Durante los años ochenta, la cobardía terrorista a la hora de atacar gente inocente no tuvo ningún tipo de reparo cuando todo el Perú vivía en vilo esperando el próximo ataque y las autoridades poco podían hacer para detener su avance demencial.
Una de esas huellas de muerte que dejó una profunda marca en la memoria colectiva ocurrió el 29 de agosto de 1985, en la localidad de Marcas, en Huancavelica. Y esta es la historia de lo que pasó.
Incursión nocturna
Esa noche de espanto, un grupo de entre 30 y 35 miembros de Sendero Luminoso intentó ingresar al pueblo, aprovechando la oscuridad y el movimiento de un rebaño de ovejas para pasar desapercibidos.
Sin embargo, los vigías de la comunidad, organizados en una ronda campesina, detectaron la presencia de los subversivos en el paraje Pacopata. Pese a su valentía, fueron rápidamente abatidos por los atacantes.
El sonido de los disparos alertó a los demás habitantes de Marcas, quienes, armados con lo que tenían a mano—hondas, cuchillos, y una escopeta—se prepararon para defender su hogar. A pesar de su escasa preparación y armamento, los comuneros lograron repeler el ataque y obligaron a los senderistas a huir.
Una y otra vez
Lamentablemente la situación en Marcas no era nueva. Desde 1982, miembros de Sendero Luminoso habían comenzado a aparecer en la zona, inicialmente con el objetivo de difundir su ideología y reclutar nuevos militantes.
Con el tiempo, su presencia se volvió más agresiva: impusieron sus propias autoridades, desplazando a las locales, y asesinaron a quienes se resistieron.
Ante esta amenaza creciente, en 1984, el Ejército peruano intervino en Marcas, ayudando a la comunidad a organizar un sistema de vigilancia.
Sin embargo, los testimonios de los sobrevivientes a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR) no coinciden en cuanto a la naturaleza de esta intervención. Algunos afirman que el Ejército forzó la creación de la ronda, mientras que otros sostienen que la iniciativa surgió de los propios habitantes, cansados de la violencia.
La noche fatal
A medida que la resistencia de Marcas se organizaba, Sendero Luminoso intensificó sus acciones. La noche del 29 de agosto, los senderistas no solo intentaron tomar el control del pueblo, sino que también perpetraron actos de extrema violencia.
Durante el enfrentamiento, capturaron a dos pobladores, a uno de los cuales le cortaron la mano, mientras que al otro lo degollaron. La brutalidad de estos actos refleja la crueldad de una guerra que no distinguía entre combatientes y civiles.
En medio del caos, algunos comuneros lograron capturar a dos senderistas: una mujer, presuntamente la líder del ataque, y un hombre cuya identidad era desconocida.
Los testimonios sobre el destino de estos prisioneros varían. Algunos afirman que la comunidad, enfurecida por la violencia sufrida, decidió ejecutar a los subversivos en el acto.
Otros, en cambio, sostienen que fueron golpeados y luego entregados a los militares, tras lo cual no se supo más de ellos. Lo que es claro es que, en ambos casos, se violaron las normas del derecho internacional humanitario, que prohíben las ejecuciones sumarias y exigen un trato digno a los prisioneros de guerra.
No serán olvidados
El saldo final de la noche dejó ocho comuneros muertos, además de los dos subversivos que habrían sido ejecutados.
Los nombres de los comuneros asesinados quedaron grabados en la memoria de Marcas: Albino Reyes Aguilar, Damián Arroyo Valencia, Gregorio Huamaní Sedano, Abraham Valencia Aguilar, Domingo Torres Hurtado, Demetrio Torres Hurtado, Wenceslao Quispe Flores y Eladio Aguilar Alminagorta.
Estos nombres representan la tragedia de un pueblo que, a pesar de sus esfuerzos por protegerse, no pudo escapar de la violencia desatada por el conflicto.
El ataque a Marcas no fue un incidente aislado en la historia de la violencia en Perú. Como en otros lugares, los campesinos se vieron atrapados entre el fuego cruzado de las fuerzas del Estado y los grupos subversivos.
Hicieron todo mal
De acuerdo con la CVR, en este caso, la falta de armamento adecuado y de directrices claras por parte del Estado no disminuyó la condición de civiles de los comuneros, quienes, según las normas del derecho internacional humanitario, no debían haber sido objeto de ataque.
La brutalidad de Sendero Luminoso, al atacar indiscriminadamente a la comunidad, violó los principios fundamentales de la guerra, ignorando el deber de proteger a la población civil.
Además de las violaciones al derecho humanitario, los actos cometidos por el grupo terrorista esa noche también contravinieron las disposiciones del derecho internacional de los derechos humanos.
El ataque no solo causó muertes y heridas entre los habitantes de Marcas, sino que también dejó una profunda cicatriz en la comunidad, que aún hoy recuerda con dolor aquella noche de violencia.
Nunca más
El caso de Marcas es uno de muchos que ilustran la crueldad del conflicto interno en Perú, donde comunidades enteras fueron blanco de la violencia subversiva.
Estos actos, que incluyeron no solo asesinatos, sino también torturas y ataques indiscriminados, fueron claramente excesivos en relación con cualquier objetivo militar que Sendero Luminoso pudiera haber perseguido.
La violación de los derechos fundamentales de los comuneros de Marcas refleja la brutalidad de una guerra que dejó una herida profunda en la historia del país.