Pocos personajes en la historia del Perú pueden decir que han dedicado su vida entera a defender a la patria. Y no es una exageración decir que Manuel Villar Olivera nació para pelear toda su existencia a favor de las causas patrióticas que estaban en juego.
Desde la misma independencia del Perú hasta la guerra del Pacífico contra Chile, con casi 60 años de diferencia entre una y otra, este destacado marino es uno de los héroes nacionales que no ha sido reconocido en su real dimensión. Y esta es su historia.
Hijo del mar
Nacido en Lima en 1801, Villar comenzó su formación en la Real Academia de Náutica, donde adquirió los conocimientos que lo llevaron a convertirse en guardiamarina en 1819.
Un año después de iniciar su formación, Villar decidió unirse al ejército libertador comandado por José de San Martín, durante la etapa más crucial del proceso de emancipación de América Latina.
Su participación en la captura de la fragata Esmeralda, un buque clave en manos de la Armada Española, bajo el mando de Lord Cochrane, le valió los primeros reconocimientos. A partir de ese momento, su vida estaría marcada por la defensa de los intereses del Perú.
La victoria en la guerra de independencia no significó el fin de su carrera. En los años posteriores, Villar continuó sirviendo a la joven república, participando en la campaña naval del norte del Perú durante la guerra contra la Gran Colombia.
En esas aguas, a bordo de la fragata “Presidente”, bajo las órdenes de Martín Guisse, el marino limeño fue protagonista de las batallas en Guayaquil, que culminaron con la rendición de las fuerzas adversarias en 1829. Sus logros le valieron un ascenso a alférez de fragata, lo que marcó el inicio de una trayectoria ascendente en la marina.
Crimen y castigo
No obstante, los años siguientes trajeron tiempos difíciles. En medio de las pugnas internas en el país, Villar apoyó al general Felipe Santiago Salaverry en su fallido enfrentamiento contra Andrés de Santa Cruz, lo que resultó en la derrota y fusilamiento del joven caudillo.
Villar, como muchos otros oficiales que participaron en esa causa, fue retirado del escalafón militar, aunque pronto fue reincorporado a las filas de la marina, esta vez al servicio de la Confederación Perú-Boliviana. Durante este periodo, prestó servicio en los buques “Flor del Mar” y “Socabaya”, ambos bajo el mando del gobierno confederado.
La disolución de la Confederación en 1839, tras la derrota de Santa Cruz, nuevamente lo alejó de la marina. Esta vez, Villar optó por embarcarse en la marina mercante, donde exploró los mares del mundo, navegando por las costas de China, Australia y Brasil, acumulando una vasta experiencia internacional.
Regreso a lo grande
Su regreso a la marina de guerra ocurrió en 1853, cuando fue enviado a Estados Unidos por el presidente José Rufino Echenique con el encargo de supervisar la construcción de dos vapores fluviales, el “Tirado” y el “Huallaga”.
Con estas naves, retornó al Perú a través del río Amazonas, incursionando en la exploración de la vasta región amazónica. Sin embargo, los cambios políticos en el país, tras la batalla de La Palma y el derrocamiento de Echenique, lo apartaron nuevamente de la marina.
El episodio más destacado de la carrera de Manuel Villar ocurrió en 1866, cuando fue llamado a servir una vez más, esta vez frente a la amenaza de la Escuadra Española del Pacífico. A bordo de la fragata “Apurímac”, asumió el mando de la división naval peruana, que incluía otros barcos como la fragata “Amazonas” y las corbetas “América” y “Unión”.
Aliado con buques chilenos, enfrentó a las fuerzas españolas en el célebre combate de Abtao. Este encuentro, librado en las aguas del sur, fue considerado una victoria por los aliados sudamericanos, ya que las fragatas españolas “Villa de Madrid” y “Blanca” no lograron romper las defensas de la escuadra peruano-chilena.
A raíz de esta acción, Villar fue declarado “Benemérito de la Patria en grado heroico y eminente”, un título que marcó su consagración como figura prominente en la historia naval del Perú.
Cuando el deber llama
A pesar de sus éxitos, la vida de Manuel Villar estuvo llena de altibajos. Luego del combate de Abtao, su participación en la marina se redujo a labores más administrativas, siendo vocal en las Juntas de Reconocimiento y Reformadora de las Ordenanzas Navales.
Sin embargo, el estallido de la Guerra del Pacífico en 1879 lo llevó de nuevo a la acción. A sus 78 años, solicitó activamente participar en la defensa del país. Fue nombrado secretario de Marina por el gobierno dictatorial de Nicolás de Piérola, en enero de 1880, asumiendo un papel central en los preparativos para la defensa de Lima.
Durante la batalla de San Juan, en enero de 1881, Villar estuvo al mando de las baterías del Morro Solar, defendiendo con coraje la capital peruana. En reconocimiento a su servicio, fue ascendido a contraalmirante, un título que recibió a escasos días de aquel enfrentamiento.
Manuel Villar falleció en el puerto del Callao en 1889, a los 88 años de edad, después de una vida dedicada al servicio de su patria, tanto en tiempos de guerra como de paz. Sus restos, que originalmente descansaban en el Cementerio Presbítero Matías Maestro, fueron trasladados en 2017 a la Cripta de los Héroes, en una ceremonia encabezada por el ministro de Defensa y altas autoridades militares y políticas.