Darío Sztajnszrajber, el filósofo que inspiró a peruanos a filosofar: “Es lamentable que esta disciplina no tenga un espacio en la escuela”

Infobae Perú conversó con el reconocido filósofo argentino, quien en la FIL Lima 2024 compartió sus ideas con una intención clara: no persuadir, sino provocar la reflexión.

(Composición Infobae: Facebook Dario Sztajnszrajber)

En la FIL Lima 2024, mientras se acercaba la hora de la esperada conferencia de Darío Sztajnszrajber, el bullicio en los pasadizos de la feria crecía con una evidente energía. A poco menos de una hora del inicio, una larga cola serpenteaba frente a la entrada del auditorio, un desfile interminable de personas de distintas edades, muchas de las cuales portaban libros del filósofo. Sus rostros reflejaban una mezcla de anticipación y anhelo, y las preguntas que llevaban consigo parecían gravitar en el aire como estrellas brillantes en una noche despejada, ansiosas por ser iluminadas. Estas interrogantes, lejos de tocar la superficie de la vida cotidiana, exploraban los misterios del pensamiento.

Bajo el rótulo “¿Para qué sirve la filosofía?”, el filósofo argentino compartió sus ideas con una intención clara: no persuadir, sino provocar la reflexión. En su visión, esta disciplina no se encarga de ofrecer respuestas cerradas, sino de cuestionar y ampliar el horizonte del pensamiento. Como es sabido, la filosofía se convierte en un ejercicio constante de interrogación y descubrimiento, más que en una búsqueda de certezas definitivas.

Certeza es la única constante cuando se menciona que en las escuelas públicas la filosofía brilla por su ausencia, relegada al olvido en un sistema que prefiere la memorización a la reflexión. No obstante, a pesar de esta inercia educativa, el entusiasmo por la filosofía en Perú se multiplica, como lo demostró el auditorio colmado en la reciente conferencia. La paradoja es irónica: mientras las instituciones educativas mantienen la filosofía en un rincón oscuro, la demanda por el pensamiento crítico y la profundización filosófica crece con vigor.

Pocos minutos antes de cerrar la conferencia, el autor de “El amor es imposible” descendió del estrado para interactuar directamente con su audiencia. Durante este intercambio, surgieron preguntas que escondían inquietudes filosóficas. Entre las interrogantes, se destacaron: ¿Cómo podemos saber si nuestras percepciones de la realidad son verdaderas o si están distorsionadas? ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿La muerte puede ser considerada una liberación o simplemente un fin absoluto? Infobae Perú también planteó cuestiones en un momento diferente, las cuales fueron respondidas por Darío.

(Feria Internacional del Libro de Buenos Aires)

—En las escuelas públicas del Perú, donde se debería promover el pensamiento crítico y la reflexión, la filosofía aún no se incluye en el currículo. ¿Cuál es su opinión sobre esta omisión?

—Es lamentable que la filosofía no tenga un espacio en la escuela. Sin embargo, en algún momento de sus vidas, los estudiantes se encontrarán con la propuesta filosófica. ¿Por qué? Porque, de algún modo, todos hacemos filosofía. No nos damos cuenta de que estamos filosofando hasta que descubrimos que las preguntas que nos formulamos en la escuela o en otros lugares han sido abordadas por grandes pensadores a lo largo de la historia.

—Es curioso que las conferencias que ha ofrecido en la FIL Lima hayan tenido una gran acogida, a pesar de que en el Perú la mayoría de las personas carece de conocimientos previos sobre filosofía. Ante esta contradicción, ¿cómo explica la fascinación que despierta la filosofía en personas de diversas edades?

—Cuando alguien descubre la filosofía por primera vez sin tener una noción previa, el impacto suele ser inmediato. Mi experiencia como docente en colegios y universidades confirma que este primer encuentro frecuentemente despierta una fascinación instantánea.

—La utilidad de la filosofía ha sido un tema de debate durante siglos, con muchas voces cuestionando su relevancia en un mundo cada vez más enfocado en lo práctico. A pesar de esto, la filosofía ofrece una capacidad para comprender el mundo de manera más crítica y reflexiva. En este contexto, ¿cómo respondería a la pregunta de para qué sirve la filosofía?

