Para muchos, Santa Rosa de Lima simboliza el sacrificio y la mortificación, representada por una vida enfocada en el sufrimiento y la entrega a la devoción a través del dolor. Sin embargo, esta visión omite una verdad más completa. Isabel Flores de Oliva, además de su fervor religioso, fue una mujer que se entregó al arte. Su vida no fue exclusivamente de sufrimiento; encontró en la creatividad una forma de expresar su fe y humanidad. Esta faceta revela que incluso en el ascetismo más riguroso, hay espacio para el gozo y la belleza.
A la nacida en Lima se le recuerda por sus estrictas prácticas de penitencia, como flagelarse para mortificar su cuerpo. También es conocida por ayudar a los pobres y enfermos en Lima, mostrando gran compasión. Además, es sabido que frecuentemente se retiraba a una pequeña celda en su hogar familiar, que transformó en un lugar dedicado a la oración.
Estas y otras informaciones son ampliamente conocidas por un gran sector de la población peruana; sin embargo, existen aspectos de la vida de Flores de Oliva que aún permanecen en la penumbra. Conocer estos datos menos divulgados permitirá al lector obtener una visión más completa de Santa Rosa de Lima, una mujer que también encontraba en las artes un refugio y una fuente de inspiración.
Las facetas menos conocidas de Santa Rosa de Lima
Dibujo
Isabel Flores de Oliva, la célebre Santa Rosa de Lima, halló en tres artes (música, literatura y pintura) una expresión íntima de su espiritualidad. Su amor por la música se manifestaba en melodías que entonaba con una delicadeza que reflejaba su fervor religioso. Las frases emotivas que componía se transformaban en poesía gracias a su estructura lírica. Además, sus dibujos, salpicados por un fervor sagrado, capturaban sus visiones místicas.
En el libro “Santa Rosa de Lima”, de José Antonio del Busto Duthurburu, se da cuenta de ello. El autor señaló que Isabel Flores de Oliva escribió y dibujó en dos hojas de papel, expresiones que fueron inmortalizadas en la ‘Escala mística’ y las ‘Mercedes’; esta última contiene dibujos hechos con color rojo tenue, casi naranja.
En total son tres corazones plasmados de manera vertical. En cada uno de ellos hay una cruz latina. “(...) El segundo corazón, el del medio, tiene una cruz latina —la mitad de pequeña respecto a la anterior— superando el corazón, y en el centro de este, bellamente dibujada, una imagen del Niño Jesús, desnudo y sedente, en actitud de bendecir y con una aureola radiante alrededor de la cabeza. Este corazón está orillado por la frase ‘Aquí descanso Jesús abrasandome el corazón’”, señaló Del Busto Duthurburu.
El investigador dejó entrever que el Niño Jesús pudo haber sido dibujado por un hermano de Flores de Oliva. Lo cierto es que destacó el color rojo tenue que usó la limeña, el trazo firme y los límites hechos sin titubear ni corregir.
Cabe señalar que en las ‘Mercedes’ no solo hay dibujos. En el ejemplar consultado, se puede leer el texto que escribió la mujer laica: “Confieso con toda berdad en presencia de Dios —que todas las mercedes que escrito así en los cuadernos como esculpidas o retratadas en estos dos papeles— ni las e bisto ni leido— en libro alguno, solo si obradas en esta pecadora de la poderosa mano del Señor en cuyo libro leo. que es saviduria eterna —quien confunde a los soberbios— y ensalsa a los humildes— cumpliendose que lo escondió a los prudentes i sabios rebela a los párvulos”.
Este texto, transcrito por Rosa Carrasco Ligarda y posteriormente utilizado por Del Busto Duthurburu, contiene errores ortográficos que evidencian una escritura propia de la época, es decir, sin una ortografía normalizada de parte de Flores de Oliva. No obstante, más allá de ello, lo que realmente destaca en sus escritos son los mensajes que transmiten.
Otro detalle importante es la referencia a unos cuadernos que contenían datos autobiográficos de carácter espiritual. Se sabe que estos materiales se perdieron en 1622 durante su envío a España.
Música
¿Puede uno imaginar a Santa Rosa de Lima tocando la guitarra? Aunque su vida está más frecuentemente asociada con la austeridad y el sacrificio, la realidad es que esta santa peruana poseía un lado artístico que desborda las tradicionales imágenes de penitencia. Respecto a este tema en cuestión, José Antonio del Busto Duthurburu, autor del libro “Santa Rosa de Lima”, dijo lo siguiente: “En sus ratos de sana expansión, Rosa era alegre, juvenil, extrovertida. Tañía la guitarra y gustaba de la música festiva. También hacía poesía. Se sabe que, desde temprano, Rosa fue aficionada a la música, especialmente al canto”.
Según el testimonio de María de Uzátegui, el cual fue recogido por Del Busto Duthurburu, la limeña componía canciones. “Si algunos niños cantaban delante de ella, algunos cantares o palabra que no sonase bien, luego lo estorbaba y los componía y regalaba, y les enseñaba otro cantar a lo divino, por excusar que no cantasen cosas profanas”, se lee.
Cantaba y tocaba la guitarra a la vez. De esto da cuenta el autor del libro “Santa Rosa de Lima”: “De más edad, con la guitarra en sus manos, solía tañer y pasar ‘tres horas y más cantando’. Lo hacía encerrada en el oratorio de la casa del contador Gonzalo de la Maza, quien, con su esposa María de Uzátegui, interrumpía la cena para acudir secretamente a oírla cantar. Ella no se percataba de esto y, encerrada como estaba, cantaba alabando a Dios, mostrando deseos de morir por su causa y pidiéndole que enviase motivos para ello, acaso el martirio, pues a la sazón no existía ninguno que le quitase la vida”.
Poesía
El huerto de la casa de la patrona de América y Filipinas también fue escenario de sus momentos ‘poéticos’. Poco tiempo después de 1610, alrededor de las cinco de la tarde, Isabel Flores de Oliva solía cantar en su jardín, acompañada por sus amigas Catalina de Santa María y su hermana Lucía. En esos momentos, un pequeño pájaro se posaba en la rama de un guayabo cercano. Ella, con su cariño y delicadeza, solía saludar al pajarillo, pero lo hacía con originalidad.
A continuación se citarán los testimonios de Catalina de Santa María y María de Uzátegui, quienes dieron a conocer las composiciones de Flores de Oliva.
Pajarito ruiseñor,
alabemos al Señor,
alaba tú a tu Creador,
y yo alabaré a mi Salvador.
***
Ay Jesús de mi alma,
cuán bien pareces
entre flores y rosas
y olivas verdes.
Sin profundizar en conceptos técnicos de poesía, es evidente que la estructura se asemeja a un poema. Además, la mayoría de los versos, es decir, cada línea, termina en la misma vocal y consonante. Esta última característica es distintiva de la poesía.
Finalmente, en relación con la inclinación de la mujer laica hacia las artes, Del Busto Duthurburu expresó lo siguiente: “Rosa tenía creatividad. En cuanto a música y poesía, creaba, improvisaba, adaptaba. A este propósito, su hermano Hernando le preguntó, cierta vez: ‘¿Quién le enseña tantos cantarcicos, hermana?’. Rosa le respondió: ‘Hermano, como hay tanto que decir de nuestro buen Padre, ofrécense con facilidad sus alabanzas’”.