El levantamiento indígena que desafió a los poderosos y acabó en una masacre en Puno

Hace un siglo, los pueblos aimaras del altiplano se alzaron contra la explotación de los gamonales, en una rebelión que marcó la historia indígena con sueños de justicia y un trágico desenlace.

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La rebelión de Huancho Lima fue el grito desesperado de las comunidades aimaras contra la opresión, un levantamiento que acabó en sangre, pero que aún resuena en la memoria del altiplano puneño (Fernando Chuquipiunta)
La rebelión de Huancho Lima fue el grito desesperado de las comunidades aimaras contra la opresión, un levantamiento que acabó en sangre, pero que aún resuena en la memoria del altiplano puneño (Fernando Chuquipiunta)

Hace cien años, el altiplano de Puno fue escenario de una de las más cruentas rebeliones indígenas de la historia republicana del Perú. En medio de una atmósfera de creciente opresión y abuso, los pueblos aimaras, cansados de décadas de explotación, decidieron alzar la voz en defensa de sus derechos y territorios.

La rebelión de Huancho Lima, como se le conoce hoy, fue una de las respuestas más contundentes a los gamonales, terratenientes que habían convertido las tierras comunales en su fuente inagotable de riqueza, despojando a las comunidades indígenas de sus recursos.

La semilla de la rebelión

En el altiplano de Puno, el descontento aimara germinó en el liderazgo de Mariano Luque, quien impulsó la educación clandestina como arma para enfrentar la opresión de los gamonales. (Fernando Chuquipiunta)
En el altiplano de Puno, el descontento aimara germinó en el liderazgo de Mariano Luque, quien impulsó la educación clandestina como arma para enfrentar la opresión de los gamonales. (Fernando Chuquipiunta)

Los líderes aimaras, hartos de promesas vacías por parte del Estado, comenzaron a organizarse en las primeras décadas del siglo XX. Uno de los principales impulsores de esta resistencia fue Mariano Luque Corimayhua, un dirigente aimara que, con una visión revolucionaria, decidió formar un movimiento que luchara por la justicia para los pueblos indígenas.

Bajo su liderazgo, en el poblado de Huancho, en la provincia de Huancané, se creó una escuela clandestina, donde maestros aimaras se formaban en secreto para educar a las futuras generaciones. La educación, en su visión, era la clave para que los indígenas pudieran defenderse y hacer valer sus derechos ante un sistema que los oprimía.

El 1 de junio de 1923, este movimiento alcanzó un hito histórico con la fundación de la “Ciudad de las Nieves de Huancho”, un nuevo centro político y administrativo que buscaba ser el corazón de una nueva república indígena.

El objetivo era claro: crear un espacio libre de la influencia de los gamonales y de las autoridades coloniales que aún controlaban la región. Carlos Condorena Yujra fue designado como presidente provisional de esta República Tahuantinsuyana, que representaba un sueño de autogobierno y soberanía para los aimaras.

Baño de sangre

Las tropas bajo el mando de Luis Vinatea convirtieron la resistencia aimara en una tragedia, atacando la Ciudad de las Nieves y ejecutando a varios de los principales líderes de la rebelión. (Fernando Chuquipiunta)
Las tropas bajo el mando de Luis Vinatea convirtieron la resistencia aimara en una tragedia, atacando la Ciudad de las Nieves y ejecutando a varios de los principales líderes de la rebelión. (Fernando Chuquipiunta)

Sin embargo, el ascenso de este movimiento alarmó a las élites locales, quienes rápidamente solicitaron la intervención del gobierno central. En diciembre de 1923, las autoridades enviaron un contingente militar para sofocar lo que consideraban una amenaza a la estabilidad de la región.

El 13 de diciembre, bajo el mando del mayor Luis Vinatea, tropas armadas desembarcaron en Vilquechico, equipadas con armamento pesado, entre ellos fusiles y ametralladoras. En pocos días, el levantamiento indígena se convirtió en un baño de sangre.

La represión fue brutal. El 16 de diciembre, las fuerzas armadas atacaron la recién fundada Ciudad de las Nieves de Huancho, incendiando casas y fusilando a varios de sus líderes. Entre las víctimas más destacadas estuvieron Cecilia Luque, Evaristo Corimayhua, Ignacio Hancco y Manuel Mamani.

Mariano Luque Corimayhua, quien había liderado gran parte de la organización, fue capturado después de varios días escondido en los cerros. Tras ser torturado en la cárcel de Huancané, fue ejecutado a orillas del río del mismo nombre. Su cuerpo nunca fue recuperado.

Esperanzas vanas

Los sueños de justicia y autogobierno de los aimaras quedaron sepultados tras la represión en Huancho Lima, donde la violencia del Estado extinguió la esperanza de un futuro mejor. (Fernando Chuquipiunta)
Los sueños de justicia y autogobierno de los aimaras quedaron sepultados tras la represión en Huancho Lima, donde la violencia del Estado extinguió la esperanza de un futuro mejor. (Fernando Chuquipiunta)

La masacre no solo acabó con el sueño de una república indígena, sino que también destruyó las esperanzas de las comunidades aimaras de obtener justicia y equidad en una sociedad dominada por los herederos del poder colonial.

Aunque muchos estudiosos no han podido precisar el número exacto de víctimas, algunos testimonios apuntan a cientos de indígenas asesinados en fosas comunes o arrojados al río Huancané y al lago Titicaca.

Un siglo después, la rebelión de Huancho Lima sigue siendo un símbolo de la resistencia indígena en el Perú. La memoria de aquellos que lucharon y cayeron en defensa de sus tierras aún persiste en las comunidades del altiplano, donde el eco de la resistencia se mantiene vivo, a pesar del paso del tiempo.

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