Los incendios forestales han sido, históricamente, una amenaza para la flora, fauna y las comunidades humanas. Su carácter destructivo y su imprevisibilidad los han convertido en una preocupación global, especialmente en las últimas décadas.
Una muestra de su carácter destructivo es lo que está pasando actualmente en el Perú. Y es que este fenómeno, que puede devorar grandes extensiones de terreno en cuestión de horas, pone en riesgo la biodiversidad, contribuye al cambio climático y afecta gravemente la calidad de vida de quienes habitan en zonas cercanas.
Además, el cambio climático está intensificando su frecuencia y alcance, generando preocupación en expertos y autoridades a nivel mundial.
Factores detrás de los incendios forestales
La aparición de incendios en áreas forestales no es producto del azar. Estos desastres ocurren cuando se conjugan ciertos factores ambientales, como la sequía prolongada, la presencia de vegetación altamente inflamable y las altas temperaturas.
En muchas regiones, la falta de humedad en el suelo hace que las plantas emitan etileno, un gas altamente combustible, lo que facilita la ignición de incendios. Así, la vegetación se convierte en un material extremadamente vulnerable, listo para arder ante la mínima chispa.
Sin embargo, aunque las condiciones naturales pueden facilitar la aparición de incendios, la realidad es que la mayoría de ellos tienen origen humano.
En países como España y Estados Unidos, más del 80% de estos desastres son causados directamente por actividades humanas. Ya sea por negligencia, accidentes o actos deliberados, las acciones humanas representan el principal detonante de esta amenaza ecológica.
Las causas
Los incendios pueden ser clasificados según su origen. Uno de los grupos más destacados es el de los incendios intencionados. Las motivaciones detrás de estos incendios varían: desde quemas agrícolas ilegales hasta actos de vandalismo, piromanía o incluso especulación urbanística. A menudo, los responsables buscan ahuyentar animales, regenerar pastos o simplemente provocar destrucción.
Por otro lado, las negligencias y accidentes son responsables de un 26% de los incendios en el mundo. Actividades como las quemas agrícolas controladas que se salen de control, las colillas de cigarro mal apagadas o los fallos en líneas eléctricas pueden ser suficientes para desencadenar un desastre de grandes proporciones.
Un pequeño porcentaje, aproximadamente el 5%, se atribuye a causas naturales como los rayos, mientras que en un 15% de los casos la causa permanece indeterminada.
La propagación del fuego y su impacto
Una vez que el fuego se inicia, su propagación puede ser rápida y devastadora. La vegetación seca, el viento y la topografía del terreno juegan un papel crucial en la extensión de las llamas.
En regiones con climas secos o mediterráneos, el fuego avanza con mayor facilidad debido a la sequedad de la vegetación y la presencia de resinas inflamables en algunas especies, como los pinos. Estas resinas actúan como combustible, facilitando la expansión del incendio y aumentando su virulencia.
Existen distintos tipos de incendios forestales según su propagación. Algunos avanzan por el suelo, alimentándose de materia orgánica en descomposición, mientras que otros se propagan a través de las copas de los árboles, lo que los hace aún más difíciles de controlar.
Los incendios de copas activos, que avanzan independientemente de la superficie, son particularmente peligrosos y solo pueden ser atacados de forma indirecta.
Así se clasifican
En términos de tamaño, los incendios se clasifican en conatos, incendios normales y grandes incendios forestales (GIF). Estos últimos son especialmente preocupantes, ya que abarcan superficies superiores a 500 hectáreas.
Aunque representan menos del 0,2 % del total de incendios en el mundo, su impacto es devastador, ya que son responsables del 40 % de la superficie quemada en un año promedio. Su comportamiento es difícil de predecir y controlar, y muchas veces escapa a la capacidad de los sistemas de extinción.
Los incendios de sexta generación son un tipo especial de incendio que ha surgido con mayor frecuencia debido al cambio climático y al abandono de las zonas forestales.
Estos incendios, también conocidos como tormentas ígneas, generan columnas de aire caliente que, al enfriarse, provocan nuevos focos de incendio, lo que los hace extremadamente peligrosos y difíciles de controlar.
La clave para mitigar los daños
Ante el aumento de la frecuencia y magnitud de los incendios forestales, la prevención se ha vuelto una prioridad. Las medidas preventivas buscan no solo evitar que los incendios se inicien, sino también minimizar sus consecuencias una vez que se han declarado.
Entre las estrategias más efectivas se encuentran la concienciación social, la planificación forestal, la creación de cortafuegos y la limpieza periódica de bosques para reducir la cantidad de material combustible.
Iniciativas como la quema controlada en épocas de bajo riesgo, la plantación de especies resistentes al fuego y el fomento de la ganadería extensiva también han demostrado ser útiles para prevenir la propagación de incendios. Asimismo, el uso de nuevas tecnologías, como los drones y los sensores de detección de incendios, permite una vigilancia más efectiva y una respuesta rápida ante cualquier foco de incendio.
Si eres testigo de un incendio forestal en el Perú, no dudes en comunicarte de inmediato al 116, número de los bomberos o a las autoridades de Defensa Civil.