En la ciudad de Moquegua, en el sur de Perú, la devoción a Santa Fortunata se mantiene viva, no solo por la fe de los habitantes, sino también por la presencia física de sus reliquias en la Catedral local.
Desde hace siglos, los fieles de la región veneran el cuerpo de la mártir cristiana, cuyas reliquias llegaron a esta localidad en el siglo XVIII, tras un largo y arduo viaje desde Europa.
Esta figura religiosa, cuyas raíces se remontan a Cesárea Marítima, una antigua ciudad en lo que hoy es Israel, es el símbolo de sacrificio y fe inquebrantable para quienes la honran.
Corta vida
Santa Fortunata es conocida por su martirio a los 17 años, tras negarse a renunciar a su fe cristiana durante las crueles persecuciones del emperador romano Diocleciano. Su historia está envuelta en una mezcla de leyenda y devoción popular.
Se dice que su martirio ocurrió alrededor del año 300, en un contexto de violencia contra los cristianos que marcó la llamada “era de los mártires”. La joven fue ejecutada tras desafiar las órdenes imperiales que exigían la adoración de Júpiter, el dios romano, junto con su familia, quienes también se negaron a renunciar a su fe.
Viaje por el mundo entero
El destino de las reliquias de Santa Fortunata tomó un giro inesperado cuando, siglos después de su muerte, sus restos fueron trasladados a Moquegua. Fue en octubre de 1796 cuando, desde Cádiz, España, comenzó la travesía que llevaría sus reliquias al sur del continente americano.
El largo periplo, que duró dos años, incluyó varias escalas, pasando por África, Brasil y Argentina, antes de cruzar los Andes para finalmente llegar a la catedral moqueguana en octubre de 1798. La llegada de los restos fue recibida con gran fervor, decorando las calles con flores y arcos para celebrar la ocasión.
Se cuenta que, a lo largo del viaje, en algunos destinos las reliquias se tornaban increíblemente pesadas, dificultando su transporte, pero en Moquegua, el cuerpo de la santa fue sorprendentemente fácil de mover, lo que muchos interpretaron como una muestra de su “predilección” por la ciudad.
No es la única
El arraigo de Santa Fortunata en Moquegua, sin embargo, ha sido objeto de algunas controversias. En la localidad de Baucina, en Italia, también se venera a una mártir de nombre Fortunata, lo que ha generado dudas sobre la identidad de los restos que reposan en Perú.
Las historias de ambas Fortunatas presentan similitudes, pero también diferencias notables. La mártir venerada en Baucina murió en Roma, y no en Cesárea Marítima, y las fechas de sus respectivos martirios tampoco coinciden.
Mientras que los restos de la santa en Baucina llegaron a esa localidad en 1790, los de Moquegua arribaron tres años después, en 1793, lo que ha alimentado las especulaciones sobre una posible confusión entre ambas figuras.
A pesar de las discrepancias históricas, la veneración de Santa Fortunata en Moquegua sigue siendo una parte integral de la vida religiosa de la ciudad. Cada 14 de octubre, los fieles celebran su festividad con misas y procesiones en su honor.
La imagen de la mártir, que representa no solo el sacrificio de una joven por su fe, sino también la fortaleza de quienes mantienen sus convicciones frente a la adversidad, sigue inspirando a generaciones de moqueguanos.
Lugar de peregrinación
La Catedral de Moquegua, donde reposan sus restos, se ha convertido en un sitio de peregrinación y devoción. Los fieles que acuden a este lugar buscan no solo rendir homenaje a la santa, sino también encontrar consuelo espiritual en su historia de sacrificio.
La tradición oral local ha enriquecido aún más la devoción, con relatos que enfatizan la relación especial entre Santa Fortunata y Moquegua, una conexión que, según la creencia popular, se manifestó desde el mismo momento de su llegada a la ciudad.
Las reliquias de Santa Fortunata llegaron a Moquegua gracias a los misioneros del Colegio de Propaganda Fide, una institución dedicada a la evangelización en tierras lejanas. Este evento marcó el inicio de una tradición que ha perdurado hasta nuestros días.
Patrona de Moquegua
La historia de su viaje desde Europa, atravesando continentes y océanos, ha sido narrada de generación en generación, consolidando a Santa Fortunata como una figura central en la identidad religiosa de Moquegua.
Hoy en día, Santa Fortunata es mucho más que una mártir del cristianismo primitivo; representa el legado de fe que ha trascendido fronteras y épocas. En la región, se la considera un ejemplo de amor y entrega a Dios, una figura que, pese a las dudas sobre la autenticidad de sus reliquias, sigue siendo venerada con profundo respeto.
Las leyendas en torno a su vida y martirio han sido una fuente constante de inspiración para quienes buscan fortaleza espiritual en tiempos difíciles, y su presencia en la Catedral de Moquegua refuerza el papel de la iglesia en la vida diaria de la comunidad.