El cáncer representa una de las principales causas de morbilidad y mortalidad en el Perú. Según el informe GLOBOCAN 2020, los tipos de cáncer más comunes en nuestra población incluyen el cáncer de próstata, mama, estómago y cuello uterino. Este patrón epidemiológico refleja no solo la carga de la enfermedad en el país, sino también las brechas en la prevención y atención, las cuales deben ser abordadas de manera integral y con un enfoque multidisciplinario.
En el Perú, los casos de cáncer han mostrado un incremento significativo en los últimos años, pasando de 69,000 diagnósticos en 2020 a 72,827 en 2022, lo que representa un aumento del 10%. El cáncer de estómago destaca como la primera causa de muerte tanto en hombres como en mujeres, un dato que exige una revisión crítica de nuestras estrategias de prevención y tratamiento. Este tipo de cáncer es particularmente agresivo y, con frecuencia, se diagnostica en etapas avanzadas, lo que limita las opciones terapéuticas y reduce la tasa de supervivencia.
Los tipos de cáncer mencionados tienen una relación directa con factores de riesgo conocidos. Por ejemplo, el cáncer de próstata, el más frecuente en hombres, y el cáncer de mama, predominante en mujeres, están asociados con la edad, la genética y, en algunos casos, con estilos de vida que podrían modificarse para reducir el riesgo. El cáncer de cuello uterino, por su parte, está altamente relacionado con la infección persistente por el virus del papiloma humano (VPH), lo que resalta la importancia de la vacunación y de realizar pruebas periódicas como el Papanicolaou y la detección viral del VPH, las cuales se realizan de manera complementaria.
Un aspecto crucial a considerar es la tasa de mortalidad asociada a estos cánceres. En el caso del cáncer de estómago, se reportan 4,767 muertes al año, seguido del cáncer de pulmón con 2,630 decesos y el cáncer cervicouterino con 2,545. Estos números reflejan no solo la letalidad de estas neoplasias, sino también la necesidad urgente de implementar programas efectivos de tamizaje que permitan la detección temprana, especialmente en las poblaciones más vulnerables.
La prevención y la detección precoz son pilares fundamentales en la lucha contra el cáncer. Sin embargo, en la práctica diaria observamos que muchos pacientes llegan a la consulta en etapas avanzadas, cuando las opciones de tratamiento curativo son limitadas. Existen exámenes preventivos de gran valor, como la colonoscopia para la detección temprana de lesiones premalignas en el cáncer de colon, y la endoscopia para el cáncer de estómago, que permiten identificar lesiones en fases iniciales. La colonoscopia, en particular, es clave para diagnosticar pólipos que podrían evolucionar hacia un cáncer, lo que permite extirparlos antes de que se conviertan en malignos.
No obstante, la brecha en el acceso a estos servicios sigue siendo un desafío. En muchas regiones del país, la infraestructura de salud y la falta de recursos limitan la implementación efectiva de programas de tamizaje. Como médicos, nuestra responsabilidad es abogar por un sistema de salud más equitativo y accesible que permita que los beneficios del diagnóstico temprano lleguen a todos los peruanos, independientemente de su ubicación geográfica o nivel socioeconómico.
Desde el punto de vista clínico, la integración de tecnologías avanzadas y tratamientos personalizados también representa un área de oportunidad para mejorar los resultados en pacientes con cáncer. La incorporación de nuevas técnicas puede guiar decisiones terapéuticas más precisas y efectivas, elevando el estándar de cuidado en nuestro país.
En conclusión, la realidad del cáncer en el Perú nos plantea importantes retos, pero también oportunidades de mejora. Es fundamental continuar promoviendo la educación en salud, tanto para la población general como para los profesionales del sector, y asegurar que la prevención, el diagnóstico temprano y los tratamientos de última generación estén al alcance de todos.
Como especialistas, nuestra labor va más allá del diagnóstico y tratamiento; implica también un compromiso constante con la investigación, la educación y la implementación de políticas de salud que realmente impacten en la reducción de la carga de cáncer en el Perú. Es un esfuerzo colectivo que debe involucrar a toda la sociedad.