Es imposible saber con certeza qué habría sucedido si Manuel Scorza no hubiera fallecido a los 55 años, pero muchos creen que su destino pudo haber tomado un rumbo trascendental. Su voz, tan cercana a las luchas sociales, podría haber encontrado un nuevo impulso en la política activa, o tal vez habría sido un cronista del conflicto armado interno que marcó sobremanera al país.
Algunos incluso sostienen que su obra lo habría acercado cada vez más al Premio Nobel de Literatura, un reconocimiento que parecía inevitable. Estas ideas no eran simples especulaciones, sino que se fundamentaban en su prolífica obra literaria y en todo lo que aún le quedaba por expresar y realizar.
¿Qué habría pasado si Scorza hubiera fallecido por las dolencias propias de la vejez y no en un accidente aéreo? Seguramente, habría continuado escribiendo más novelas de corte social, obras que lo habrían consolidado como una de las figuras más importantes de la literatura. Su partida abrupta truncó una vida en pleno apogeo, cuando aún tenía mucho por decir. La pentalogía que dejó es una prueba de su etapa de esplendor.
Con “Redoble por Rancas” (1970) dio inicio a su pentalogía denominada La guerra silenciosa. Años después, completarían el ciclo novelesco las obras “Historia de Garabombo el Invisible” (1972), “El jinete insomne” (1977), “Cantar de Agapito Robles” (1977) y “La tumba del relámpago” (1979). En estas novelas se aborda la rebelión de los líderes campesinos de las comunidades del centro del Perú contra el capitalismo transnacional, el sistema de justicia y el poder terrateniente.
Estas novelas captaron la atención de críticos literarios de diversas partes del mundo. A través de ellas, Scorza retrató con crudeza las injusticias cometidas en los Andes, los conflictos sociales y la lucha de los campesinos. Gracias a esta potente narrativa, fue propuesto como candidato para uno de los premios más prestigiosos de la literatura.
Dunia Gras Miravet, a través de su artículo “La trayectoria vital de Manuel Scorza”, dio a conocer el galardón que rondó por la vida del peruano. “Este éxito se vio refrendado en 1979, con la propuesta de su candidatura al premio Nobel de Literatura que, finalmente, fue concedido ese año al poeta griego Odysseus Elytis”, escribió la investigadora. Cabe señalar que el texto fue publicado en la página Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
Scorza fue propuesto como candidato al Premio Nobel de Literatura no solo por sus novelas, sino también por su poética en general. Antes de que diera a conocer su ciclo La guerra silenciosa, ya había publicado poemarios como “Los adioses”, “Desengaños del mago” y “Réquiem para un gentil hombre”. Estos libros, al igual que sus novelas, tenían un trasfondo social y crítica.
Pocos años antes de su fallecimiento, el autor de “Redoble por Rancas” había iniciado una investigación sobre el terrorismo. Pero el 27 de noviembre de 1983, un avión que lo llevaba desde París a un evento literario en Colombia se precipitó en Mejorada del Campo, silenciando para siempre a un hombre que aún tenía mucho que decir.
El accidente aéreo que acabó con la vida de Manuel Scorza
El 26 de noviembre de 1983, el vuelo 011 de Avianca, un Boeing 747-283B llamado “Olafo”, despegó del aeropuerto Charles de Gaulle en París con 181 personas a bordo, rumbo a Bogotá con escalas en Madrid y Caracas. El vuelo se convirtió en una tragedia aérea al estrellarse seis minutos después de la medianoche del 27 de noviembre. La tragedia tuvo lugar en una colina de Mejorada del Campo, un municipio ubicado al este del área metropolitana de Madrid (España).
Entre los fallecidos se encontraban reconocidos escritores invitados a participar en el Primer Encuentro de la Cultura Hispanoamericana en Bogotá, un evento apadrinado por Gabriel García Márquez. Los artistas afectados fueron el peruano Manuel Scorza, el mexicano Jorge Ibargüengoitia, la argentina nacida en Colombia Marta Traba, y su esposo, el uruguayo Ángel Rama. Este desastre aéreo también cobró la vida de cinco parejas suecas que se dirigían a conocer a sus hijos adoptivos en Colombia, según la información del Ministerio de Asuntos Exteriores de Suecia.
