Al mirar un billete y ver el rostro de un personaje peruano, uno podría detenerse y preguntarse por qué fue elegido para estar allí. Es posible que, en ese instante, surja la reflexión de que esa persona contribuyó de manera importante al desarrollo del país. Quizá, al observar con más detenimiento, se piense en los logros que lo llevaron a ser considerado un símbolo de la historia peruana.
Por ejemplo, al observar el S/ 10, Chabuca Granda parece cantar desde las fibras del papel. En el S/ 20, José María Arguedas nos recuerda las raíces de nuestra identidad. María Rostworowski, en el S/ 50, se revela como la figura que desentrañó los misterios de las culturas precolombinas. Y en el S/ 100, Pedro Paulet, visionario de los cielos, nos invita a soñar con un Perú que mira hacia el futuro, siempre con la ambición de volar más alto.
Cada billete se convierte en un símbolo de nuestra historia, donde las figuras impresas nos acercan a los personajes que contribuyeron a formar el Perú que conocemos hoy. Los compatriotas plasmados en el papel han pasado a la historia por diversos motivos, y sus billetes comenzaron a circular desde julio de 2021. El último emitido por el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) fue el de S/ 200, en homenaje a Tilsa Tsuchiya.
¿Por qué Tilsa Tsuchiya pasó a la historia del arte peruano?
Antes de explicar por qué Tilsa Tsuchiya ocupa un lugar destacado en la historia del arte peruano, es importante entender lo que esto significa. Pasar a la historia implica que alguien logra un impacto y memorable a través de sus acciones o contribuciones. Esto puede darse en ámbitos como el arte, la ciencia, la política o el deporte. Al conseguirlo, esa persona se convierte en referente para otros. Ser recordado asegura que su influencia perdura e inspira a las generaciones venideras.
Entre las principales evidencias de que un personaje ha pasado a la historia se encuentran su mención en libros de historia, que analizan su impacto en la sociedad, así como los monumentos y homenajes que celebran su legado. En el caso de los artistas plásticos, sus obras pueden exhibirse en museos y galerías, lo que resalta su importancia en el mundo del arte.
A estos indicios se suma el hecho de que el BCRP haya emitido un billete con el rostro de un personaje peruano. “La nueva familia de billetes incorpora modernos diseños, nuevos motivos y renovados elementos de seguridad y se rinde homenaje a destacados personajes de nuestras ciencias y humanidades del siglo XX (...)”, sostuvo la entidad constitucionalmente autónoma cuando dio a conocer los nuevos billetes del Perú.
Uno de ellos, sin duda, fue el de Tilsa Tsuchiya, quien fue calificada como “gran pintora y grabadora distinguida por tener un estilo propio logrado con originalidad y maestría”.
El BCRP se refirió a la artista plástica con esta breve frase, que no condensa todas las contribuciones que hizo a la cultura peruana y, por qué no, a la del mundo. Es por ello que es necesario dar a conocer su obra, lo que hizo por Perú, sus reconocimientos y los pasajes de su vida que son dignos de recordar.
Nacida en Supe el 24 de septiembre de 1928, la pintora y grabadora fue hija de María Luisa Castillo Olortegui, una peruana de ascendencia china, y del médico japonés Yoshigoro Tsuchiya. Su formación artística tuvo lugar en la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde se destacó al recibir la Gran Medalla de Oro en Pintura en 1959. Además, mientras aún era alumna, logró el segundo puesto en el Premio Salón Municipal de 1957.
No todo fue felicidad en la vida de la artista. En 1947, mientras estudiaba en la Escuela Nacional de Bellas Artes, la tragedia tocó a su puerta con la muerte de su padre. Este doloroso acontecimiento la obligó a interrumpir sus estudios. Con una admirable determinación, tuvo que trabajar para ayudar a cubrir los gastos del hogar, sin dejar de abrazar su sueño de convertirse en artista.
Al regresar a Bellas Artes, se inscribió en los talleres de los artistas Carlos Quizpez Asín y Ricardo Grau, y también tuvo la oportunidad de ser alumna particular del pintor Manuel Zapata Orihuela. Desde el principio, su personalidad singular y su estilo distintivo la hicieron destacar entre sus compañeros.
Sobre las obras de la etapa inicial de la artista el historiador de arte Luis Eduardo Wuffarden escribió lo siguiente en el libro ‘Tilsa’: “Una estimable lección de pintura, parcamente organizada por el diseño y un breve espectro de colores graves, nocturnos o terrígenas”.
Pero, ¿qué creó en su etapa formativa? Para responder a esta pregunta, es pertinente citar a la investigadora María Dávila, quien en su tesis ‘Tilsa Tsuchiya: Tres estados del ser’ señaló que “dibujaba y pintaba bodegones, representaciones de figuras humanas y de animales que sintetiza, simplifica y esquematiza, utilizando una gama de colores tierras, rojos y negros”.
En 1957, Tsuchiya creó su obra más emblemática, titulada ‘Cementerio’. Esta pintura revela elementos del expresionismo, destacando el alargamiento de las figuras, que carecen de volumen, junto con el uso de veladuras y una paleta de tonos oscuros. Es preciso señalar que la nacida en Supe se formó en Bellas Artes entre 1954 y 1959, período en el que se destacó.
En 1960, la peruana se trasladó a Francia, donde estudió Grabado en la École des Beaux-Arts y cursó Historia del Arte en la Sorbona. Permaneció en Europa hasta mediados de los años setenta. Durante este tiempo, su obra se caracterizó por una estética minimalista y un tono oscuro que reflejaba su evolución artística. En el país europeo donde vivió 10 años, dominó los claroscuros.
Desde la década de los años 60, también recibió varios galardones. La Asociación Peruano Japonesa, a través de su página web, dio a conocer los reconocimientos que obtuvo.
“En 1969 recibió el premio Francisco Lazo por los 50 años de la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú (ENSABAP) y en 1970 obtuvo el Premio Teknoquímica, que la consagró como artista. Realizó 14 muestras individuales y participó en 33 colectivas, entre ellas una en el Instituto de Arte Contemporáneo en 1968 y la XV Bienal de São Paulo en 1979, además de otras en Washington DC, México DF, París, Santiago de Chile, La Habana, Ámsterdam, Caracas y Osaka”, reza el portal web.
Ahora bien, a partir de la década de 1970, produjo sus grandes obras. Entre sus creaciones artísticas destacan: Machu Picchu (1970), La gran madre (1972), Mito de los sueños (1974), Tristán e Isolda (1974-1975) y Mito de la mujer y el vuelo (1976).
De acuerdo con la información del Centro de Documentación de El Peruano, fue considerada la segunda artista más preferida del Perú luego de que la revista Hueso Húmero hiciera una encuesta.
El valor de sus obras trascendió a lo largo del tiempo, llegando al punto de que una de sus creaciones, Tristán e Isolda, alcanzara un precio de 882 mil dólares en 2022. En esta pintura, inspirada en la leyenda británica del amor idílico de una pareja, aparecen dos lenguas aunadas como sogas. Es importante mencionar que esta obra, perteneciente a una artista peruana, se convirtió en la primera en venderse por esa cifra.
Tras la muerte del personaje que aparece en el billete de 200 soles, continuó recibiendo reconocimientos. En el marco de la campaña ‘Lideresas por la Igualdad de Género’, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables otorgó un reconocimiento a 25 mujeres por su contribución a la lucha por la equidad, entre las cuales destaca Tilsa Tsuchiya. Según esta cartera ministerial, estas féminas desafían las brechas de género en el ámbito de las artes plásticas. Este evento tuvo lugar en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENSABAP) en el año 2022.