Considerado uno de los pioneros de la dramaturgia peruana, sus obras retratan con agudeza la sociedad limeña del siglo XIX. Con su pluma irónica, fue capaz de criticar la política y las costumbres de su tiempo, dejando una huella indeleble en la historia literaria del país.
Desde sus primeros textos, mostró una destreza singular para combinar la sátira con la comedia, revelando las contradicciones de una sociedad en transformación. Así, el nombre de Manuel Ascencio Segura quedó grabado en el corazón cultural del Perú.
Cambio de bando
Nacido en Lima, en 1805, hijo de Juan Segura, un oficial del ejército español, y Manuela Cordero, limeña de origen modesto, Segura creció en un ambiente que mezclaba las tradiciones virreinales y las esperanzas republicanas.
A los 13 años, se unió como cadete al ejército realista y combatió en la decisiva batalla de Ayacucho, donde, tras la derrota de las fuerzas coloniales, su lealtad cambió hacia la causa patriota. Este giro marcó el inicio de una carrera militar que lo llevaría a servir en diversos momentos históricos del naciente Estado peruano.
Durante los convulsos primeros años de la república, Segura no solo participó en las guerras civiles, sino que también comenzó a plasmar en la escritura su visión crítica de la sociedad.
Sus inicios
En 1833, escribió su primera comedia, “La Pepa”, una sátira sobre el poder militar, que no llegó a representarse. Pero no fue hasta unos años más tarde que su carrera literaria cobró fuerza, especialmente con la obra “El sargento Canuto”, una mordaz crítica a los militares fanfarrones que dominaban la política de la época.
El teatro fue el vehículo que Segura eligió para hacer visible la vida cotidiana de la clase media y los sectores populares. A través de personajes llenos de picardía y diálogos cargados de giros populares, construyó un retrato de la Lima republicana.
Las letras como defensa
Obras como “Blasco Núñez de Vela”, “La saya y el manto”, y la célebre “Ña Catita”, son ejemplos emblemáticos de su capacidad para combinar la crítica social con el humor. Esta última se convirtió en una de las comedias más icónicas de su repertorio, y refleja las tensiones entre las aspiraciones de los sectores populares y las pretensiones de la élite..
Y si bien su carrera militar le permitió escalar hasta el rango de teniente coronel, fue en el ámbito literario donde dejó una huella más profunda. Durante su tiempo como redactor de El Comercio, el principal diario de Lima, Segura desarrolló una aguda voz periodística que alimentaba sus obras de teatro y también su obra costumbrista.
Sus artículos, cargados de sátira, retrataban con fina ironía las contradicciones de la joven república. En publicaciones como La Bolsa y El Moscón, se destacó por atacar las vanidades y los abusos de los poderosos, siempre desde la óptica del hombre común.
Como político
En el ámbito político, Segura tuvo una breve carrera como diputado suplente por Loreto entre 1860 y 1861. Aunque su paso por el Congreso no fue memorable debido a su marcada timidez en la tribuna, su legado se consolidó en la esfera cultural, donde alcanzó el respeto y la admiración de sus contemporáneos.
Fue reconocido como uno de los principales exponentes del costumbrismo, un movimiento que buscaba moralizar a través de la comedia y la sátira.
Activo hasta el final
El asma y diversas tragedias familiares acompañaron los últimos años de vida de Segura. A pesar de su delicado estado de salud, continuó siendo una figura activa en la vida intelectual limeña, participando en tertulias y encuentros literarios.
Falleció en Lima en 1871, dejando un legado que no solo inmortalizó el habla y las costumbres de su tiempo, sino que también consolidó el teatro peruano como un espacio de reflexión y crítica social.
En 1929, en reconocimiento a su vasta contribución cultural, el Teatro Principal de Lima fue renombrado como Teatro Segura, un homenaje duradero a un hombre que supo capturar con agudeza y humor la esencia de una sociedad en transformación.