocida por su ubicación estratégica que conecta la Plaza de Armas con la avenida Tacna, sino también por haber sido testigo de la vida de figuras clave en la historia peruana. Desde antiguos virreyes hasta destacados personajes de la sociedad limeña, esta calle resuena con ecos de una época marcada por reconstrucción, cultura y tradición.
¿Quién fue el Conde de Superunda?
Uno de los protagonistas más recordados en la historia del Perú por sus logros durante un momento crítico de la nación fue quien da nombre a este jirón. Su título de nobleza fue un reconocimiento a sus esfuerzos y dedicación durante los años más turbulentos de Lima.
Este personaje fue nombrado virrey del Perú en 1745, en un momento en que la ciudad enfrentaba una devastación inesperada. En el primer año de su mandato, Lima fue sacudida por un terremoto de magnitud 9 que redujo la ciudad a escombros. Ante este desastre, asumió la titánica tarea de reconstruirla desde los cimientos.
Este personaje histórico es José Antonio Manso de Velasco, quien recibió el título de Conde de Superunda por su labor en la reconstrucción de la capital. El nombre de “Superunda”, que significa “sobre la gran ola”, fue un honor concedido por el rey Fernando VI de España, en reconocimiento a su incansable trabajo.
Manso de Velasco dirigió la restauración de numerosos edificios importantes, como la Catedral de Lima, que fue reconstruida y adornada bajo su supervisión. Gracias a su visión, la ciudad recuperó su esplendor y se fortaleció para resistir futuros desastres.
Importante calle
Al recorrer el jirón Conde de Superunda, se pueden observar algunas de las construcciones que han perdurado a lo largo de los siglos, siendo testigos de la evolución de Lima.
A pocas cuadras de la Plaza de Armas se encuentra la antigua Casa del Correo y Telégrafos, que desde 2011 alberga el Museo Casa de la Gastronomía Peruana. Este espacio celebra la rica tradición culinaria del país, ofreciendo una experiencia única que combina historia y cultura.
Cruzando el jirón Camaná, se erige el majestuoso Convento de Santo Domingo, un hito arquitectónico vinculado a la Orden de los Dominicos, quienes poseían alrededor del 70% de los terrenos del jirón en tiempos antiguos.
Frente a este convento se encuentra la Plazuela María Escobar, un espacio que rinde homenaje a figuras que dejaron huella en la memoria colectiva de la ciudad. Entre ellos destaca el “Petiso”, un niño lustrabotas que falleció trágicamente a los siete años en la Plaza San Martín, y Augusto Pérez Araníbar, un médico arequipeño que se distinguió por su labor en el ámbito de la asistencia social.
La casa del Viejo
Al avanzar por las calles del jirón, la historia continúa fluyendo. En la segunda cuadra se puede encontrar la casa de Nicolás de Rivera el Viejo, el primer alcalde de Lima, quien tuvo un papel clave en la organización de la naciente ciudad durante el periodo colonial.
Frente a esta histórica residencia se alza la Casa de Osambela, una joya arquitectónica que fue adquirida en 1808 por el comerciante Martín de Osambela.
Según la leyenda, desde la cúpula de esta majestuosa casa, Osambela solía observar la llegada de los barcos al puerto del Callao, que traían sus preciadas mercancías. Hoy, esta construcción alberga la sede de la Academia Peruana de la Lengua.
La santa de América
El recorrido por el jirón Conde de Superunda no termina sin cruzar la avenida Tacna. Al otro lado, junto a la iglesia de Santa Rosa, se encuentra el Santuario de Santa Rosa de Lima. Este santuario fue erigido sobre la casa donde vivió Isabel Flores de Oliva, más conocida como Santa Rosa, en el siglo XVI.
A lo largo de los años, el santuario ha mantenido algunos de los elementos originales de la vivienda, como la ermita, el pozo y la habitación en la que residió la santa limeña, cuyo legado espiritual sigue vivo entre los fieles.
Así, cada paso por el jirón Conde de Superunda es un viaje en el tiempo, donde las paredes y plazas cuentan historias de una ciudad que se levantó de las cenizas tras la devastación. Las figuras que habitaron este jirón, desde virreyes hasta ciudadanos comunes, han dejado una huella imborrable en el tejido histórico de Lima.