El accidente se produjo cuando la aeronave iba a 263 kilómetros por hora y se encontraba a 690 metros del suelo, preparando el aterrizaje en el aeropuerto de Barajas, Madrid. El impacto inicial elevó al avión, llevándolo a una trayectoria imposible de recuperar. Instantes después, ocurrió un segundo choque que fragmentó al Boeing en cinco partes y desató un incendio.
La aeronave había despegado con una hora y media de retraso y que se encontraba a 10 kilómetros del aeropuerto cuando ocurrió el accidente.
Toda la tripulación del Boeing 747 y los pasajeros, incluidos los artistas y las familias suecas que viajaban a Colombia, fallecieron en los primeros minutos del siniestro. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Suecia confirmaba a las parejas suecas como parte del saldo trágico de la catástrofe. Es preciso señalar que Scorza, Rama y Traba viajaban en los asientos 39, 40 y 41, respectivamente.
El vuelo 011 de Avianca ostenta el penoso récord de ser el accidente más devastador en la historia de la aviación colombiana y de la aerolínea, superado únicamente por el siniestro del vuelo JK5022 de Spanair en 2008, también en Barajas, con 154 víctimas mortales.
La historia de la familia que sobrevivió al accidente aéreo
En el avión en el que viajaba Manuel Scorza, también se encontraban familias nucleares que lograron sobrevivir a la tragedia. El canal de YouTube ‘Tragedias aéreas en Español’ compartió los testimonios desgarradores de uno de estos grupos familiares.
Diego, ya convertido en adulto, recuerda vívidamente aquel viaje fatídico. Subió al avión con su casco de skateboard puesto, sintiendo una mezcla de nerviosismo e inocencia. “Nos sentamos en el asiento del medio. Mientras miraba las instrucciones de seguridad, le pregunté a mi padrastro: ‘¿Y qué pasa si el avión choca?’ Él me tranquilizó, diciendo que no ocurriría nada. Los tres estábamos en la misma fila”, contó.
Exhausto, el menor se recostó sobre dos asientos sin quitarse el casco; instantes después, se quedó dormido. Su madre, preocupada, lo amarró con ambos cinturones de seguridad. La profundidad de su sueño fue interrumpida por el toque de su madre, que lo despertó en medio del caos.
El desasosiego de su progenitora se refleja en su relato: “Nuestros asientos estaban en medio de la nada, con restos del avión ardiendo a lo lejos. Lo único en lo que pensaba era en salir de allí, los asientos estaban esparcidos por el suelo”. Mientras Diego despertaba, el fuego y el humo envolvían el lugar. “Nos levantamos y corrimos”, señaló.
“No sabía que tenía la pierna fracturada, ni que mi madre había sufrido una fractura en el tobillo. Lo que más recuerdo es ver a mi madre gritar: ‘Corre’”, relató el adulto. A unos 400 metros de distancia, se refugiaron detrás de unos arbustos.
Finalmente, la madre dijo: “En ese momento, le dije a mi hijo que se tapara la cabeza. Uno actúa por instinto, y justo cuando le dije eso, ocurrió una tremenda explosión”. En esa noche de tragedia y valentía, la supervivencia se convirtió en un acto de coraje.
¿Cuál fue la causa de la tragedia?
El vuelo 011 de Avianca, que se precipitó contra una colina, cobró la vida de 181 personas, entre ellas cuatro escritores que se dirigían a un encuentro cultural en Colombia. Este trágico accidente generó una pregunta en la opinión pública: ¿qué pudo haber sucedido para que el avión colisionara con un cerro? Frente a esta incertidumbre, resulta importante citar lo que el Comité de Investigación de Accidentes e Incidentes de Aviación Civil reveló tras sus indagaciones.
“La causa el accidente fue que el comandante, sin tener conocimiento preciso de su posición, se dirigió a interceptar el ILS con una trayectoria incorrecta, sin iniciar la maniobra de aproximación instrumental publicada; descendiendo por debajo de todos los márgenes de seguridad del área, hasta colisionar con el terreno”, sostuvo el organismo oficial encargado de investigar accidentes aéreos ocurridos en territorio español.
Es preciso mencionar que el piloto realizó un giro hacia la derecha seis millas antes de lo previsto, con la intención de alinearse con la pista de aterrizaje. Al intentar sintonizar el ILS (Sistema de Aterrizaje por Instrumentos), pensó que el localizador no funcionaba correctamente; sin embargo, la realidad era que aún estaban demasiado lejos para captar la señal. Inició el descenso sin tener plena certeza de su ubicación.