—En muchos países, el debate sobre la inclusión de la filosofía en los currículos escolares persiste, en parte porque se la considera una disciplina inútil. Surge entonces la pregunta: ¿para qué sirve la filosofía? Yo respondo con dos interrogantes: ¿por qué todo debe tener una utilidad práctica? ¿A quién le beneficia que todo tenga una función concreta? La creencia en la utilidad y la productividad como valores supremos refleja un orden social que valora únicamente lo que es directamente productivo. Al enseñar filosofía en colegios y universidades, el objetivo no es tanto proporcionar respuestas, sino ampliar el alcance de las preguntas. La filosofía cuestiona las respuestas establecidas en lugar de buscar soluciones definitivas.

—Hoy en día, los jóvenes están inmersos en redes sociales, tecnología y cultura pop, lo que hace que los temas clásicos de la filosofía parezcan poco atractivos. ¿Cómo puede un adolescente llegar a interesarse en estas cuestiones filosóficas?

—Creo que se subestiman de manera considerable los temas que realmente atraen a los jóvenes. ¿Les preocupa el tema de la muerte como problema existencial? Alguien podría responder que no, porque no suelen hablar de ello. Sin embargo, yo diría que no les interesa hasta que se les presenta el tema de manera accesible, interesante, entretenida e incluso estremecedora. Cualquiera puede engancharse porque el asunto nos interpela y nos confronta con la finitud de la vida. Tengas 18 o 90 años, naciste para morir, y eso, en el fondo, es una verdad insoportable.

(Composición Infobae: Booket / Paidós)

—Entonces, ¿considera que la filosofía nos impacta en distintas etapas de la vida?

—Creo que la adolescencia y la vejez son las dos etapas de la vida donde la filosofía ejerce su mayor influencia, donde más “martillazos” da, como diría Nietzsche. En la adolescencia, los jóvenes se sienten fascinados por los temas filosóficos que recién descubren, y es en este período cuando empiezan a cuestionar todo a su alrededor. En contraste, en la vejez, la filosofía se vuelve aún más imponente, ya que las personas, al aproximarse al final de sus vidas, se enfrentan a preguntas sobre su existencia.

—A medida que las personas envejecen, temas como el significado de la vida, el arrepentimiento y la satisfacción personal suelen adquirir una mayor importancia. ¿Cuál es el tópico que más atrae a los ancianos?

—He tenido el privilegio de enseñar durante muchos años a personas mayores de 70 años en grupos de estudio, y la experiencia ha sido fascinante. Se teme que hablar de la muerte pueda resultar perturbador para ellos, pero, en realidad, lo que más les interesa en esta etapa de sus vidas son las diversas teorías sobre el final de la existencia.

—En un entorno político que prioriza lo pragmático, ¿cómo puede la filosofía aportar valor?

—Lo realmente interesante es considerar cómo puede aportar la filosofía al debate político sin quedar reducida o disciplinada por el lenguaje político contemporáneo. La filosofía no se limita a ofrecer soluciones concretas a problemas inmediatos como la inflación, pero sí nos invita a reflexionar sobre cuestiones fundamentales. Nietzsche, por ejemplo, a pesar de no abordar directamente cuestiones políticas, ofrece ideas que pueden ayudarnos a reconsiderar la política desde una perspectiva mucho más radical y crítica.

—En su libro “¿Para qué sirve la filosofía?”, señala que “la naturaleza de la filosofía, si la hay, tiene más que ver con descubrir la pregunta que con formular certezas”. Dicho esto, ¿ha tenido certezas en su vida?

—Tengo una firme certeza en mi amor por Estudiantes de La Plata, mi equipo de fútbol. Sin embargo, mis certezas están siempre abiertas al debate y procuro no convertirlas en dogmas. Por ejemplo, aunque estoy enamorado en este momento y tengo una novia, constantemente reflexiono sobre lo que realmente es el amor. Así, aunque hay una certeza, esta permanece abierta. Como padre, mi certeza es el amor que siento por mis hijos, pero sigo cuestionando si un hijo es una propiedad, cuáles son mis límites, cuánto debo involucrarme, entre otros temas. Creo que no se trata de abandonar certezas, sino de mantenerlas sujetas a su propia deconstrucción.