Miguel Grau, el ‘Caballero de los Mares’, es mucho más que un héroe para los peruanos: es la encarnación del sacrificio y el honor. Su defensa del Huáscar en el combate de Angamos es un acto sublime de coraje. Nuestro compatriota personifica el alma valerosa de la nación, una figura que se levanta como estandarte de patriotismo, capaz de desafiar la muerte misma por amor a su patria.
Meses antes de su heroico sacrificio en Angamos, donde enfrentó a la flota chilena el 8 de octubre de 1879, Grau Seminario ya había demostrado su valentía y pericia en el combate de Iquique. En aquella batalla, el 21 de mayo de 1879, el almirante y su inmortal Huáscar hundieron a la Esmeralda chilena. Este hecho impactó a los peruanos por su nobleza al auxiliar a los sobrevivientes, lo que generó gran admiración y respeto en Perú.
Pero, ¿qué hizo el almirante Grau para ser admirado por tantas generaciones en el Perú? Antes de responder, es menester comprender el contexto histórico que rodea su nobleza. Nos hallamos en plena guerra con Chile, con la amenaza de la superioridad naval chilena sobre las costas peruanas. A pesar de la desventaja, el ‘Caballero de los Mares’, desde el Huáscar, defendió a su patria con una valentía inconmensurable y un sentido de honor que trascendió las fronteras.
La guerra con Chile
En este conflicto bélico (1879-1884), Perú y Bolivia se enfrentaron contra Chile. Las tensiones surgieron por disputas territoriales en la región del desierto de Atacama y por intereses económicos relacionados con el salitre. Chile, buscando expandir su territorio y consolidar su dominio en la industria salitrera, lanzó una ofensiva que rápidamente llevó a la ocupación de importantes puertos peruanos y bolivianos.
Pocos años antes del estallido de la guerra, España albergaba ambiciones de reconquista, atraída por las abundantes riquezas guaneras de Perú. Una escuadra española se posicionaba amenazadoramente en las costas del Pacífico, lo que contribuyó a un clima de inquietud.
Ante esta preocupante situación, el presidente Juan Antonio Pezet comisionó a Miguel Grau, junto con el capitán de corbeta Aurelio García y García, para supervisar la adquisición y construcción de nuevos buques. En 1864, esta gestión se tradujo en la compra de importantes embarcaciones: en Inglaterra se adquirieron el Huáscar y la Independencia, mientras que en Francia se sumaron las corbetas Unión y América.
A pesar de las nuevas adquisiciones, la flota peruana seguía siendo superada por la potencia naval de sus oponentes. En el programa ‘Sucedió en el Perú’ se señala que “la Independencia tenía cañones de 70 libras, mientras que los buques chilenos ostentaban cañones de 250 libras; además, su coraza de hierro duplicaba a la de los buques peruanos”.
Al margen de ello, el almirante Grau obtuvo una victoria en el combate de Iquique. El 21 de mayo de 1879, al mando del monitor Huáscar, se enfrentó a la corbeta chilena Esmeralda y logró hundirla.
El combate de Iquique
Este conflicto bélico se suscitó el 21 de mayo de 1879 en el marco de la guerra del Pacífico. Ese día, las fuerzas navales de Chile y Perú se encontraron en la bahía de Iquique, donde el monitor Huáscar, comandado por el capitán de navío Miguel Grau Seminario, se enfrentó a la corbeta chilena Esmeralda, bajo el mando del capitán de fragata Arturo Prat.
La contienda, como es sabido, resultó en el hundimiento de la Esmeralda y el levantamiento del bloqueo chileno sobre el puerto de Iquique.
Días antes del enfrentamiento, la flota chilena había dejado a la Esmeralda y a la Covadonga, junto con el transporte Lamar, bloqueando el puerto de Iquique. La intención era sorprender a la flota peruana en el puerto del Callao. Sin embargo, las naves peruanas, lideradas por el Huáscar, habían zarpado hacia el sur para defender sus puertos, lo que llevó a ambas flotas a cruzarse sin verse hasta el día del combate.
Ahora bien, ¿qué sucedió en la batalla? Para responder a esta pregunta, es pertinente usar fuentes peruanas y chilenas. El capitán de navío Hugo Razzeto Del Carpio escribió una crónica sobre lo que pasó el 21 de mayo de 1879, la cual fue publicada en la página web de la Escuela Superior Conjunta de las Fuerzas Armadas.
“La intención inicial de Grau era capturar a la corbeta, pero viendo que esta se empeñaba en combatir, decidió atacar. El buque chileno se encontraba cercano a la costa, y temiendo Grau que sus disparos pudieran hacer impacto en la población (...) tomó la decisión de espolonear a la Esmeralda, y se lanzó audazmente sobre ella. El primer espolonazo la tocó en el costado de babor y luego recibió otro en la amura (parte de los costados del buque en donde se estrechan para formar la proa) de estribor que le abrió un gran boquete. Ambas embestidas dejaron seriamente dañada a la corbeta”, se lee en el portal.
En otro fragmento del texto del peruano Razzeto, se menciona que Prat cayó sobre la cubierta del Huáscar, mientras que el buque chileno recibió un tercer espolonazo en el centro, lo que lo partió en dos y provocó su hundimiento.
¿Y qué pasó con Prat? Para dilucidar esta interrogante, se citará a la Armada de Chile. “El Sargento Aldea cayó acribillado en el castillo de la nave peruana, mientras el Comandante Prat llegó cerca de la torre blindada de mando, donde fue alcanzado por un disparo que lo hizo caer de rodillas, recibiendo posteriormente un balazo en la frente que le produjo la muerte de manera instantánea”, se lee en su página web.
Tras este suceso, Grau Seminario escribió una carta a la viuda del capitán de fragata chileno Prat Chacón, quien perdió la vida al abordar el monitor Huáscar durante el combate de Iquique. En su misiva, el peruano expresó su respeto por la valentía de Prat y su pesar por la pérdida. Esta carta se convirtió en un símbolo de honor y caballerosidad en medio del conflicto.
Carta de Miguel Grau a la viuda de Arturo Prat
Dignísima señora:
Un sagrado deber me autoriza a dirigirme a Ud. y siento profundamente que esta carta, por las luchas que va a rememorar, contribuya a aumentar el dolor que hoy justamente debe dominarla. En el combate naval del 21 próximo pasado que tuvo lugar en las aguas de Iquique, entre las naves peruanas y chilenas, su digno y valeroso esposo, el capitán de fragata don Arturo Prat, comandante de la “Esmeralda”, como usted no lo ignorara ya, fue víctima de su temerario arrojo en defensa y gloria de la bandera de su patria. Deplorando sinceramente tan infausto acontecimiento y acompañándola en su duelo, cumplo con el penoso y triste deber de enviarle a usted las inestimables prendas que se encontraron en su poder, y que son las que figuran en la lista adjunta. Ellas le servirán indudablemente de algún consuelo en medio de su desgracia y por eso me he anticipado a remitírselas. Reiterándole mis sentimientos de condolencia, logro, señora, la oportunidad para ofrecerle mis servicios, consideraciones y respetos con que me suscribo de usted, señora, muy afectísimo seguro servidor.
En un acto que elevó la grandeza del espíritu humano, Miguel Grau ordenó el envío de las pertenencias de Arturo Prat a Carmela Carvajal. Entre estos objetos se encontraban su aro de matrimonio, fotografías familiares y objetos religiosos, símbolos de la vida que dejó atrás. En este tributo, el ‘Caballero de los Mares’ abrazó la humanidad en medio de la guerra.