El 5 de octubre se conmemora el Día Mundial de los Docentes, en homenaje al aniversario de la suscripción de la Recomendación de la OIT y la UNESCO sobre la Situación del Personal Docente (1966). Este documento es fundamental para la formulación de políticas públicas relacionadas con el trabajo docente, reconociendo “el papel esencial del personal docente en el progreso de la educación, así como la importancia de su contribución al desarrollo de la personalidad humana y de la sociedad moderna”.
Para que los docentes puedan cumplir con este rol transformador, es crucial atraer a los mejores profesionales, comprometidos con la enseñanza, que comprendan y respondan a las diversas necesidades de sus estudiantes. Como lo plantea el informe de la Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación, es importante reconocer el poder y los retos de la educación en la sociedad y para ello, se requiere que “En un nuevo contrato social para la educación, el profesorado debe estar en el centro y su profesión debe revalorizarse y repensarse como un esfuerzo colaborativo que genere nuevos conocimientos para lograr la transformación de la educación y la sociedad” (UNESCO, 2022). La docencia debe promover el desarrollo del potencial estudiantil sin ningún tipo de discriminación, ejerciéndose con ética, integridad y profesionalismo. Según el Proyecto Educativo Nacional (PEN 2036), los docentes deben asumir un liderazgo activo para la transformación social y construir relaciones afectivas positivas con su comunidad.
Cumplir con esta visión estratégica también implica reconocer que “el contexto familiar sigue siendo el principal factor predictivo de los resultados de aprendizaje”, y que las políticas deben enfocarse en la protección de la nutrición, la salud, y el desarrollo cognitivo y socioemocional de los niños en sus primeros años de vida. Sin embargo, investigaciones recientes muestran que, una vez en la escuela, “ningún otro factor es tan importante como la calidad de los profesores” (Bruns y Luque, 2014). Por ello, es imperativo contar con docentes altamente capacitados, con talento, experiencia y dedicación, comprometidos con la “transformación de la educación para reparar las injusticias del pasado y construir un futuro más justo y sostenible” (UNESCO).
Para desplegar plenamente su vocación, los docentes deben participar activamente en la definición, diseño, implementación y evaluación de las políticas educativas. Es fundamental crear comunidades de aprendizaje en los que los maestros, en diálogo con sus organizaciones sindicales y la comunidad educativa en su conjunto, debatan las reformas necesarias para mejorar los resultados de aprendizaje y las condiciones laborales. Este proceso legitima su papel como actores políticos y activadores sociales en la educación donde se promueva el bienestar común.
Los docentes requieren condiciones laborales que les proporcionen motivación y satisfacción, con respeto a su autonomía y con objetivos claros en torno a los aprendizajes estudiantiles. Se debe generar un entorno de confianza, donde el sistema educativo ofrezca apoyo adecuado para resolver problemas. Además, la infraestructura escolar, los servicios y los materiales deben garantizar seguridad y salubridad, pues estos factores están vinculados tanto al rendimiento académico como a la satisfacción laboral de los docentes. En este sentido, resulta crucial abordar las disparidades en infraestructura entre las escuelas rurales y urbanas.
En el Perú, aunque se han logrado avances, la inestabilidad sociopolítica ha afectado el progreso del sistema educativo. Aún queda pendiente, como profesionales y sociedad civil, “movilizar la solidaridad pública para mejorar las condiciones laborales y el estatus de los docentes, promoviendo su participación en la toma de decisiones y en el debate público sobre una educación equitativa, inclusiva y de calidad” (UNESCO).