Conocida tanto por su talento en el escenario como por su relación con el virrey Manuel de Amat y Juniet, esta mujer es una de las más recordadas en la historia del Perú por ser una figura controvertida y carismática.
Y es que su influencia en la cultura popular y el teatro limeño la convirtió en un símbolo de su tiempo, trascendiendo los años para mantenerse en la memoria colectiva de un país entero.
Se trata de María Micaela Villegas, conocida popularmente como La Perricholi, quien fue una actriz, cantante y empresaria peruana cuya vida y personalidad marcaron profundamente la historia del teatro en el Virreinato del Perú.
¿Dónde nació?
El enigma de su lugar de nacimiento Aunque en diversos documentos históricos María Micaela Villegas es registrada como oriunda de Lima, existe una versión popular que afirma que nació en el pueblo de Tomayquichua, en el departamento de Huánuco, el 27 de septiembre de 1748
Allí se encuentra una casa que, según los locales, fue su residencia. Este mito ha sido recogido por diversos escritores peruanos, entre ellos Enrique López Albújar y Ricardo Palma, quienes sostienen que ella tuvo alguna relación con ese lugar.
Sin embargo, no se ha encontrado evidencia que respalde esta tradición, mientras que la propia Micaela, en su testamento, asegura haber nacido en la capital peruana.
Debut en las tablas
Villegas fue la primera de los siete hijos del matrimonio entre Joseph Villegas, de Arequipa, y María Teresa Hurtado de Mendoza, limeña de nacimiento.
De origen modesto, la familia vivía en una casa situada en la calle Puno (actual jirón Ayacucho) en el centro de Lima. Desde pequeña mostró interés por la literatura, el canto y la danza, aficiones que más tarde la llevarían al mundo del teatro.
A pesar de las restricciones sociales impuestas a las mujeres de la época, aprendió a leer y escribir, una habilidad poco común entre sus contemporáneas.
Con apenas 15 años, Micaela debutó en el Corral de Comedias, gracias al apoyo de Bartolomé Maza, actor y empresario teatral. Su rápida ascensión en los escenarios fue innegable: antes de cumplir 20 años, ya era la actriz más admirada del virreinato.
Poseía una memoria prodigiosa y un talento natural para la interpretación, que le permitieron destacarse en representaciones cómicas y caballerescas. Su presencia llenaba los teatros y cautivaba al público limeño, convirtiéndola en un ícono del entretenimiento.
Amores como el nuestro
La vida de Villegas no estuvo exenta de controversia. Su relación amorosa con el virrey Manuel de Amat y Juniet, quien le doblaba en edad, fue uno de los escándalos más sonados del siglo XVIII en Lima.
Este vínculo, que duró nueve años, no solo la colocó en el centro de la vida social limeña, sino que también le valió la enemistad de gran parte de la nobleza virreinal. En 1769, fruto de su relación con el virrey, nació su hijo Manuel.
El apodo que la inmortalizó, “La Perricholi”, es motivo de diversas interpretaciones. Según una versión, Amat solía llamarla “peti-xol”, que en catalán significa “pequeña joya”.
Otra teoría popular sostiene que el término se originó durante una acalorada discusión entre ambos, en la que el virrey, enojado, la llamó “perra chola”, un insulto que, con su marcado acento catalán, habría sonado como “Perricholi”.
Sea cual sea el origen real, este mote trascendió las paredes del palacio y fue adoptado por la sociedad limeña, que en muchas ocasiones la usaba con ánimo de desprecio.
De carácter indomable
Si algo caracterizó a La Perricholi fue su personalidad apasionada y su espíritu rebelde. Un episodio especialmente recordado ocurrió durante una de sus actuaciones en el teatro, cuando, tras recibir críticas por parte del empresario Bartolomé Maza sobre su actuación, Villegas, enfurecida, lo abofeteó en pleno escenario.
Este altercado derivó en una breve separación de Amat y en su alejamiento temporal de los escenarios. Sin embargo, su regreso fue triunfal: volvió a los teatros con una representación que fue calificada como la mejor de toda su carrera.
A lo largo de su vida, La Perricholi combinó su carácter impulsivo con una generosidad inesperada. Uno de los momentos más célebres fue cuando, en medio de un paseo en una fastuosa carroza durante la festividad de la Porciúncula, decidió ceder su vehículo al párroco de la Iglesia de San Lázaro, quien caminaba portando el Santo Sacramento hacia la casa de un moribundo. Este acto de humildad fue aplaudido por el pueblo limeño.
La empresaria Micaela Villegas
A los 22 años, Micaela adquirió su primera propiedad en Lima, una casa en la calle del Huevo, la cual formaría parte del patrimonio que dejaría a sus herederos.
Con el tiempo, se consolidó como una exitosa empresaria, gestionando sus propiedades y el Real Coliseo de la Comedia, que compró en 1788 junto a su pareja Vicente Fermín de Echarri. El matrimonio entre ambos se formalizó en 1795, tras 18 años de convivencia.
Aunque en 1776 el virrey Amat regresó a España, La Perricholi continuó en Lima, criando a su hijo Manuel y administrando su patrimonio. Su vida se mantuvo bajo la sombra de las críticas, especialmente a través de canciones y escritos que buscaban manchar su reputación.
Adiós con olor a multitud
El ocaso de La Perricholi En sus últimos años, Micaela Villegas se retiró de los escenarios y se dedicó a la administración de sus bienes. Vestida con el hábito de las Carmelitas, pasó sus días dedicándose a la oración y a la caridad, lo que le permitió ganarse el afecto de aquellos que en otro tiempo la habían criticado.
Al morir, el 16 de mayo de 1819, dejó una considerable fortuna a sus descendientes, pidiendo que su funeral fuera sencillo.
Sin embargo, su sepelio fue multitudinario, y su entierro en el Convento de los Descalzos quedó grabado en la memoria de la ciudad que la vio brillar y escandalizar.