De acuerdo con reportes a escala global, se prevé que, para el 2040, la enfermedad renal crónica (ERC) se convierta en la quinta causa de muerte en el mundo. En el caso específico de Perú, actualmente esta condición ocupa el cuarto lugar, y existen alrededor de 4 millones de personas que la padecen, convirtiéndose en un serio problema de salud pública por el que es prioritario trabajar de forma inmediata para mitigar su impacto en el sistema de salud y en la población.
Entre las principales barreras para el abordaje de la ERC, es que gran parte de las personas que presentan esta condición no lo saben, así como el desconocimiento generalizado sobre los factores de riesgo asociados. Por ejemplo, en el país está claramente establecido que la diabetes y la hipertensión son responsables de más del 75% de los casos de enfermedad renal crónica. Actualmente, estas condiciones afectan a 1.3 millones —95% de ellos con diabetes tipo 2— y 5.5 millones de peruanos, respectivamente.
Este contexto evidencia la necesidad de que, durante la evaluación médica de los pacientes, especialmente, de las personas que padecen diabetes mellitus tipo 2 y presión arterial alta, el especialista debe solicitar análisis complementarios, como el perfil ABCDE, que toma en cuenta los niveles de albuminuria, presión arterial, colesterol, glicemia y el filtrado glomerular estimado. De hecho, las guías europeas de prevención de riesgo cardiovascular indican que todo hombre por encima de 40 años y toda mujer luego de los 50 años o postmenopausia debe conocer estos indicadores, dado que permite el diagnóstico y control de enfermedades cardíacas, renales y metabólicas y, de esta manera, se evita que los pacientes lleguen a consulta cuando ya tienen daño renal avanzado.
Como médico, recibir casos de ERC en etapas avanzadas es preocupante, dado que, suelen requerir de diálisis o trasplante, procedimientos que disminuyen considerablemente la calidad y esperanza su vida. Particularmente, si bien la diálisis permite que los riñones eliminen sustancias, líquidos y regulen el equilibrio ácido-base, no sustituye funciones metabólicas y endocrinas, lo que genera que la persona experimente un deterioro acelerado, dificultades para cuidarse por sí misma y que requiera la ayuda de un familiar, así como tenga impacto en la economía de su hogar.
En esa línea, el tiempo es esencial. Si se identifica un potencial daño renal de forma oportuna, es posible tomar medidas preventivas en fase temprana y garantizar mejores resultados en el tratamiento gracias al acceso a soluciones innovadoras que han demostrado que reducen significativamente la progresión de la enfermedad y el riesgo de muerte cardiovascular.
Para lograr que esto ocurra, es vital la ejecución de estrategias sostenibles de forma inmediata. Por ejemplo, la implementación de políticas públicas que prioricen la atención integral de la ERC, la actualización e implementación de Guías Prácticas Clínicas que permitan homogeneizar el abordaje del paciente en todos los niveles de atención, y en el que se incluya el perfil del ABCDE. Finalmente, la formación continua de los médicos para la inclusión de análisis complementarios, sobre todo, los de atención primaria, quienes son los primeros profesionales a los que consultan los pacientes cuando presentan alguna condición.
A ello debe sumarse el reforzamiento de las campañas de sensibilización dirigidas a la población, para que tomen el control de su salud renal, lleven un estilo de vida saludable, así como se empoderen y soliciten a su médico de cabecera los análisis pertinentes, especialmente si presentan factores de riesgo. Conocer el ABCDE, cual cartilla de colegio, es básico para la vida.